La agenda de viaje fue armada en forma prolija y con anticipación, para aprovechar convenientemente las horas dedicadas a un periplo cuyo destino final fue nuestro balneario Marisol.
Con la compañía de la responsable de Turismo local Victoria Agriello y “Pochi” Ruiz, emprendimos la partida bien temprano a efectos de realizar una cobertura fílmica para dos ediciones especiales de Canal 2, que habremos de difundir entre lunes y martes.
La buena señalización da respuesta a muchos pedidos y de esa forma resulta fácil acceder a uno de los grandes atractivos del distrito: La cascada Cifuentes.
Antes de llegar al puente que cruza el Quequén se encuentra un pequeño desvío que permite llegar al magnifico lugar, que en el presente se encuentra con poco caudal de agua, circunstancia que no imposibilita observar un sitio privilegiado.
En absoluta tranquilidad y libertad se desplazaban lentamente cisnes de cuello negro, patos y otras especies se reunían en grupos, mientras que los bullangueros loros desde lo alto de las barrancas marcaban su territorio, con cientos de orificios que sirven de guarida.
La próxima parada estuvo ubicada en el “Puente Viejo” donde las aves mojaban su tiempo libre, sin inquietarse ante la intrusa cámara que buscaba quedarse con un pedacito de la postal de naturaleza que ofrecían.
La vieja Hidroeléctrica, la magnifica obra de un visionario llamado Roberto Brunnard descansa su historia de luz, trabajo y servicio.
Enormes motores guardan silencios que parecen eternos; la enorme estructura ha recibido los embates de vándalos y usurpadores, mientras el río (otrora fuente de energía) deja correr sus aguas tranquilas, custodiado por enormes pilotes de cemento: testimonio de un puente de ayer, que se resiste a convertirse en olvido luego de transitar el presentable camino de tierras, llegamos a Marisol.
La extensa playa ofreciendo enorme espacio para recorrerla sin prisa, para mojarse en sus olas mansas, para sentir a pleno la presencia convocante de mar y sol.
Avezado pescador el “gallego” Sánchez nos trasladó hasta “La Boca”, sitio propicio para excelente pesca, donde se destacan lenguados y pejerreyes. Embarcados está la seducción y el desafío de capturar enormes tiburones.
Pacientes guardianes de la orilla varios hombres con sus cañas listas, deseando la conquista de una pieza de proporciones.
Marchamos de vuelta, con un saborcito dando vuelta de platos sugeridos por nuestro guía, mezclando salsas, quesos y otras propuestas que esperemos un día compartir.
Marta proveniente de Las Flores, pidió que no se edifique cerca de la costa, que se busque preservar por siempre “lo natural”.
En su espléndida casa, rodeada por un parque cuidado y coqueto, Beatriz y Tito domiciliados en Tigre, recuerdan que llegaron hace más de 30 años, “tentados por unas imágenes que por entonces difundió Mirtha Legrand, en una entrevista realizada al recordado doctor Guido.
Luis Giannechini, oriundo de Oriente y alguna vez Delegado Municipal dijo que la “villa está en su mejor momento, notándose el crecimiento en los servicios y una importante inversión privada”.
Para quienes estábamos ausentes de Marisol desde hace una década, percibimos cambios importantes en sus edificaciones, entre ellas varias casas particulares y especialmente el moderno Complejo “Acuarela del mar”, un lugar de hospedaje con varias cabañas que brindan excelente confort, ofreciendo una visual de colores que imaginan una paleta gigante.
El nuevo acceso a la “Cueva del Tigre” nos facilitó la llegada, observando desde lejos y apurados por el reloj, el mítico lugar que fue guarida del guapo Felipe Pacheco.
Mientras un historiador de Necochea anuncia el lanzamiento próximo de un libro que contará la historia del personaje; aquí surge otro duelo. No se trata de cuchillos en acción sino de palabras, siendo el motivo del pleito la flamante traza que lleva a un refugio convertido en leyenda ayer, en discusión política hoy.
Sobre las dos de la tarde y cuando LA DORREGO, que fue nuestra compañía en todo el periplo, anunciaba 36 grados, llegamos al último punto del cronograma desarrollado: Estancia “La Zita”.
Interminables se hicieron los 1.500 metros de una entrada poblada de palmeras y eucaliptos, encontrándonos con una imponente construcción estilo nórdico, que data del año 1.925.
Tras un reparador refrigerio y siendo recibidos amablemente por Irma y Ramón (los propietarios) accedimos al interior de la casa que ocupa 400 metros cuadrados.
Un amplio living que oficia de recepción, luce en toda su extensión excelentes pinturas que muestran paisajes rurales, aves diversas, carruajes y maquinarias de ayer. La autora de cada uno de los trabajos es nuestra anfitriona, quien nos mostró orgullosa su atelier.
Siete habitaciones cuidadosamente ambientadas, cada una con su baño privado y un particular sistema de calefacción central “a leña” ofrecen a los visitantes la posibilidad de visitar el lugar en todas las épocas del año.
En la amplia cocina de campo se preparan excelentes platos que se ofrecen a los viajeros; mientras en un frío sótano (que invitaba a quedarse), cientos de conservas de producción propia, garantizando el sello artesanal del establecimiento.
Con el compromiso del retorno para compartir un almuerzo y más historias nos despedimos de nuestros anfitriones.
El retorno desde Zubiaurre por Aparicio mostró dos postales de la inusual y despiada sequía: una laguna tradicional como la de “Lazzarini” convertida en un negro y amplio manchón de tierra, sin una gota de agua.
Un poco más cerca del cruce pudimos ver varias vacas y sus crías pastando a un costado del camino, buscando con desesperación un alimento que no encuentran campo adentro.
Completando el cuadro una vetusta camioneta blanca con sus puertas abiertas y una joven mujer, con una toalla mojada en su cabeza, oficiando de cuidadora, soportando en un camino rural los impiadosos rayos solares de un verano convertido en brasa constante.
Así anduvimos por algunos caminos del distrito, disfrutando en cuenta gotas nuestras playas y paisajes, recogiendo voces, captando imágenes que nos pertenecen.
Así de particular nuestra extensa geografía: de playas que parecen no tener fin, de secretos y leyendas, de un río que hoy viste flaco, de cascadas que se saben las más altas de la provincia, de llanura que identifica, de campos que sienten las quejas de sembrados que no resisten tanto calor, tanta falta de agua.
Cuantas cosas escondidas, cuantas por descubrir al sur de la Provincia y por la ruta 3: Coronel Dorrego, donde gaucho e indio (desde un acceso en remodelación) unen sus figuras en un eterno mensaje de tradición.
Con la compañía de la responsable de Turismo local Victoria Agriello y “Pochi” Ruiz, emprendimos la partida bien temprano a efectos de realizar una cobertura fílmica para dos ediciones especiales de Canal 2, que habremos de difundir entre lunes y martes.
La buena señalización da respuesta a muchos pedidos y de esa forma resulta fácil acceder a uno de los grandes atractivos del distrito: La cascada Cifuentes.
Antes de llegar al puente que cruza el Quequén se encuentra un pequeño desvío que permite llegar al magnifico lugar, que en el presente se encuentra con poco caudal de agua, circunstancia que no imposibilita observar un sitio privilegiado.
En absoluta tranquilidad y libertad se desplazaban lentamente cisnes de cuello negro, patos y otras especies se reunían en grupos, mientras que los bullangueros loros desde lo alto de las barrancas marcaban su territorio, con cientos de orificios que sirven de guarida.
La próxima parada estuvo ubicada en el “Puente Viejo” donde las aves mojaban su tiempo libre, sin inquietarse ante la intrusa cámara que buscaba quedarse con un pedacito de la postal de naturaleza que ofrecían.
La vieja Hidroeléctrica, la magnifica obra de un visionario llamado Roberto Brunnard descansa su historia de luz, trabajo y servicio.
Enormes motores guardan silencios que parecen eternos; la enorme estructura ha recibido los embates de vándalos y usurpadores, mientras el río (otrora fuente de energía) deja correr sus aguas tranquilas, custodiado por enormes pilotes de cemento: testimonio de un puente de ayer, que se resiste a convertirse en olvido luego de transitar el presentable camino de tierras, llegamos a Marisol.
La extensa playa ofreciendo enorme espacio para recorrerla sin prisa, para mojarse en sus olas mansas, para sentir a pleno la presencia convocante de mar y sol.
Avezado pescador el “gallego” Sánchez nos trasladó hasta “La Boca”, sitio propicio para excelente pesca, donde se destacan lenguados y pejerreyes. Embarcados está la seducción y el desafío de capturar enormes tiburones.
Pacientes guardianes de la orilla varios hombres con sus cañas listas, deseando la conquista de una pieza de proporciones.
Marchamos de vuelta, con un saborcito dando vuelta de platos sugeridos por nuestro guía, mezclando salsas, quesos y otras propuestas que esperemos un día compartir.
Marta proveniente de Las Flores, pidió que no se edifique cerca de la costa, que se busque preservar por siempre “lo natural”.
En su espléndida casa, rodeada por un parque cuidado y coqueto, Beatriz y Tito domiciliados en Tigre, recuerdan que llegaron hace más de 30 años, “tentados por unas imágenes que por entonces difundió Mirtha Legrand, en una entrevista realizada al recordado doctor Guido.
Luis Giannechini, oriundo de Oriente y alguna vez Delegado Municipal dijo que la “villa está en su mejor momento, notándose el crecimiento en los servicios y una importante inversión privada”.
Para quienes estábamos ausentes de Marisol desde hace una década, percibimos cambios importantes en sus edificaciones, entre ellas varias casas particulares y especialmente el moderno Complejo “Acuarela del mar”, un lugar de hospedaje con varias cabañas que brindan excelente confort, ofreciendo una visual de colores que imaginan una paleta gigante.
El nuevo acceso a la “Cueva del Tigre” nos facilitó la llegada, observando desde lejos y apurados por el reloj, el mítico lugar que fue guarida del guapo Felipe Pacheco.
Mientras un historiador de Necochea anuncia el lanzamiento próximo de un libro que contará la historia del personaje; aquí surge otro duelo. No se trata de cuchillos en acción sino de palabras, siendo el motivo del pleito la flamante traza que lleva a un refugio convertido en leyenda ayer, en discusión política hoy.
Sobre las dos de la tarde y cuando LA DORREGO, que fue nuestra compañía en todo el periplo, anunciaba 36 grados, llegamos al último punto del cronograma desarrollado: Estancia “La Zita”.
Interminables se hicieron los 1.500 metros de una entrada poblada de palmeras y eucaliptos, encontrándonos con una imponente construcción estilo nórdico, que data del año 1.925.
Tras un reparador refrigerio y siendo recibidos amablemente por Irma y Ramón (los propietarios) accedimos al interior de la casa que ocupa 400 metros cuadrados.
Un amplio living que oficia de recepción, luce en toda su extensión excelentes pinturas que muestran paisajes rurales, aves diversas, carruajes y maquinarias de ayer. La autora de cada uno de los trabajos es nuestra anfitriona, quien nos mostró orgullosa su atelier.
Siete habitaciones cuidadosamente ambientadas, cada una con su baño privado y un particular sistema de calefacción central “a leña” ofrecen a los visitantes la posibilidad de visitar el lugar en todas las épocas del año.
En la amplia cocina de campo se preparan excelentes platos que se ofrecen a los viajeros; mientras en un frío sótano (que invitaba a quedarse), cientos de conservas de producción propia, garantizando el sello artesanal del establecimiento.
Con el compromiso del retorno para compartir un almuerzo y más historias nos despedimos de nuestros anfitriones.
El retorno desde Zubiaurre por Aparicio mostró dos postales de la inusual y despiada sequía: una laguna tradicional como la de “Lazzarini” convertida en un negro y amplio manchón de tierra, sin una gota de agua.
Un poco más cerca del cruce pudimos ver varias vacas y sus crías pastando a un costado del camino, buscando con desesperación un alimento que no encuentran campo adentro.
Completando el cuadro una vetusta camioneta blanca con sus puertas abiertas y una joven mujer, con una toalla mojada en su cabeza, oficiando de cuidadora, soportando en un camino rural los impiadosos rayos solares de un verano convertido en brasa constante.
Así anduvimos por algunos caminos del distrito, disfrutando en cuenta gotas nuestras playas y paisajes, recogiendo voces, captando imágenes que nos pertenecen.
Así de particular nuestra extensa geografía: de playas que parecen no tener fin, de secretos y leyendas, de un río que hoy viste flaco, de cascadas que se saben las más altas de la provincia, de llanura que identifica, de campos que sienten las quejas de sembrados que no resisten tanto calor, tanta falta de agua.
Cuantas cosas escondidas, cuantas por descubrir al sur de la Provincia y por la ruta 3: Coronel Dorrego, donde gaucho e indio (desde un acceso en remodelación) unen sus figuras en un eterno mensaje de tradición.