miércoles

"Malas costumbres dorreguenses", por Hugo César Segurola

Repetidos actos de vandalismo, falta de apego a las normas y poco respeto al resto de los vecinos, resultan algunas de las actitudes que se han instalado de un tiempo a esta parte en nuestra sociedad.

¿Por qué se ejerce violencia sobre espacios públicos y privados?
¿Por qué no consideramos al resto de los vecinos como pares?
¿Qué razones motivan que la agresión y el atropello sean moneda corriente?
¿El individualismo habrá de seguir imponiéndose a las acciones del conjunto?
¿Son las sanciones las únicas alternativas correctivas que pueden modificar los malos hábitos incorporados?
¿Es necesario que nos vigilen o controlen para el cumplimiento de nuestros deberes?
¿Por qué unos pocos entorpecen la tranquilidad del resto?

Estas preguntas están originadas en una serie de circunstancias que van resultando “normales” observar, las cuales además de repudiables se convierten en preocupantes.
Que estas conductas pasen a ser costumbre obliga a reflexionar seriamente y plantearnos que comunidad queremos.

Aquí algunos de los “malos ejemplos” que a diario podemos constatar en Coronel Dorrego.
- Destrucción total de los papeleros oportunamente ubicados en distintos sitios de la ciudad; los cuales debieron ser reemplazados por otros más rústicos, pero más seguros ante los vándalos.
- Rotura de bancos y juegos infantiles en plazas y paseos.
- Luminarias como blanco de certeros impactos de armas, piedras o elementos contundentes.
- Inscripciones y grafitos de distinta índole en domicilios particulares, establecimientos escolares y centros de salud.
- Ataque a monumentos, como el de la Madre en la localidad de El Perdido o el registrado días atrás en la Ermita que tiene la imagen de Ceferino.
- Nomencladores de calles doblados y señales de tránsito deterioradas o directamente arrancadas.
- Vidrios de comercios, instituciones o domicilios apedreados.
- Ramas cortadas de árboles y en casos de plantas de reciente colocación, muchas de ellas extraídas de raíz.
- El Hospital Municipal no escapa a este accionar, las paredes de la Guardia son fiel reflejo de los inadaptados; como así también el robo de lámparas de iluminación y aunque suene poco creíble han faltado elementos de grifería de los baños.
- Es común que muchos perros (con dueños) y algunos de ellos bien cuidados y de raza hagan sus necesidades en las veredas, convirtiéndose en “difíciles, olorosos e insoportables obstáculos”.
- Canes vagabundos y otros con domicilio propio, disfrutando de restos de comida que extraen de bolsas de basura que destruyen libremente.
- Personas que no obedecen recomendaciones y sacan sus residuos en días no laborables. Son los que tienen “limpia” la casa sin importarles la suciedad que trasladan a la calle.
- Instalación de “mini basureros” en sectores periféricos.
- Derroche de agua en lavado de vehículos, veredas, llenado de piletas o juegos; sin importar las vicisitudes de muchos hogares que a veces “imploran por una gota de agua”.
- Indebido estacionamiento de vehículos obstaculizando las rampas de acceso a veredas, sin tener en consideración lo vital que resultan para discapacitados, mamás transportando a sus bebes en carritos o personas mayores.
- Ruidos molestos: caños de escape libre, música a todo volumen en horas de descanso; sin olvidar la molesta y agresiva pirotecnia de los últimos meses.

Algunas de estas infracciones y daños son responsabilidad del estado municipal o la Policía en cuanto a su control y eventual sanción; pero no es menos cierto que resulta casi imposible estar detrás de tantos desaprensivos que pululan por la ciudad y las localidades, acostumbrados a actuar irresponsablemente.
Sin dudas que es posible una ciudad mejor. Para ello es menester la toma de conciencia de lo que implica “vivir en comunidad”, defendiendo nuestros derechos sin avasallar los del resto.

No aspiro ni deseo el “orden de los palos”.
Tampoco quiero que se mire para otro lado: quienes tienen a su cargo la potestad de hacer cumplir disposiciones vigentes, deben actuar haciendo respetar y cumplir las mismas; utilizando como premisa “la igualdad ante la ley” y evitando lo que en la jerga popular se conoce como “hijos y entenados”.
A los comunes ciudadanos no corresponde convertirse en vigilantes, pero pueden ser solidarios y contribuir con su aporte o denuncia para permitir la rectificación de ciertas conductas.
Tener un Dorrego más limpio, cuidado y digno de disfrutar es posible.
Los buenos vecinos (que son mayoría) no pueden sucumbir ante la intolerancia y la desaprensión de unos pocos.
Como en el recordado “Don Pirulero”, cada cual (ciudadanos y funcionarios) deben atender su juego… responsablemente.