Una particular relación de convivencia se registra entre un medio de comunicación y el público y, entre todos la radio por su formato y características es la que preserva mayor fidelidad entre ambos.
Eso sí hay distintos grupos, perfectamente identificados y que hacen del diario contacto una rutina de “verse sin verse”, de escucharse mutuamente y de renovar el encanto de la magia; sin dejar de lado las exigencias de un lado y las responsabilidades del otro.
Un buen nivel cuantitativo de audiencia resulta imprescindible tanto para el éxito de un emprendimiento empresarial, una realización periodística, como clave en el mantenimiento de los anunciantes: la savia imprescindible que nutre un medio de comunicación.
Años en la actividad le permiten a uno trazar un pequeño cuadro que habla de las distintas especies de oyentes, los cuales conviven en el amplio espectro radial.
Los cautivos: son aquellos que desde hace muchos años tienen la costumbre de despertarse con la radio, utilizando su mensaje como una compañía que se vuelve habitual en sus hogares.
Los fieles: si bien pueden integrarse con los anteriores guardan algunas diferencias, entre las que se encuentran la de seleccionar espacios, escuchar con mayor detenimiento y tener un interés amplio de la información.
Los palmeadores o fanáticos: tienen sus preferencias entre los distintos conductores y programas. Suelen expresar su adhesión con palabras o regalos y eligen “que y cuando escuchar”.
Los específicos: particular sector que tiene una rutina temaria que no varia: conocer las informaciones necrológicas del día, estar al tanto del pronóstico del tiempo, cuando llueve saber con precisión los registros locales y de ser posible los de la zona. Son además los que están prestos al sonido de la sirena de los Bomberos y grandes consumidores de las noticias policiales..
Los críticos: especie que no necesariamente participa del aire, pero que están al tanto del correcto uso del lenguaje, del tenor de una entrevista o de los conceptos vertidos por un invitado. No escuchan todo el tiempo y muchas veces tocan de oído.
Los habladores: especie que ha crecido notoriamente en los últimos años y son los que tienen una participación directa mediante los llamados telefónicos. No son meros oyentes y se involucran en diversas cuestiones, pasando por la difusión de hechos sociales (nacimientos, bautismos, cumpleaños o casamientos) a otros que conllevan mayor compromiso como denuncias, respuestas a funcionarios o planteos de hechos que les interesan personalmente o hacen a la realidad de su barrio o localidad.
Los expertos: son parte del grupo de “los habladores” pero seleccionan sus llamados a hechos que los involucran o conocen en profundidad: servicios, seguridad, política o economía.
Los de la línea privada: aquellos que por ninguna razón quieren salir al aire o ser identificados. Muchas veces aportan datos precisos, en otras sugieren temas o simplemente entregan las caricias de la felicitación por un comentario o una nota que resulto de su agrado.
Los musiqueros: representan a los que dan prioridad a la música por sobre las palabras. Se dividen en tangueros, folkloristas, cumbieros, románticos o setentistas (aquellos que prefieren los interpretes de esa década).
Los rezongones: constituyen un segmento minúsculo que se enoja por la cantidad de avisos, por las notas extensas, por la ideología de conductores o invitados o por la participación de los oyentes.
La afortunada presencia de la página de la radio vía Internet ha sumado a los tradicionales a un grupo particular de oyentes “a distancia”, que también tiene sus divisiones.
Los nostálgicos: son los que están alejados de Coronel Dorrego, convirtiendo al blog de la radio en consulta obligada para saber lo que sucede en su lugar de origen. Constantemente expresan beneplácito por la posibilidad que ofrece la radio y participan de temas que tienen que ver con sus vidas personales y recuerdos.
Los opinadores: participan de todos y cada uno de los debates, resultando familiares para el resto y muchas veces polemizando entre si.
Los negativos: nada satisface sus inquietudes e intereses; suelen centrar sus críticas en el poder político (tanto oficialista como opositor)
Los positivos: no encuentran razones para la crítica, aportan elogios y tratan de ver siempre “el vaso medio lleno”.
Los reflexivos: me place leerlos y a veces releerlos, sus mensajes contienen muchas veces reproches (en algunos casos incluyen a la propia radio, editor y periodistas). Siempre dejan su aporte y están abiertos al debate de ideas.
Los investigadores: dicen conocer de hechos policiales no resueltos, de causas de determinados accidentes o tener la precisa en materia política. Identificados como “anónimos” piden siempre nombre y apellido de involucrados, aprehendidos o sospechados.
La magia de la radio sigue viva, plena y cada vez más abarcativa.
Un poco por nosotros, mucho por ustedes… queremos seguir llamando a las cosas por su nombre. (Aunque muchas veces nos equivoquemos).
Eso sí hay distintos grupos, perfectamente identificados y que hacen del diario contacto una rutina de “verse sin verse”, de escucharse mutuamente y de renovar el encanto de la magia; sin dejar de lado las exigencias de un lado y las responsabilidades del otro.
Un buen nivel cuantitativo de audiencia resulta imprescindible tanto para el éxito de un emprendimiento empresarial, una realización periodística, como clave en el mantenimiento de los anunciantes: la savia imprescindible que nutre un medio de comunicación.
Años en la actividad le permiten a uno trazar un pequeño cuadro que habla de las distintas especies de oyentes, los cuales conviven en el amplio espectro radial.
Los cautivos: son aquellos que desde hace muchos años tienen la costumbre de despertarse con la radio, utilizando su mensaje como una compañía que se vuelve habitual en sus hogares.
Los fieles: si bien pueden integrarse con los anteriores guardan algunas diferencias, entre las que se encuentran la de seleccionar espacios, escuchar con mayor detenimiento y tener un interés amplio de la información.
Los palmeadores o fanáticos: tienen sus preferencias entre los distintos conductores y programas. Suelen expresar su adhesión con palabras o regalos y eligen “que y cuando escuchar”.
Los específicos: particular sector que tiene una rutina temaria que no varia: conocer las informaciones necrológicas del día, estar al tanto del pronóstico del tiempo, cuando llueve saber con precisión los registros locales y de ser posible los de la zona. Son además los que están prestos al sonido de la sirena de los Bomberos y grandes consumidores de las noticias policiales..
Los críticos: especie que no necesariamente participa del aire, pero que están al tanto del correcto uso del lenguaje, del tenor de una entrevista o de los conceptos vertidos por un invitado. No escuchan todo el tiempo y muchas veces tocan de oído.
Los habladores: especie que ha crecido notoriamente en los últimos años y son los que tienen una participación directa mediante los llamados telefónicos. No son meros oyentes y se involucran en diversas cuestiones, pasando por la difusión de hechos sociales (nacimientos, bautismos, cumpleaños o casamientos) a otros que conllevan mayor compromiso como denuncias, respuestas a funcionarios o planteos de hechos que les interesan personalmente o hacen a la realidad de su barrio o localidad.
Los expertos: son parte del grupo de “los habladores” pero seleccionan sus llamados a hechos que los involucran o conocen en profundidad: servicios, seguridad, política o economía.
Los de la línea privada: aquellos que por ninguna razón quieren salir al aire o ser identificados. Muchas veces aportan datos precisos, en otras sugieren temas o simplemente entregan las caricias de la felicitación por un comentario o una nota que resulto de su agrado.
Los musiqueros: representan a los que dan prioridad a la música por sobre las palabras. Se dividen en tangueros, folkloristas, cumbieros, románticos o setentistas (aquellos que prefieren los interpretes de esa década).
Los rezongones: constituyen un segmento minúsculo que se enoja por la cantidad de avisos, por las notas extensas, por la ideología de conductores o invitados o por la participación de los oyentes.
La afortunada presencia de la página de la radio vía Internet ha sumado a los tradicionales a un grupo particular de oyentes “a distancia”, que también tiene sus divisiones.
Los nostálgicos: son los que están alejados de Coronel Dorrego, convirtiendo al blog de la radio en consulta obligada para saber lo que sucede en su lugar de origen. Constantemente expresan beneplácito por la posibilidad que ofrece la radio y participan de temas que tienen que ver con sus vidas personales y recuerdos.
Los opinadores: participan de todos y cada uno de los debates, resultando familiares para el resto y muchas veces polemizando entre si.
Los negativos: nada satisface sus inquietudes e intereses; suelen centrar sus críticas en el poder político (tanto oficialista como opositor)
Los positivos: no encuentran razones para la crítica, aportan elogios y tratan de ver siempre “el vaso medio lleno”.
Los reflexivos: me place leerlos y a veces releerlos, sus mensajes contienen muchas veces reproches (en algunos casos incluyen a la propia radio, editor y periodistas). Siempre dejan su aporte y están abiertos al debate de ideas.
Los investigadores: dicen conocer de hechos policiales no resueltos, de causas de determinados accidentes o tener la precisa en materia política. Identificados como “anónimos” piden siempre nombre y apellido de involucrados, aprehendidos o sospechados.
La magia de la radio sigue viva, plena y cada vez más abarcativa.
Un poco por nosotros, mucho por ustedes… queremos seguir llamando a las cosas por su nombre. (Aunque muchas veces nos equivoquemos).