En aquellos días de niño, cuando nuestras abuelas o madres con particular ternura y paciencia se sentaban en la cama a contarnos historias, a leernos inolvidables cuentos, surgía repetida una frase en los comienzos de cada historia: “Había una vez…”
Dejando de lado la ficción, los invito a compartir juntos un viaje en el tiempo, una suerte de mirada retrospectiva para recordar algunos hechos y circunstancias que hablan de lo que perdimos, de tantas cosas que dejaron de ser, de otras que seguimos lamentando.
Había una vez…
Una pujante fábrica instalada en la ciudad, cuya sirena marcaba tiempos de obreros en plena producción.
Los componentes de una familia con raíces gringas, dieron vida a una realización de grandes proporciones.
Silos, carros y otros implementos pasearon el nombre de Coronel Dorrego en distintos puntos del país. Los hermanos Codagnone fueron los responsables de aquel recordado emprendimiento entre las décadas del 60 y 70.
Muchos empleados que forjaron su vida entre tornos, soldadores y chapas tuvieron su “escuela” en aquella fábrica.
La excelente y enorme estructura edilicia que ocupa toda una manzana, resulta hoy una triste postal en las puertas de la ciudad, donde los ladrillos colocados en su frente parecen haber bloqueado su rica historia.
Había una vez…
Un barrio pujante, creciendo sin pausas a su alrededor.
Localidades albergando a muchas familias, desarrollándose a partir de su presencia.
Trabajadores con sueldos seguros, felices de ser ferroviarios.
El silencio, la desolación y las vías muertas: dolorosa herencia que dejó en su partida el tren.
Había una vez…
Un balneario de aguas cálidas a menos de 40 km. que era parte de nuestro territorio.
Hace 30 años la inconsulta determinación de los militares, transformó a Monte Hermoso en Municipio Urbano.
Había una vez…
Dos importantes Cooperativas (Agrícola y Agropecuaria) que habían sido gestadas por esforzados chacareros del distrito.
Había una vez…
Una Planta Pasteurizadora, con productos de primera calidad que se comercializaban “desde el Sauce hasta el Quequén”, que permitía importante actividad a varios tambos de la zona.
¿Se acuerdan de Sauquen?
Había una vez…
“Gallegos que nos hicieron el cuento” de una Maltería anunciada en los noventa.
Todavía, entre yuyales debe estar en nuestro Parque Industrial, la placa aquella que anticipaba una cuantiosa inversión.
Había una vez…
Una Caja de Crédito, desarrollada desde nuestro ámbito, con la misión de apoyar al comercio, a las pequeñas industrias, a tantos asalariados en la búsqueda de asistencia crediticia.
Había una vez…
Un Banco que desde la ciudad se había expandido por el país.
Que generaba cientos de puestos de trabajo, que contribuía a la economía lugareña.
A mediados de los noventa fue el fin del otrora poderoso: Banco Dorrego.
Había una vez…
Una sala de cine, considerada entre las mejores en cuanto a su acústica e infraestructura.
En la calle principal su incomparable construcción es resguardada con prolijidad y afecto por un relojero, que añora como pocos “las hermosas horas de ayer” y aquellas funciones de matinée, ronda y noche.
Había una vez…
Una Escuela de Básquetbol Municipal, que recordaba al gran Bill Américo Brusa.
Una Banda de Música con el nombre del maestro Antonini.
Arbitrarias decisiones sepultaron con soberbia, sentidos homenajes.
Había una vez…
Un político que usaba hasta su propio auto en tramitaciones oficiales.
Que jubilado y retirado de la vida pública, donaba parte de sus ingresos a varias instituciones de la ciudad.
Un dirigente que trascendió a nivel nacional, que fue Ministro de Economía bonaerense.
Que contribuyó desde la gestión oficial a importantes realizaciones locales.
Nirido Santagada y Alvaro Ricardo Fuertes cruzan sus trayectorias en nuestras dos principales Avenidas, se unen en el merecido reconocimiento que se les tributó su pueblo.
Había una vez…
Un sitio de encuentros diarios, de mesas compartidas y de largas charlas.
Desde hace meses las puertas cerradas del viejo edificio lucen unas fajas de clausura, hoy deterioradas, a punto de perder su autoridad..
A diario algunos de sus fieles parroquianos se sientan sobre sus vidrieras, acompañando en particular ceremonia “el letargo del último café”.
Había una vez…
Una canchita abierta a las ganas de practicar deportes de tantos pibes.
Unos turcos de una Tienda “florida” actuando como padrinos, apoyando generosos ante cada pedido.
El tornado del 94 vapuleó su estructura.
En la vereda de Sirio, una referencia recuerda su aporte, da paso a la memoria.
En sus maltrechas paredes: un cartel con una leyenda que sepulta tantos sueños, tantas ilusiones… que marcan la realidad de estos tiempos: “Se vende”.
Había una vez…
Un ambicioso proyecto de un vecino dorreguense.
Existieron múltiples gestiones para su apertura.
En 2003 se cortaron las cintas en festiva inauguración, a pocos días de las elecciones.
A pesar de los anuncios, de las fechas propuestas, muchos se preguntan hoy: ¿Cuándo abre el Frigorifico?
Otros resultan más escépticos y plantean: ¿Abrirá el Frigorifico?
Había una vez…
Soñadores capaces de remontar barriletes de esperanza y realidad, como: Enzo Barda.
Ciudadanos fieles a una idea, manteniéndola en los malos y buenos tiempos, no renunciando a ella, como: Salvador Randazzo o los hermanos Corcuera.
Emprendedores y consecuentes con una línea de pensamiento, como: Pedro Iribarne.
Médicos que eran amigos, como: Cholo Loydi, Roberto Sola, Juan Carlos Conti, Horacio Marino, Julio Sarrasin.
Médicos que se pusieron la camiseta del pueblo, que propiciaron una Unidad Sanitaria, como: Pedro Juan Testani, en El Perdido; que construyeron un Sanatorio, como: Isaac Mosovich. (un tozudo pero emprendedor entrerriano) que se quedó para siempre en Dorrego. Médicos que no se olvidan, aunque resulten de generaciones pasadas, como: Casal Varela.
Un insigne payador que cruzó el país con su canto, como Luis Acosta García.
Un poeta que integró la Academia Nacional de Letras, como Roberto Juarroz.
Un caudillo con amigos y detractores, que marcó una época, como: Gregorio Juárez.
Un hombre que murió en defensa de las libertades públicas, como Juan B. Maciel.
Un vecino que dotó de un vital servicio a la comunidad de Oriente, aprovechando las bondades del río, como: Roberto Brunand.
Un visionario que buscó alternativas en materia de combustibles, que desarrolló una idea con alcance mundial, como: Aldo Salustri.
Luchadores a ultranza, como: Rodolfo Majluf.
Un maestro que hizo Escuela, como: Lequerica.
Un cura comprometido, como: Nicolás Ramos Ojeda
Una docente que da nombre al Instituto que se encarga de formar a las nuevas generaciones de educadores, como: Iris Galisteo.
Un investigador que contribuyó a nuestra identidad histórica, como: Carlos Funes.
Una profesora que enseño con el corazón, como Santina Antonini.
Un memorioso relator del pasado, como: Roberto Riesco.
Un hombre honesto y cabal, como: Héctor Manuel Marcos.
Había una vez…
Tantas cosas que no están, que se perdieron para siempre.
Son las mismas cosas que nos permiten añorar, recordar del ayer: esos ·viejos tiempos… que ya no volverán”
Dejando de lado la ficción, los invito a compartir juntos un viaje en el tiempo, una suerte de mirada retrospectiva para recordar algunos hechos y circunstancias que hablan de lo que perdimos, de tantas cosas que dejaron de ser, de otras que seguimos lamentando.
Había una vez…
Una pujante fábrica instalada en la ciudad, cuya sirena marcaba tiempos de obreros en plena producción.
Los componentes de una familia con raíces gringas, dieron vida a una realización de grandes proporciones.
Silos, carros y otros implementos pasearon el nombre de Coronel Dorrego en distintos puntos del país. Los hermanos Codagnone fueron los responsables de aquel recordado emprendimiento entre las décadas del 60 y 70.
Muchos empleados que forjaron su vida entre tornos, soldadores y chapas tuvieron su “escuela” en aquella fábrica.
La excelente y enorme estructura edilicia que ocupa toda una manzana, resulta hoy una triste postal en las puertas de la ciudad, donde los ladrillos colocados en su frente parecen haber bloqueado su rica historia.
Había una vez…
Un barrio pujante, creciendo sin pausas a su alrededor.
Localidades albergando a muchas familias, desarrollándose a partir de su presencia.
Trabajadores con sueldos seguros, felices de ser ferroviarios.
El silencio, la desolación y las vías muertas: dolorosa herencia que dejó en su partida el tren.
Había una vez…
Un balneario de aguas cálidas a menos de 40 km. que era parte de nuestro territorio.
Hace 30 años la inconsulta determinación de los militares, transformó a Monte Hermoso en Municipio Urbano.
Había una vez…
Dos importantes Cooperativas (Agrícola y Agropecuaria) que habían sido gestadas por esforzados chacareros del distrito.
Había una vez…
Una Planta Pasteurizadora, con productos de primera calidad que se comercializaban “desde el Sauce hasta el Quequén”, que permitía importante actividad a varios tambos de la zona.
¿Se acuerdan de Sauquen?
Había una vez…
“Gallegos que nos hicieron el cuento” de una Maltería anunciada en los noventa.
Todavía, entre yuyales debe estar en nuestro Parque Industrial, la placa aquella que anticipaba una cuantiosa inversión.
Había una vez…
Una Caja de Crédito, desarrollada desde nuestro ámbito, con la misión de apoyar al comercio, a las pequeñas industrias, a tantos asalariados en la búsqueda de asistencia crediticia.
Había una vez…
Un Banco que desde la ciudad se había expandido por el país.
Que generaba cientos de puestos de trabajo, que contribuía a la economía lugareña.
A mediados de los noventa fue el fin del otrora poderoso: Banco Dorrego.
Había una vez…
Una sala de cine, considerada entre las mejores en cuanto a su acústica e infraestructura.
En la calle principal su incomparable construcción es resguardada con prolijidad y afecto por un relojero, que añora como pocos “las hermosas horas de ayer” y aquellas funciones de matinée, ronda y noche.
Había una vez…
Una Escuela de Básquetbol Municipal, que recordaba al gran Bill Américo Brusa.
Una Banda de Música con el nombre del maestro Antonini.
Arbitrarias decisiones sepultaron con soberbia, sentidos homenajes.
Había una vez…
Un político que usaba hasta su propio auto en tramitaciones oficiales.
Que jubilado y retirado de la vida pública, donaba parte de sus ingresos a varias instituciones de la ciudad.
Un dirigente que trascendió a nivel nacional, que fue Ministro de Economía bonaerense.
Que contribuyó desde la gestión oficial a importantes realizaciones locales.
Nirido Santagada y Alvaro Ricardo Fuertes cruzan sus trayectorias en nuestras dos principales Avenidas, se unen en el merecido reconocimiento que se les tributó su pueblo.
Había una vez…
Un sitio de encuentros diarios, de mesas compartidas y de largas charlas.
Desde hace meses las puertas cerradas del viejo edificio lucen unas fajas de clausura, hoy deterioradas, a punto de perder su autoridad..
A diario algunos de sus fieles parroquianos se sientan sobre sus vidrieras, acompañando en particular ceremonia “el letargo del último café”.
Había una vez…
Una canchita abierta a las ganas de practicar deportes de tantos pibes.
Unos turcos de una Tienda “florida” actuando como padrinos, apoyando generosos ante cada pedido.
El tornado del 94 vapuleó su estructura.
En la vereda de Sirio, una referencia recuerda su aporte, da paso a la memoria.
En sus maltrechas paredes: un cartel con una leyenda que sepulta tantos sueños, tantas ilusiones… que marcan la realidad de estos tiempos: “Se vende”.
Había una vez…
Un ambicioso proyecto de un vecino dorreguense.
Existieron múltiples gestiones para su apertura.
En 2003 se cortaron las cintas en festiva inauguración, a pocos días de las elecciones.
A pesar de los anuncios, de las fechas propuestas, muchos se preguntan hoy: ¿Cuándo abre el Frigorifico?
Otros resultan más escépticos y plantean: ¿Abrirá el Frigorifico?
Había una vez…
Soñadores capaces de remontar barriletes de esperanza y realidad, como: Enzo Barda.
Ciudadanos fieles a una idea, manteniéndola en los malos y buenos tiempos, no renunciando a ella, como: Salvador Randazzo o los hermanos Corcuera.
Emprendedores y consecuentes con una línea de pensamiento, como: Pedro Iribarne.
Médicos que eran amigos, como: Cholo Loydi, Roberto Sola, Juan Carlos Conti, Horacio Marino, Julio Sarrasin.
Médicos que se pusieron la camiseta del pueblo, que propiciaron una Unidad Sanitaria, como: Pedro Juan Testani, en El Perdido; que construyeron un Sanatorio, como: Isaac Mosovich. (un tozudo pero emprendedor entrerriano) que se quedó para siempre en Dorrego. Médicos que no se olvidan, aunque resulten de generaciones pasadas, como: Casal Varela.
Un insigne payador que cruzó el país con su canto, como Luis Acosta García.
Un poeta que integró la Academia Nacional de Letras, como Roberto Juarroz.
Un caudillo con amigos y detractores, que marcó una época, como: Gregorio Juárez.
Un hombre que murió en defensa de las libertades públicas, como Juan B. Maciel.
Un vecino que dotó de un vital servicio a la comunidad de Oriente, aprovechando las bondades del río, como: Roberto Brunand.
Un visionario que buscó alternativas en materia de combustibles, que desarrolló una idea con alcance mundial, como: Aldo Salustri.
Luchadores a ultranza, como: Rodolfo Majluf.
Un maestro que hizo Escuela, como: Lequerica.
Un cura comprometido, como: Nicolás Ramos Ojeda
Una docente que da nombre al Instituto que se encarga de formar a las nuevas generaciones de educadores, como: Iris Galisteo.
Un investigador que contribuyó a nuestra identidad histórica, como: Carlos Funes.
Una profesora que enseño con el corazón, como Santina Antonini.
Un memorioso relator del pasado, como: Roberto Riesco.
Un hombre honesto y cabal, como: Héctor Manuel Marcos.
Había una vez…
Tantas cosas que no están, que se perdieron para siempre.
Son las mismas cosas que nos permiten añorar, recordar del ayer: esos ·viejos tiempos… que ya no volverán”