Enfrentar crisis como la que actualmente se abate sobre nuestro ámbito, admite dos opciones: sucumbir ante ella y entregarse a sus designios o plantear estrategias, tendientes a morigerar su impacto.
Elegir el segundo camino implica necesariamente adecuaciones, reformular propuestas y esencialmente disminuir gastos, sin que tal medida afecte programas, funcionamientos o proyectos previstos.
Ante la proximidad de una nueva temporada futbolística, han surgido algunos indicadores que hablan de las dificultades de los clubes para afrontar el año.
Son coincidentes las opiniones en cuanto a evitar erogaciones que se constituyan en difíciles de afrontar.
Saben los dirigentes que no resultará accesible “salir a pedir plata”, que no abundarán las colaboraciones espontáneas y que el cuadro de situación imperante, obligará a la prudencia y el sentido común.
Además imposiciones reglamentarias, seguirán obligando a disputar una competencia “poco atractiva” y deficitaria como la desarrollada con la vecina Liga de Coronel Pringles.
Lejos quedaron las épocas de oro de nuestro fútbol, nutrido por figuras de primer nivel.
“Las vacas gordas” se han trasformado en famélicas figuras y los grandes benefactores que contribuían individualmente ya no están en condiciones de tales desprendimientos.
Ya no se siembran lotes orientados a darse el gusto de un equipo competitivo. La situación y la sequía a muchos ya no les permite “ni cosechar”.
En los 50 y 60 llegaron notorias figuras, procedentes de Córdoba, Rosario, Santa Fe, Capital y de varios puntos de la región. Muchos de ellos se afincaron definitivamente en Coronel Dorrego, lugar que algunos definían como “la Colombia chica” (por los buenos ingresos que aseguraba jugar aquí, los que se comparaban con la bonanza de entonces en el país cafetero).
Tiempos en que El Quequén de Oriente llegó a disputar la final del Torneo Argentino, sucumbiendo ante Atlético de Tucumán, que tenía entre sus figuras a Rafael Albretch (ex Estudiantes, San Lorenzo y Selección Nacional).
Momentos gloriosos, donde Independiente, Ferroviario, Oriente y el ya citado Quequén eran animadores en los torneos de la poderosa Liga tresarroyense.
Entre los 80 y 90 los ojos se centraron en la zona, llegando enorme cantidad de jugadores procedentes de Bahía Blanca, Tres Arroyos, Punta Alta y hasta algunos desde La Plata o Buenos Aires.
A partir del 2000 las miradas se orientaron a otras plazas, como Tandil o Mar del Plata.
Llegaron jugadores en plenitud, entregando lo mejor y aportando conocimientos a entrenadores y compañeros locales.
Algunos vinieron únicamente “con el nombre”, con los antecedentes de un pasado glorioso que contrastaba con un presente gris.
Muchos se conformaron con jugar 90 minutos cada domingo y tener la seguridad de cobrar buenas cifras y con la frecuencia acordada.
A diferencia de otras ligas, Dorrego se hizo un nombre: no solo se pagaba bien, sino que se cumplía siempre.
Hubo también los que demostraron su jerarquía, los que se pusieron la camiseta de la institución que representaron.
Se incorporó a la consideración popular una frase: “para pelear el titulo hay que armar un equipo competitivo y sumar refuerzos”.
Antes de que nuestra Liga fijara un cupo de foráneos, varios equipos se armaron con la base de “los de afuera”. En algunos casos obedecía a la carencia de elementos propios, en otros: a la búsqueda de un equipo que pudiera garantizar éxitos. (cosa que no siempre ocurrió)
La inversión en jugadores produjo desatender obligaciones de índole institucional, postergar obras o cancelar proyectos.
Pero además y esto resulta el saldo más negativo: postergó a muchos pibes, clausuró sus ilusiones de llegar a primera y motivó que algunos dejarán la práctica del fútbol o partieran hacia otras entidades.
El patrimonio de cualquier club son sus jugadores, especialmente todos aquellos que han sido formados en sus inferiores; donde debe incluirse como un dato mayor: el costo que implica mantener estas divisiones. En realidad se trata de una inversión, que en reiteradas ocasiones no se aprovechó convenientemente.
Para algunos chicos fue importante tener espejos donde mirarse, referentes con “buena chapa” que les aportaron conocimientos. Pero no es menos cierto que varios “cuatro de copas” cobraron como crack, sin ser superiores a los locales.
A partir de la idea de Carlos Prado, el club Independiente fue pionero en incursionar en el fútbol infantil, mientras que Ferroviario siguió ese camino, que posteriormente completó Villa Rosa.
Ya sea en este tipo de competencias, como en las divisiones menores, las instituciones locales han contado con el aporte de valiosos instructores, que en sus tiempos y con diferentes estilos dejaron una marca imborrable.
Entre los orientadores externos, el aporte más significativo lo brindó Rodolfo Carapella, quién a instancias de la entonces Comisión Directiva roja que conducía Hugo Saiz, dejó múltiples enseñanzas y una línea que se mantuvo por años. Debe recordarse que en mérito a sus conocimientos, Carapella integró el cuerpo técnico de César Luis Menotti en Boca Juniors.
Resultó importante la presencia de un ex profesional (campeón del mundo con Boca), como José Luis Tesare, entregando consejos y lecciones a partir de una experiencia incomparable, primero en Suteryh y luego en Ferroviario.
No debe olvidarse el paso de Alejandro Papasidero, Luis Alberto Díaz, “el negro” Oviedo y el ya veterano “loco Alarcón”.
No debe desmerecerse la participación de técnicos lugareños, que en algunos casos lograron perfeccionarse y en otros valerse de sus notables condiciones técnicas o humanas para la consolidación de grupos, resultando excluyente la participación de Carlos Yezzi, en el armado de las divisiones inferiores aurinegras.
Hay que citar un antecedente previo a las Escuelas de Fútbol, donde una mujer resultó clave en la conformación de los planteles del club Villa Rosa: Alicia Montero, desde la canchita del Barrio Atepam se constituyó en una figura emblemática, que alguna vez obligará a concretar el postergado homenaje que merece.
No pueden pasar por alto distintos nombres de técnicos que contribuyeron al fortalecimiento del fútbol menor, algunos trabajando en forma directa, otros promoviéndolos a Primera División. Me permito citar a algunos de ellos, disculpándome por las omisiones involuntarias que puedan surgir en la difusión de un listado que guardo en mi ya frágil memoria:
Carlos Prado, Mario Otero, Julio Astiasarán, Edel Fernández, Rolando Larsen, “Pepito” Raciatti, Roberto Roth, Pedro Cansina, “Tato” Grifoll, Raúl “pata” Suarez, Fermín Fernández, Javier Eduardo Fernández, Pablo Bahía, José Oronás, Gustavo di Rado, Gustavo Colares, Ruben Balestra, Marcelo Sola, Florencio Fernández, Leandro Iribarren, Sebastián Pérez, Armando di Meglio, Ariel Tejada, “Piturri” Torres, Sergio Yessy, Ruben Palacio, Raúl Banegas, Juan Pablo Marquez, Carlos Massanet, Osvaldo Menna, Juan Giannechini y Enrique Auday, entre muchos otros.
Entre dirigentes y colaboradores, se puede nombrar a algunos de ellos, como: Ernesto Elisalde, Concilio Montecalvo, Orlando Bayón, Silvano Peláez, Nelson Di Marco, Néstor Fuertes, Armando D´Annunzio, Esteban Larsen, Omar Crocci, Juan Ripoll, Ogue Natalio Madariaga, Osvaldo Cuervo, Enrique Dichiara, Manuel Fernández, y Roberto Rochat.
No debe olvidarse que algunos chicos locales trascendieron fuera de nuestro ámbito, alistándose en equipos profesionales.
Asimismo deben tenerse en cuenta las buenas actuaciones de Selecciones juveniles, como la conducida por “Beto” Astiasarán, de igual modo la última presentación del Sub 15, primero de la mano de Ruben “Pinino” Palacios y luego con la gestión de Osvaldo “Cuty” Menna. En los Torneos “La Provincia” 2008, fue positiva la experiencia de seleccionar un plantel municipal, tarea a cargo del estudioso y capaz “Tato”Grifoll.
En lo concerniente a preparación física, merece un párrafo aparte la tarea de Matías Rico.
La crisis obliga a “parar la pelota”, los gastos fijos de las entidades se constituyen en una luz de alerta, además de los costos que implica la organización futbolística (mantenimiento de cancha, vestuarios en condiciones, indumentaria, pago árbitros, vigilancia, etc.).
Las billeteras están “flacas”, los cheques “vuelan” en bandada y los ingresos (que deben provenir de la comunidad) son una incógnita.
Con este panorama se ha vuelto imprescindible mirar hacia adentro.
Será cuestión de motivar a los descontentos, de incentivar a los que están desmotivados, de crear la sana competencia que lleve a la superación deportiva.
Al fin de cuentas… “Volver a las fuentes” significará recuperar un principio institucional, que muchos clubes en su afán de lograr campeonatos, hace tiempo habían olvidado.
Elegir el segundo camino implica necesariamente adecuaciones, reformular propuestas y esencialmente disminuir gastos, sin que tal medida afecte programas, funcionamientos o proyectos previstos.
Ante la proximidad de una nueva temporada futbolística, han surgido algunos indicadores que hablan de las dificultades de los clubes para afrontar el año.
Son coincidentes las opiniones en cuanto a evitar erogaciones que se constituyan en difíciles de afrontar.
Saben los dirigentes que no resultará accesible “salir a pedir plata”, que no abundarán las colaboraciones espontáneas y que el cuadro de situación imperante, obligará a la prudencia y el sentido común.
Además imposiciones reglamentarias, seguirán obligando a disputar una competencia “poco atractiva” y deficitaria como la desarrollada con la vecina Liga de Coronel Pringles.
Lejos quedaron las épocas de oro de nuestro fútbol, nutrido por figuras de primer nivel.
“Las vacas gordas” se han trasformado en famélicas figuras y los grandes benefactores que contribuían individualmente ya no están en condiciones de tales desprendimientos.
Ya no se siembran lotes orientados a darse el gusto de un equipo competitivo. La situación y la sequía a muchos ya no les permite “ni cosechar”.
En los 50 y 60 llegaron notorias figuras, procedentes de Córdoba, Rosario, Santa Fe, Capital y de varios puntos de la región. Muchos de ellos se afincaron definitivamente en Coronel Dorrego, lugar que algunos definían como “la Colombia chica” (por los buenos ingresos que aseguraba jugar aquí, los que se comparaban con la bonanza de entonces en el país cafetero).
Tiempos en que El Quequén de Oriente llegó a disputar la final del Torneo Argentino, sucumbiendo ante Atlético de Tucumán, que tenía entre sus figuras a Rafael Albretch (ex Estudiantes, San Lorenzo y Selección Nacional).
Momentos gloriosos, donde Independiente, Ferroviario, Oriente y el ya citado Quequén eran animadores en los torneos de la poderosa Liga tresarroyense.
Entre los 80 y 90 los ojos se centraron en la zona, llegando enorme cantidad de jugadores procedentes de Bahía Blanca, Tres Arroyos, Punta Alta y hasta algunos desde La Plata o Buenos Aires.
A partir del 2000 las miradas se orientaron a otras plazas, como Tandil o Mar del Plata.
Llegaron jugadores en plenitud, entregando lo mejor y aportando conocimientos a entrenadores y compañeros locales.
Algunos vinieron únicamente “con el nombre”, con los antecedentes de un pasado glorioso que contrastaba con un presente gris.
Muchos se conformaron con jugar 90 minutos cada domingo y tener la seguridad de cobrar buenas cifras y con la frecuencia acordada.
A diferencia de otras ligas, Dorrego se hizo un nombre: no solo se pagaba bien, sino que se cumplía siempre.
Hubo también los que demostraron su jerarquía, los que se pusieron la camiseta de la institución que representaron.
Se incorporó a la consideración popular una frase: “para pelear el titulo hay que armar un equipo competitivo y sumar refuerzos”.
Antes de que nuestra Liga fijara un cupo de foráneos, varios equipos se armaron con la base de “los de afuera”. En algunos casos obedecía a la carencia de elementos propios, en otros: a la búsqueda de un equipo que pudiera garantizar éxitos. (cosa que no siempre ocurrió)
La inversión en jugadores produjo desatender obligaciones de índole institucional, postergar obras o cancelar proyectos.
Pero además y esto resulta el saldo más negativo: postergó a muchos pibes, clausuró sus ilusiones de llegar a primera y motivó que algunos dejarán la práctica del fútbol o partieran hacia otras entidades.
El patrimonio de cualquier club son sus jugadores, especialmente todos aquellos que han sido formados en sus inferiores; donde debe incluirse como un dato mayor: el costo que implica mantener estas divisiones. En realidad se trata de una inversión, que en reiteradas ocasiones no se aprovechó convenientemente.
Para algunos chicos fue importante tener espejos donde mirarse, referentes con “buena chapa” que les aportaron conocimientos. Pero no es menos cierto que varios “cuatro de copas” cobraron como crack, sin ser superiores a los locales.
A partir de la idea de Carlos Prado, el club Independiente fue pionero en incursionar en el fútbol infantil, mientras que Ferroviario siguió ese camino, que posteriormente completó Villa Rosa.
Ya sea en este tipo de competencias, como en las divisiones menores, las instituciones locales han contado con el aporte de valiosos instructores, que en sus tiempos y con diferentes estilos dejaron una marca imborrable.
Entre los orientadores externos, el aporte más significativo lo brindó Rodolfo Carapella, quién a instancias de la entonces Comisión Directiva roja que conducía Hugo Saiz, dejó múltiples enseñanzas y una línea que se mantuvo por años. Debe recordarse que en mérito a sus conocimientos, Carapella integró el cuerpo técnico de César Luis Menotti en Boca Juniors.
Resultó importante la presencia de un ex profesional (campeón del mundo con Boca), como José Luis Tesare, entregando consejos y lecciones a partir de una experiencia incomparable, primero en Suteryh y luego en Ferroviario.
No debe olvidarse el paso de Alejandro Papasidero, Luis Alberto Díaz, “el negro” Oviedo y el ya veterano “loco Alarcón”.
No debe desmerecerse la participación de técnicos lugareños, que en algunos casos lograron perfeccionarse y en otros valerse de sus notables condiciones técnicas o humanas para la consolidación de grupos, resultando excluyente la participación de Carlos Yezzi, en el armado de las divisiones inferiores aurinegras.
Hay que citar un antecedente previo a las Escuelas de Fútbol, donde una mujer resultó clave en la conformación de los planteles del club Villa Rosa: Alicia Montero, desde la canchita del Barrio Atepam se constituyó en una figura emblemática, que alguna vez obligará a concretar el postergado homenaje que merece.
No pueden pasar por alto distintos nombres de técnicos que contribuyeron al fortalecimiento del fútbol menor, algunos trabajando en forma directa, otros promoviéndolos a Primera División. Me permito citar a algunos de ellos, disculpándome por las omisiones involuntarias que puedan surgir en la difusión de un listado que guardo en mi ya frágil memoria:
Carlos Prado, Mario Otero, Julio Astiasarán, Edel Fernández, Rolando Larsen, “Pepito” Raciatti, Roberto Roth, Pedro Cansina, “Tato” Grifoll, Raúl “pata” Suarez, Fermín Fernández, Javier Eduardo Fernández, Pablo Bahía, José Oronás, Gustavo di Rado, Gustavo Colares, Ruben Balestra, Marcelo Sola, Florencio Fernández, Leandro Iribarren, Sebastián Pérez, Armando di Meglio, Ariel Tejada, “Piturri” Torres, Sergio Yessy, Ruben Palacio, Raúl Banegas, Juan Pablo Marquez, Carlos Massanet, Osvaldo Menna, Juan Giannechini y Enrique Auday, entre muchos otros.
Entre dirigentes y colaboradores, se puede nombrar a algunos de ellos, como: Ernesto Elisalde, Concilio Montecalvo, Orlando Bayón, Silvano Peláez, Nelson Di Marco, Néstor Fuertes, Armando D´Annunzio, Esteban Larsen, Omar Crocci, Juan Ripoll, Ogue Natalio Madariaga, Osvaldo Cuervo, Enrique Dichiara, Manuel Fernández, y Roberto Rochat.
No debe olvidarse que algunos chicos locales trascendieron fuera de nuestro ámbito, alistándose en equipos profesionales.
Asimismo deben tenerse en cuenta las buenas actuaciones de Selecciones juveniles, como la conducida por “Beto” Astiasarán, de igual modo la última presentación del Sub 15, primero de la mano de Ruben “Pinino” Palacios y luego con la gestión de Osvaldo “Cuty” Menna. En los Torneos “La Provincia” 2008, fue positiva la experiencia de seleccionar un plantel municipal, tarea a cargo del estudioso y capaz “Tato”Grifoll.
En lo concerniente a preparación física, merece un párrafo aparte la tarea de Matías Rico.
La crisis obliga a “parar la pelota”, los gastos fijos de las entidades se constituyen en una luz de alerta, además de los costos que implica la organización futbolística (mantenimiento de cancha, vestuarios en condiciones, indumentaria, pago árbitros, vigilancia, etc.).
Las billeteras están “flacas”, los cheques “vuelan” en bandada y los ingresos (que deben provenir de la comunidad) son una incógnita.
Con este panorama se ha vuelto imprescindible mirar hacia adentro.
Será cuestión de motivar a los descontentos, de incentivar a los que están desmotivados, de crear la sana competencia que lleve a la superación deportiva.
Al fin de cuentas… “Volver a las fuentes” significará recuperar un principio institucional, que muchos clubes en su afán de lograr campeonatos, hace tiempo habían olvidado.