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"Mojar la oreja", según nuestro Lunfardo significa: desafiar, provocar.

En definitiva es una frase que simboliza el reto a pelear con alguien.

En otras épocas, tanto en el barrio como en la escuela se daban diversas actitudes, una de ellas era: “mojar la oreja”, acción que consistía en echarse saliva en una mano y con las babas tocarle la oreja a un contrincante.

A veces esto provocaba la pelea; de lo contrario, el rival aceptaba la sumisión.

Un nuevo caso de daños producidos en bolsones de cereales se registró en nuestra jurisdicción.

En menos de cuarenta días es el segundo que se registra, siendo en esta ocasión el productor agropecuario, Diego Hollender, el afectado.

Al decir de fuentes confiables, más de una veintena de estos “silos bolsa” fueron seriamente dañados.

Se recuerda que el primer hecho aconteció a fines de enero, ocasión en que unas cuarenta unidades con cereal, pertenecientes a la firma local Raúl H. Pérez, resultaron destrozadas.

En el lugar de los sucesos (un establecimiento de campo, ubicado sobre ruta 3, en proximidades de la localidad de El Perdido) volvieron a observarse las ya clásicas pintadas contra el Capitán Pablo Correa, siendo la tercera vez que leyendas dirigidas al titular de la Policía local forman parte de este “aceitado accionar”.

Un dato mayor debe consignarse: la total impunidad con que actúan.

Recurriendo al archivo se pueden rescatar las declaraciones del funcionario, quién en la primera ocasión y restándole importancia al tema expresó: “es un acto de cobardía de algún viejo conocido" y dijo que el hecho lo tiene "sin cuidado". "El daño se lo hicieron a la empresa y no a mí", sostuvo el Policía en diálogo con LA DORREGO, al tiempo que confió sentirse "tranquilo" frente a lo ocurrido.

En tanto que a principios de Marzo instalaciones de la firma Castell, en la zona de Calvo, fueron las elegidas para las pintadas, diciendo Correa: "Se trata de un hecho algo extraño porque ocurrió en un lugar alejado de la ciudad", evaluó el Policía, al tiempo que sostuvo que "los autores no serían los mismos que dejaron los mensajes en los silos de Raúl Pérez" en enero pasado ya que "en esta oportunidad no usaron la misma pintura, la letra era diferente y había palabras con faltas de ortografía". Se supo además que los desconocidos no provocaron destrozos en el lugar, tal como sugerían las primeras informaciones.

Tal como lo exprese oportunamente, no es común que este tipo de situaciones se den en nuestro ámbito, no recordándose sucesos de estas características, donde el Comisario resulta el destinatario de tan particulares mensajes.

A pesar de la liviandad con que se ha tratado el tema desde la propia fuerza y del silencio político imperante, no es menos cierto que estas cuestiones merecen una pronta solución, debiendo ponerse cartas decididas en un asunto relevante.

Lejos de lo que suponen algunos: que existe una delincuencia controlada y molesta por ello, los autores de estos hechos actúan con total impunidad y con “una libertad de acción” demasiado llamativa.

No se trata de pintorescos o románticos grafittis callejeros, tampoco de pintadas agresivas en algún paredón de la ciudad, sino de pergeñadas tareas delictivas con tres objetivos bien definidos y, hasta el momento plenamente cumplidos:

1.- Producir un daño importante.

2.- Dirigir mensajes claros y concretos al jefe policial dorreguense.

3.- Que los casos tengan repercusión. (Las firmas elegidas para este tipo de tropelias, son ampliamente conocidas en nuestro ámbito y están relacionadas al agro, la principal producción local.

Un cúmulo de interrogantes surge como inevitable tener que formular:

¿Cuál es el propósito de asumir tanto riesgo para producir sólo daños?

¿Quieren demostrar que están en condiciones de concretar otro tipo de delitos?

¿Cuentan con tanta logística y estructura estos individuos, para concretar tranquilamente este tipo de accionar vandálico?

¿Habrá que esperar que se repitan nuevos hechos?

¿Puede surgir un mensaje más grave?

¿A nadie resulta sospechosa la frecuencia con qué se han llevado a cabo?

¿Por qué razón se pretende quitarle trascendencia a los sucesos?

¿No es sugestivo que en forma reiterada el máximo responsable de “la seguridad”, sea el elegido para estas osadas pintadas?

¿Seguirá minimizando el Capitán Correa: las inscripciones que aluden a su persona (que dicen no preocuparle) y los perjuicios que impactan en terceros, tampoco le importan?

¿Qué dice el titular de la Distrital, Capitán Rincón?

¿Qué explicaciones ha solicitado el Inspector Pablo Otero, titular de la Departamental Tres Arroyos?

¿Qué piensa el Señor Intendente de esta secuencia de casos?¿Es verdad que un familiar del último damnificado lo llamó para pedirle respuestas?

¿Qué acciones ha emprendido el Foro de Seguridad?

¿La “interna policial” está dentro de las líneas de investigación de la Justicia? ¿Ha sido descartada? ¿Han existido avances en la dilucidación de los casos anteriores?

Ante la pasividad existente y los pocos avances en la resolución de estos casos, solo queda recurrir al lenguaje policial para tratar de encontrar alguna respuesta a tantos interrogantes: ¡Sin novedad!