Resulta frecuente mencionar a las “siete plagas de Egipto” cuando alguien vive momentos difíciles o se suceden en forma frecuente una serie de desgracias.
Introduciéndonos brevemente en la historia, en realidad las plagas son diez (en esta reducción nada tiene que ver el actual INDEC), originándose cuando Tutmosis III (Faraón de Egipto) se niega a aceptar el pedido de Moisés y Aarón, para que permitiera emigrar al pueblo a Israel.
Ante la negativa de éste se le envía un castigo por cada una de las negaciones, consistentes en: la transformación de las aguas del Nilo en sangre, una invasión de ranas, una plaga de piojos,otra plaga de moscas, la muerte del ganado, una epidemia de úlceras, una granizada destructiva, una plaga de langostas, unas tinieblas permanentes y la muerte de los primogénitos egipcios.
A la luz de los padecimientos que venimos atravesando, puede decirse que los argentinos estamos padeciendo “las siete plagas K”, aunque a diferencia de lo que relata La Biblia, los emisarios que pidieron cambios no fueron dos, sino la expresión legitima y genuina del voto de millones de argentinos en las pasadas elecciones del 28 de Junio.
Tal como el Faraón (terco y soberbio), siguen actuando muchos de nuestros gobernantes, encerrados en su reino, reconfortados con los aplausos que les dispensa un privilegiado círculo de adulones, incapaces de reconocer errores, poco proclives a los cambios.
Demasiados golosos y avaros: repartiendo en pocas porciones “la torta del poder”.
A pesar del paso del tiempo algunas plagas guardan similitud: aunque hoy más diezmada su estructura, hemos vivido una verdadera “invasión de pingüinos”, los que se adaptaron sin mayores inconvenientes al nuevo ámbito de estadía, sin extrañar el hábitat natural patagónico.
Respecto a “la plaga de piojos”, la sentimos plenamente en cada uno de los bolsillos de los asalariados, trabajadores, sub-ocupados, pequeños productores y marginados.
“Los mosquitos reemplazan a las moscas”, resultando “el dengue” una de las enfermedades que nos acecha por estos días, pero que desde hace años viene siendo parte de los mensajes sanitarios que remite la pobreza.
Si bien no puede adjudicársele al matrimonio presidencial sus culpas, “la muerte del ganado” y el fracaso de las últimas cosechas está directamente asociado a una cuestión natural: una de las sequías más contundentes de las que se tenga conocimiento.
“La plaga de tucuras” reemplazo a sus primas (las langostas) y especialmente en el sur bonaerense ocasionó importantes perdidas en numerosos sembrados.
“La epidemia de úlceras” tiene una devastadora referencia en la presencia virulenta de “la epidemia de Gripe A”, circunstancia que ha provocado múltiples inconvenientes en materia de salud, unas 200 victimas y numerosos perjuicios económicos.
“La granizada” tuvo otras formas de impactar en la gente, pudiendo comparar esta plaga con “el tarifazo de gas”, consecuencia del polémico Decreto 2067/08, causando verdaderos estragos en los sorprendidos y desprotegidos usuarios, que con calefactores y hornallas al mínimo encuentran en la puteada y la bronca la forma más económica de estar “constantemente calientes”…
“Las tinieblas permanentes” todavía no las estamos sufriendo a pleno, pero no será extraño que esto acontezca a la brevedad, cuando lleguen “las facturas de electricidad” obligándonos a vivir a oscuras.
Hoy en la Argentina se producen innumerables muertes y no solo de “primogénitos”, sino de personas de diferentes edades. La desnutrición infantil, la falta de asistencia acorde, el desamparo, las adicciones, los accidentes de tránsito y la inseguridad son parte de los males que a diario cobran victimas en nuestro país.
Es necesario apelar a la racionalidad, al sentido común y al dialogo para que nunca más “las aguas del país se manchen de sangre”. Que sean la discusión de ideas, los debates serios, la tolerancia y el respeto por el pensamiento del otro los elementos que contribuyan a salir de esta encrucijada y, donde también la oposición tendrá que asumir con responsabidad e hidalguía su rol, dejando a un lado especulaciones, miserias, chicanas y conveniencias partidarias.
Es de esperar que las plagas que hoy nos afectan morigeren sus nocivos efectos y que nos permitan disfrutar de mejores días: en paz, en armonía y en una Argentina que incluya a todos.
Eso sí y que quede claro, a diferencia del final abrupto que tuvo el Faraón y a pesar de “los gorilas” disfrazados con la piel democrática de “buenos corderos” que alientan otro final: La Señora Presidenta deberá cumplir el mandato presidencial tal como lo marca nuestra Constitución y como lo decidió la mayoría.