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"Entre la ética periodística y la realidad insoslayable" Por Hugo César Segurola

Distintos manuales de ética periodística recomiendan extremar los cuidados en lo referido a la difusión de noticias de suicidios, evitando el sensacionalismo y el detalle de todo tipo de dato macabro o imágenes del hecho.

Distintas opiniones coinciden en cuanto a “lo contagioso” que resulta el suicidio, existiendo ejemplos de seguidilla, tal como años atrás se registró en una población de Santa Fe.

Sobre estas cuestiones se expresó en su momento la Organización Mundial de la Salud (OMS), brindando una serie de datos sobre el tema y sugiriendo como actuar, tanto en la información de un trágico suceso, como así también en cuestiones preventivas, donde la prensa juega un papel trascendente.

Estas son algunas de las reflexiones que formula el documento de la OMS sobre el tema:

“La mayoría de las personas que se plantean la idea del suicidio “son ambivalentes, no están seguras de querer morir”.

Además sostiene que “uno de los diversos factores que pueden llevar a una persona vulnerable al suicidio es la publicidad sobre este tema en los medios de comunicación”.

“Existe evidencia suficiente para sugerir que algunas formas de cubrimiento periodístico real del suicidio están asociadas con un exceso en suicidios estadísticamente significativo; y el impacto parece ser mayor entre la gente joven”.

Según la OMS, los clínicos y los investigadores reconocen que así como cierto tipo de cubrimiento noticioso “puede aumentar” el comportamiento suicida en poblaciones vulnerables, a la inversa, ciertos tipos de cubrimiento “pueden ayudar” a prevenir la imitación del comportamiento suicida.

El organismo menciona que existe siempre la posibilidad de que la publicidad sobre el suicidio pueda hacer que éste parezca “normal". “Una cobertura repetitiva y continua del suicidio tiende a inducir y a promover pensamientos suicidas, particularmente entre los adolescentes y los adultos jóvenes”.

“Informar del suicidio de manera apropiada, exacta y potencialmente útil a través de los medios puede prevenir una trágica pérdida de vidas”.

El informe establece que las tasas de suicidio se expresan normalmente como el número de muertes por suicidio por cada 100.000 habitantes.

“Si las tasas reportadas se refieren a poblaciones pequeñas, se requiere actuar con mucha precaución, debido a que unas pocas muertes pueden cambiar radicalmente el panorama”, sostiene el informe de la OMS.

Suicidios en Coronel Dorrego: “un tema para analizar y actuar”

Los oyentes de la radio en particular y los vecinos en general, saben que el tratamiento de los medios locales en este tipo de hechos se corresponde con la ética, el respeto a la familia de la victima y el sentido común.

No obstante hay que decir también, que “el público” (o parte de él) en su voracidad informativa, suele molestarse cuando no se brindan detalles o directamente no se propala la información pertinente.

Hay quienes pueden preguntarse: ¿La no difusión de una noticia implica que el problema no exista?

Y la respuesta surge clara: ¡De ninguna manera…!

El planteo que expongo tiene que ver con los resguardos de la difusión, sin que ello se convierta en sinónimo de: “desconocer, “ocultar, o minimizar el doloroso impacto de tan desgraciadas circunstancias.

Resultaría grosero y hasta inapropiado teorizar sobre causas, pero algo surge obvio y preocupante para una población pequeña como la nuestra: “la sucesión de casos de suicidios acaecidos y donde la mayor parte de ellos tuvo como lamentables protagonistas a jóvenes”. Ese es un indicador que amerita prestar atención y -con mucha seriedad y en los ámbitos que corresponda- concretar su decidido abordaje

No se trata de cargar tintas o buscar culpables.

Es imprescindible analizar estadísticas, compararlas con otros sitios y fundamentalmente proyectarlas a nuestra densidad demográfica.

Pero más importante aún es preguntarnos:

¿Qué pasa con nuestros jóvenes?

¿Cuáles son los índices de deserción escolar?

¿De qué forma impacta el flagelo de la droga y otras adicciones en estos grupos?

¿Cuántos jóvenes en la franja de 18 a 25 años disponen de un trabajo formal? ¿Cuántos viven de changas? ¿Cuántos no cuentan con un ingreso fijo?

¿Qué cantidad de mamás y papás adolescentes existen?

¿Creció el vandalismo, la violencia callejera, la delincuencia juvenil?

¿Cuántos jóvenes no tienen coberturas sociales, alimentación acorde, vivienda digna y servicios esenciales?

¿Solamente tenemos en cuenta socialmente a los exitosos?

¿Se piensa y se considera a los marginados?

¿Contener implica solo asistencialismo?

¿Qué herramientas se brindan para que muchos postergados se sientan útiles y con ganas de desarrollarse?

Temerario sería suponer que en estas preguntas se puedan encontrar las causas de tantos suicidios. Pero quizás en algunas de sus respuestas se descubran los muchos problemas que afligen a una parte de la juventud, que se siente aislada, incomprendida, quebrada y en algunos casos, lamentablemente: “en riesgo cierto de vida”…