En mi retorno a la radio el primero de setiembre del año pasado, inicie este programa con la lectura de una nota que reunía sensaciones particulares, situaciones transcurridas desde mi alejamiento en 2.007 y expectativas de cara el nuevo desafío.
Lejos estaba de suponer que aquel trabajo se convertiría en el primero de una larga lista de expresiones, que diariamente llegan a los oyentes.
La nota editorial se convirtió en una gimnasia diaria, que exige de mi parte: predisposición, tiempo, razonamiento y creatividad.
Habrán comprobado también, que los dos últimos elementos no están siempre en mis trabajos. Algunos hasta podrán decir que ambos se convierten en carencias frecuentes.
No obstante las falencias arguméntales y conceptuales que pueden existir, la nota es aguardada con expectativas por parte del público, convirtiéndose en una sección clásica y difícil de poder suprimir.
¿Qué se entiende por editorial?
En cualquier libro o manual de periodismo, se pueden encontrar definiciones como éstas:
“La prensa añade a sus funciones de informar e interpretar una tercera que es la de opinar acerca de la actualidad. Distintas fórmulas periodísticas, que se pueden definir como géneros de opinión, tratan de desarrollar esta función.
Una de estas fórmulas es la del editorial. El editorial es un artículo de opinión que no va firmado por ninguna persona pero que recoge la opinión institucional y colectiva del periódico o revista. Ese carácter institucional otorga a este tipo de artículos una gran trascendencia pública. Los lectores pueden conocer la opinión abierta y directa del medio sobre distintos temas de actualidad, así como sus planteamientos ideológicos implícitos.
Todos los editoriales opinan acerca de noticias aparecidas en ese mismo número o en números recientes. Los temas de actualidad tratados en un editorial suelen ser aquellos que entrañan una mayor trascendencia y una gran importancia. Pueden versar sobre asuntos políticos, económicos, sociales, etc.
Se pueden encontrar editoriales más polémicos, más fríos, más contundentes, más explicativos, más expositivos o más combativos, según sea la postura sostenida por el medio.”
Algunas diferencias entre “el editorial” y “la nota editorial” de “Después de todo”
Atento a las definiciones anteriores, considero necesario señalar sobre las diferencias existentes entre esta modalidad periodística y mis columnas.
No se trata de la opinión del medio, sino de la libre expresión del conductor de un espacio, gestado en forma independiente.
No hay consultas previas, discusión sobre el tema a tratar o formas de encararlo. Se trata de emitir un punto de vista sin tener que someterlo a “censura previa” o exponerlo al análisis de terceros.
No elude la responsabilidad del autor, ya que la firma de cada una de ellas da identidad al pensamiento.
No necesariamente se abordan temas de la actualidad, ya que en muchos casos los artículos giran en torno de historias públicas o hechos personales, constituyéndose en una suerte de semblanzas.
Si bien el mensaje se propala radialmente, cuentan con un soporte adicional importante a través de Internet, ya sea desde la página de “la Dorrego”, como de Helados Jet (auspiciante del ciclo); como así también su prolongación escrita mediante la entrega semanal de Ecos de mi Ciudad.
A partir del agregado de la palabra “nota”, otorgue a la misma condición femenina, dejando la masculinidad de “el editorial”.
¿Qué significa escribir una nota editorial todos los días?
Ante todo esfuerzo y responsabilidad, ya que no siempre resulta fácil encontrar temas o a veces (inspiración), para cumplir con este compromiso que se ha convertido en costumbre de los oyentes.
Aún más difícil se hace la tarea, si se tiene en consideración que estos artículos están circunscriptos (mayoritariamente) a cuestiones estrictamente locales.
Justo es destacar que uno también encuentra ayuda, en este caso vecinos que sugieren temas, que aportan datos, también el hecho de tener un contacto permanente con la calle permite detectar circunstancias, descubrir a veces en una imagen o en una palabra la posibilidad de una historia.
No debo dejar de lado el invalorable aporte de Patricia Álvarez, muy atenta “al día a día”, a noticias y acontecimientos que puedan servir como base de una editorial.
También debo decir que esta columna reúne dos acciones propias del periodismo: objetividad y subjetividad.
La primera está contemplada en la difusión de hechos tal cual suceden, la segunda está referida a la “opinión pura”, al “punto de vista” personal que muchas veces puede ser discutido, que no siempre encuentra coincidencia plena.
La opinión formulada masivamente implica riesgos, pero también produce adhesiones, despierta afectos y muchas veces ofrece la posibilidad de “instalar temas”, de generar debates, de poner sobre la mesa de la discusión un amplio arco de expresiones.
Una nota de estas características implica investigación, obliga a retornar a “las viejas fuentes”, a recorrer el archivo, a repasar viejos libros o diarios, a ir por un rato a contramano de la tecnología. En este caso “Google” no facilita cosas, no entrega información al instante, no resuelve las dudas o los interrogantes.
Volver a las páginas del pasado me ha permitido encontrarme con recuerdos, con rostros que se han vuelto amarillentos desde viejas fotografías, con acciones y personas que han quedado olvidadas, injustamente marginadas, ya sea por desconocimiento o peor aún: por indiferencia.
Algo más que un número…
Llegar a la editorial 200 es un pequeño suceso individual, una cifra que se convierte en mojón de un camino que conoce su principio, pero no sabe su final.
200 editoriales significan dos horas diarias (a veces más) de estar sentado ante la computadora escribiendo un texto, que no lleva más de 10 minutos leerlo…y apenas un instante olvidarlo.
200 editoriales han encerrado nombres, momentos, informaciones, acciones y olvidos. Han ofrecido una vuelta por el pasado, también un indispensable recorrido por el presente.
200 editoriales representan un minúsculo número en el infinito de la comunicación cotidiana.
200 editoriales se constituyen en caudal importante de material para el sueño del libro que contenga a muchas de ellas.
200 editoriales me han expuesto a la critica y al elogio, han tenido matices de opinión diversas en el público. A fuerza de ser sincero, han sido demasiadas las caricias, que no creo merecer, pero que agradezco y que muchas veces han contribuido a soportar heridas más dolorosas que una consideración divergente.
Para el final recurro a la frase de mi amigo Gustavo Blázquez, la que surge como sumamente acorde para interpretar esta cifra. Aunque “cualitativamente” no hayan sido significativas, desde lo cuantitativo: 200 editoriales…”no son poca cosa”.
Lejos estaba de suponer que aquel trabajo se convertiría en el primero de una larga lista de expresiones, que diariamente llegan a los oyentes.
La nota editorial se convirtió en una gimnasia diaria, que exige de mi parte: predisposición, tiempo, razonamiento y creatividad.
Habrán comprobado también, que los dos últimos elementos no están siempre en mis trabajos. Algunos hasta podrán decir que ambos se convierten en carencias frecuentes.
No obstante las falencias arguméntales y conceptuales que pueden existir, la nota es aguardada con expectativas por parte del público, convirtiéndose en una sección clásica y difícil de poder suprimir.
¿Qué se entiende por editorial?
En cualquier libro o manual de periodismo, se pueden encontrar definiciones como éstas:
“La prensa añade a sus funciones de informar e interpretar una tercera que es la de opinar acerca de la actualidad. Distintas fórmulas periodísticas, que se pueden definir como géneros de opinión, tratan de desarrollar esta función.
Una de estas fórmulas es la del editorial. El editorial es un artículo de opinión que no va firmado por ninguna persona pero que recoge la opinión institucional y colectiva del periódico o revista. Ese carácter institucional otorga a este tipo de artículos una gran trascendencia pública. Los lectores pueden conocer la opinión abierta y directa del medio sobre distintos temas de actualidad, así como sus planteamientos ideológicos implícitos.
Todos los editoriales opinan acerca de noticias aparecidas en ese mismo número o en números recientes. Los temas de actualidad tratados en un editorial suelen ser aquellos que entrañan una mayor trascendencia y una gran importancia. Pueden versar sobre asuntos políticos, económicos, sociales, etc.
Se pueden encontrar editoriales más polémicos, más fríos, más contundentes, más explicativos, más expositivos o más combativos, según sea la postura sostenida por el medio.”
Algunas diferencias entre “el editorial” y “la nota editorial” de “Después de todo”
Atento a las definiciones anteriores, considero necesario señalar sobre las diferencias existentes entre esta modalidad periodística y mis columnas.
No se trata de la opinión del medio, sino de la libre expresión del conductor de un espacio, gestado en forma independiente.
No hay consultas previas, discusión sobre el tema a tratar o formas de encararlo. Se trata de emitir un punto de vista sin tener que someterlo a “censura previa” o exponerlo al análisis de terceros.
No elude la responsabilidad del autor, ya que la firma de cada una de ellas da identidad al pensamiento.
No necesariamente se abordan temas de la actualidad, ya que en muchos casos los artículos giran en torno de historias públicas o hechos personales, constituyéndose en una suerte de semblanzas.
Si bien el mensaje se propala radialmente, cuentan con un soporte adicional importante a través de Internet, ya sea desde la página de “la Dorrego”, como de Helados Jet (auspiciante del ciclo); como así también su prolongación escrita mediante la entrega semanal de Ecos de mi Ciudad.
A partir del agregado de la palabra “nota”, otorgue a la misma condición femenina, dejando la masculinidad de “el editorial”.
¿Qué significa escribir una nota editorial todos los días?
Ante todo esfuerzo y responsabilidad, ya que no siempre resulta fácil encontrar temas o a veces (inspiración), para cumplir con este compromiso que se ha convertido en costumbre de los oyentes.
Aún más difícil se hace la tarea, si se tiene en consideración que estos artículos están circunscriptos (mayoritariamente) a cuestiones estrictamente locales.
Justo es destacar que uno también encuentra ayuda, en este caso vecinos que sugieren temas, que aportan datos, también el hecho de tener un contacto permanente con la calle permite detectar circunstancias, descubrir a veces en una imagen o en una palabra la posibilidad de una historia.
No debo dejar de lado el invalorable aporte de Patricia Álvarez, muy atenta “al día a día”, a noticias y acontecimientos que puedan servir como base de una editorial.
También debo decir que esta columna reúne dos acciones propias del periodismo: objetividad y subjetividad.
La primera está contemplada en la difusión de hechos tal cual suceden, la segunda está referida a la “opinión pura”, al “punto de vista” personal que muchas veces puede ser discutido, que no siempre encuentra coincidencia plena.
La opinión formulada masivamente implica riesgos, pero también produce adhesiones, despierta afectos y muchas veces ofrece la posibilidad de “instalar temas”, de generar debates, de poner sobre la mesa de la discusión un amplio arco de expresiones.
Una nota de estas características implica investigación, obliga a retornar a “las viejas fuentes”, a recorrer el archivo, a repasar viejos libros o diarios, a ir por un rato a contramano de la tecnología. En este caso “Google” no facilita cosas, no entrega información al instante, no resuelve las dudas o los interrogantes.
Volver a las páginas del pasado me ha permitido encontrarme con recuerdos, con rostros que se han vuelto amarillentos desde viejas fotografías, con acciones y personas que han quedado olvidadas, injustamente marginadas, ya sea por desconocimiento o peor aún: por indiferencia.
Algo más que un número…
Llegar a la editorial 200 es un pequeño suceso individual, una cifra que se convierte en mojón de un camino que conoce su principio, pero no sabe su final.
200 editoriales significan dos horas diarias (a veces más) de estar sentado ante la computadora escribiendo un texto, que no lleva más de 10 minutos leerlo…y apenas un instante olvidarlo.
200 editoriales han encerrado nombres, momentos, informaciones, acciones y olvidos. Han ofrecido una vuelta por el pasado, también un indispensable recorrido por el presente.
200 editoriales representan un minúsculo número en el infinito de la comunicación cotidiana.
200 editoriales se constituyen en caudal importante de material para el sueño del libro que contenga a muchas de ellas.
200 editoriales me han expuesto a la critica y al elogio, han tenido matices de opinión diversas en el público. A fuerza de ser sincero, han sido demasiadas las caricias, que no creo merecer, pero que agradezco y que muchas veces han contribuido a soportar heridas más dolorosas que una consideración divergente.
Para el final recurro a la frase de mi amigo Gustavo Blázquez, la que surge como sumamente acorde para interpretar esta cifra. Aunque “cualitativamente” no hayan sido significativas, desde lo cuantitativo: 200 editoriales…”no son poca cosa”.