“Malena canta el tango como ninguna
y en cada verso pone su corazón.
A yuyo del suburbio su voz perfuma,
Malena tiene pena de bandoneón.
Tal vez allá en la infancia su voz de alondra
tomó ese tono oscuro de callejón,
o acaso aquel romance que sólo nombra
cuando se pone triste con el alcohol.
Malena canta el tango con voz de sombra,
Malena tiene pena de bandoneón”.
(Homero Manzi)
Fue en el campo donde comenzó su pasión por la música, por sentidas letras y acordes que se ganaron un lugar en sus oídos, que su alma logró retener para siempre.
En su querida y hoy centenaria Escuela 10 de Calvo, su mente de niña imaginó escenarios futuros y fue así que en diversos actos escolares fue dejando sentidas expresiones que encontraron la respuesta de repetidos 10 en su boletín, en “artística”.
Felices tiempos de la niñez, dominado por el entorno rural, con la compañía de sus tres hermanos varones, hoy la única exponente de una familia trabajadora: “chacareros de los de antes…esos que casi no existen, esos que ya no volverán.”
Si uno pretende recorrer los caminos de su vida, encontrará como invariable referencia “el tango”, es que la música ciudadana se ganó un lugar irremplazable en una pasión que expresa con la voz y el corazón.
En definitiva la música ha sido compañera permanente de sus días, también de sus noches.
Lejanos bailes de ayer en las localidades de la zona, aquellos que servían para compartir el afecto y la amistad, que permitían al ritmo de una orquesta disfrutar de prolongados encuentros y a veces también, hallar en un vals o una milonga compartida un camino hacia el amor.
Fue de visitante (en San Román) donde en un baile entabló una relación para toda la vida con Osvaldo (Poggio), la que le daría luego la alegría grande de dos hijos: Griselda y Marcos, nietos y hasta una bisnieta.
Pero ella es como “Malena”, parece no existir otra cosa en su vida, que no sea sentir o expresarse a través del tango: una reunión familiar, un encuentro social, un acontecimiento escolar o un escenario la encuentran siempre predispuesta para dejar lo mejor del sentimiento.
En el momento de cantar no anduvo con “cosas chicas”, habiendo desfilado por peñas, teatros, estudios de radio o televisión diversos y encontrando el respaldo de personalidades tangueras de la región como Hugo Marozzi, Néstor Volpe, Nora Roca o Ricardo “Pocho” Majluf entre otros.
“Tinta Roja”, “Sur”, “Destellos”, “Dos extraños” y “La última curda” surgen como habituales en su variado repertorio. “De mi barrio”, resulta obligado pedido por parte de sus fieles seguidores.
¿Quién rescató la geografía rural en su nombre artístico?
¿Fue una decisión personal?
No fue otro que el respetado maestro Hugo Marozzi, quién sugirió dejar de lado su apellido “tano” o el de su esposo, para disponer de una identidad como cantante, cercana a sus raíces rurales.
Antes Osvaldo disimuladamente se iba en medio de su actuación, prefería “escucharla desde afuera”. Hoy se queda, disfruta de cada momento y se encarga de recibir las felicitaciones y los halagos que despierta “su esposa cantora”.
Nelly del Campo: la que “cambió identidad” sin olvidarse nunca del Di Crocce paterno.
Nelly del Campo: la que se despierta con un tango, la que vive al compás del 2 x 4, la que en las noches sueña la consagración que algún día habrá de llegar.
Nelly del Campo: la que vibró de emoción y a Teatro lleno, en el homenaje a Santina.
Nelly del Campo: la que se transformó “en paisano”, contando particulares historias en el locro del 25 de Mayo, en su querido club Calvo.
Nelly del Campo: la que en recuerdos retorna a sus días de niña, marchando en sulky hacia su “escuelita de chapas”, la que sigue recorriendo en las imágenes que anidan en su mente, paisajes limpios y puros, con gente simple y con vecinos que nunca se olvidan.
Nelly del Campo: la que con emocionada voz y con la compañía de Oscar Luís y Boggón se permitió cantarle a “su señorita Angélica”, desde la coqueta estructura de cemento de la remozada Escuela 10, en el acto de padrinazgo.
Nelly: la mujer simple, desprejuiciada, auténtica y buena vecina.
Nelly: la que vivió años largos en el campo, la que disfruta los años nuevos de una ciudad que recorre a diario.
Nelly: la que suma un año más a su positivo calendario de vida.
Nelly Di Crocce en el documento de identidad.
Nelly Poggio en la ligazón eterna que mantiene con su querido y respetado esposo.
Nelly del Campo: apasionada tanguera, artista, cantora.
Nelly del Campo: la “Malena dorreguense”, más que penas… tiene “alegrías de bandoneón”.
y en cada verso pone su corazón.
A yuyo del suburbio su voz perfuma,
Malena tiene pena de bandoneón.
Tal vez allá en la infancia su voz de alondra
tomó ese tono oscuro de callejón,
o acaso aquel romance que sólo nombra
cuando se pone triste con el alcohol.
Malena canta el tango con voz de sombra,
Malena tiene pena de bandoneón”.
(Homero Manzi)
Fue en el campo donde comenzó su pasión por la música, por sentidas letras y acordes que se ganaron un lugar en sus oídos, que su alma logró retener para siempre.
En su querida y hoy centenaria Escuela 10 de Calvo, su mente de niña imaginó escenarios futuros y fue así que en diversos actos escolares fue dejando sentidas expresiones que encontraron la respuesta de repetidos 10 en su boletín, en “artística”.
Felices tiempos de la niñez, dominado por el entorno rural, con la compañía de sus tres hermanos varones, hoy la única exponente de una familia trabajadora: “chacareros de los de antes…esos que casi no existen, esos que ya no volverán.”
Si uno pretende recorrer los caminos de su vida, encontrará como invariable referencia “el tango”, es que la música ciudadana se ganó un lugar irremplazable en una pasión que expresa con la voz y el corazón.
En definitiva la música ha sido compañera permanente de sus días, también de sus noches.
Lejanos bailes de ayer en las localidades de la zona, aquellos que servían para compartir el afecto y la amistad, que permitían al ritmo de una orquesta disfrutar de prolongados encuentros y a veces también, hallar en un vals o una milonga compartida un camino hacia el amor.
Fue de visitante (en San Román) donde en un baile entabló una relación para toda la vida con Osvaldo (Poggio), la que le daría luego la alegría grande de dos hijos: Griselda y Marcos, nietos y hasta una bisnieta.
Pero ella es como “Malena”, parece no existir otra cosa en su vida, que no sea sentir o expresarse a través del tango: una reunión familiar, un encuentro social, un acontecimiento escolar o un escenario la encuentran siempre predispuesta para dejar lo mejor del sentimiento.
En el momento de cantar no anduvo con “cosas chicas”, habiendo desfilado por peñas, teatros, estudios de radio o televisión diversos y encontrando el respaldo de personalidades tangueras de la región como Hugo Marozzi, Néstor Volpe, Nora Roca o Ricardo “Pocho” Majluf entre otros.
“Tinta Roja”, “Sur”, “Destellos”, “Dos extraños” y “La última curda” surgen como habituales en su variado repertorio. “De mi barrio”, resulta obligado pedido por parte de sus fieles seguidores.
¿Quién rescató la geografía rural en su nombre artístico?
¿Fue una decisión personal?
No fue otro que el respetado maestro Hugo Marozzi, quién sugirió dejar de lado su apellido “tano” o el de su esposo, para disponer de una identidad como cantante, cercana a sus raíces rurales.
Antes Osvaldo disimuladamente se iba en medio de su actuación, prefería “escucharla desde afuera”. Hoy se queda, disfruta de cada momento y se encarga de recibir las felicitaciones y los halagos que despierta “su esposa cantora”.
Nelly del Campo: la que “cambió identidad” sin olvidarse nunca del Di Crocce paterno.
Nelly del Campo: la que se despierta con un tango, la que vive al compás del 2 x 4, la que en las noches sueña la consagración que algún día habrá de llegar.
Nelly del Campo: la que vibró de emoción y a Teatro lleno, en el homenaje a Santina.
Nelly del Campo: la que se transformó “en paisano”, contando particulares historias en el locro del 25 de Mayo, en su querido club Calvo.
Nelly del Campo: la que en recuerdos retorna a sus días de niña, marchando en sulky hacia su “escuelita de chapas”, la que sigue recorriendo en las imágenes que anidan en su mente, paisajes limpios y puros, con gente simple y con vecinos que nunca se olvidan.
Nelly del Campo: la que con emocionada voz y con la compañía de Oscar Luís y Boggón se permitió cantarle a “su señorita Angélica”, desde la coqueta estructura de cemento de la remozada Escuela 10, en el acto de padrinazgo.
Nelly: la mujer simple, desprejuiciada, auténtica y buena vecina.
Nelly: la que vivió años largos en el campo, la que disfruta los años nuevos de una ciudad que recorre a diario.
Nelly: la que suma un año más a su positivo calendario de vida.
Nelly Di Crocce en el documento de identidad.
Nelly Poggio en la ligazón eterna que mantiene con su querido y respetado esposo.
Nelly del Campo: apasionada tanguera, artista, cantora.
Nelly del Campo: la “Malena dorreguense”, más que penas… tiene “alegrías de bandoneón”.