Orgulloso exhibía su condición de vecino más antiguo del lugar, título que ostentaba con placer, años largos que disimulaba con una sonrisa, que rescataba en recuerdos frescos cuando recurría al nutrido y ordenado archivo de su memoria, enumerando con llamativa precisión sobre datos, hechos, fechas y protagonistas de otros días.
¿Quién era el hombre aquel de los anteojos grandes y de la mirada buena?
¿Qué cosas atesoraba en su mente?
¿Qué mensajes ofrecía su corazón?
¿Por qué razones era merecedor de tanto respeto y bien ganado prestigio?
Era un referente sin proponérselo, sin reclamar que otros estuvieran a su lado, sin azuzar, sin discursos altisonantes.
Era guía sin ejercer voz de mando, lo hacía desde la fuerza que le daban sus convicciones, desde “la grandeza de su simpleza”.
Era voz autorizada y sin embargo no abundaban las palabras en los actos de su vida.
Era ejemplo desde la constancia, el trabajo, el respeto y la bondad que surgía en gestos sinceros.
Era tan común como su apellido, era importante como pocos y era uno más cuando el llamado a servir convocaba.
Era un hombre de “los de antes”, acostumbrado al compromiso de la palabra, respetuoso de las normas, guardián insobornable de los dineros públicos.
¿Se quedó con lo que era o decidió dar y comprometerse con el resto?
¿Fue mero espectador del paso de los sucesos o protagonista de muchos de ellos?
¿Pidió que otros se animaran o animó a otros para que siguieran su camino?
Fue un “hombre común” decidido a construir desde las quimeras, albañil de tantos sueños, arquitecto de muchas esperanzas y un obrero más cuando la obra llegaba al techo de la realidad.
Las instituciones ocuparon gran parte de sus desvelos, también de sus esfuerzos.
Siempre resultó de los primeros en acudir como un bombero al llamado comunitario.
Algunas cifras certifican con propiedad el aporte realizado, resultando en el balance del pueblo: un inigualable superávit de servicio.
- 23 años integró la Comisión de la Cooperadora de la Escuela Nro. 23, establecimiento que luego quedó unificada en la centenaria Escuela 4.
- 20 años fue Presidente de su Cooperadora.
- 25 años Presidente de la Sala de Primeros Auxilios.
- 10 años, 5 meses y 25 días (así le gustaba recordarlo) estuvo como Delegado Municipal, participando de distintos gobiernos.
A la par de su participación institucional, desarrolló durante décadas la actividad comercial, recordando en algunas oportunidades “la prosperidad” de otros tiempos, especialmente en la floreciente época donde el ferrocarril se constituyó en abanderado del progreso.
Aunque ya no se detenían los colectivos de larga distancia en su local y eran escasos (casi nulos) los parroquianos que se acercaban al mostrador o a sus prolijas mesas, él seguía estando siempre, como esperando que volvieran los viejos clientes, cumpliendo su misión, resistiéndose a ser un hombre pasivo.
A los 95 años se apagó la última llama de su iluminada vida.
Sentidas lágrimas de dolor y agradecimiento se “perdieron” en la despedida del ilustre habitante de José A. Guisasola.
Fueron ellos: un puñadito de vecinos en representación del resto, los que pidieron el testimonio a su obra.
Una calle habrá de llevar por siempre su nombre y en pocas letras estará presente el afecto eterno de todo El Perdido.
Teófilo García: aquel que en el 46 asumió la responsabilidad de una delegación, que honró desde la ética y el trabajo.
Teófilo García: abrazado a los recuerdos de su querida “confitería”, mostrando la reliquia de su vieja maquina de café, observando las arrugas del tiempo en el espejo de siempre y esperando sentir la bola ganadora en una mesa de billar silenciada.
Teófilo García: abanderado feliz en los 100 de su pueblo, ocultando en sus gruesos anteojos las lágrimas mezcladas con la lluvia de un cumpleaños vestido de gris.
Teófilo García: con el blanco guardapolvo de la nostalgia en el centenario de la Escuela 4.
Teófilo García: acompañante de su hijo “Carlitos” en los viajes a Dorrego, para concretar algún trámite, la consulta al médico y también para mostrar el impecable estado de un blanco Peugeot, que por años lo tuvo al volante.
Teófilo García: comerciante, dirigente, vecino, Delegado de “tiempo acumulado”.
Teófilo García: dará nombre a una calle por decisión de los vecinos, por consensuada Ordenanza del Concejo Deliberante, sin lugar a discusiones, sin necesidad de comparar pergaminos, sin margen para la objeción.
“Tito” García: seguirá siendo guía, camino, paso obligado y ante todo será “una arteria plena de bondad, altruismo y solidaridad.
“Tito” García: pocas letras para encerrar un espíritu gigante.
“Tito” García: más que un pedazo… “es la historia misma de El Perdido”.
¿Quién era el hombre aquel de los anteojos grandes y de la mirada buena?
¿Qué cosas atesoraba en su mente?
¿Qué mensajes ofrecía su corazón?
¿Por qué razones era merecedor de tanto respeto y bien ganado prestigio?
Era un referente sin proponérselo, sin reclamar que otros estuvieran a su lado, sin azuzar, sin discursos altisonantes.
Era guía sin ejercer voz de mando, lo hacía desde la fuerza que le daban sus convicciones, desde “la grandeza de su simpleza”.
Era voz autorizada y sin embargo no abundaban las palabras en los actos de su vida.
Era ejemplo desde la constancia, el trabajo, el respeto y la bondad que surgía en gestos sinceros.
Era tan común como su apellido, era importante como pocos y era uno más cuando el llamado a servir convocaba.
Era un hombre de “los de antes”, acostumbrado al compromiso de la palabra, respetuoso de las normas, guardián insobornable de los dineros públicos.
¿Se quedó con lo que era o decidió dar y comprometerse con el resto?
¿Fue mero espectador del paso de los sucesos o protagonista de muchos de ellos?
¿Pidió que otros se animaran o animó a otros para que siguieran su camino?
Fue un “hombre común” decidido a construir desde las quimeras, albañil de tantos sueños, arquitecto de muchas esperanzas y un obrero más cuando la obra llegaba al techo de la realidad.
Las instituciones ocuparon gran parte de sus desvelos, también de sus esfuerzos.
Siempre resultó de los primeros en acudir como un bombero al llamado comunitario.
Algunas cifras certifican con propiedad el aporte realizado, resultando en el balance del pueblo: un inigualable superávit de servicio.
- 23 años integró la Comisión de la Cooperadora de la Escuela Nro. 23, establecimiento que luego quedó unificada en la centenaria Escuela 4.
- 20 años fue Presidente de su Cooperadora.
- 25 años Presidente de la Sala de Primeros Auxilios.
- 10 años, 5 meses y 25 días (así le gustaba recordarlo) estuvo como Delegado Municipal, participando de distintos gobiernos.
A la par de su participación institucional, desarrolló durante décadas la actividad comercial, recordando en algunas oportunidades “la prosperidad” de otros tiempos, especialmente en la floreciente época donde el ferrocarril se constituyó en abanderado del progreso.
Aunque ya no se detenían los colectivos de larga distancia en su local y eran escasos (casi nulos) los parroquianos que se acercaban al mostrador o a sus prolijas mesas, él seguía estando siempre, como esperando que volvieran los viejos clientes, cumpliendo su misión, resistiéndose a ser un hombre pasivo.
A los 95 años se apagó la última llama de su iluminada vida.
Sentidas lágrimas de dolor y agradecimiento se “perdieron” en la despedida del ilustre habitante de José A. Guisasola.
Fueron ellos: un puñadito de vecinos en representación del resto, los que pidieron el testimonio a su obra.
Una calle habrá de llevar por siempre su nombre y en pocas letras estará presente el afecto eterno de todo El Perdido.
Teófilo García: aquel que en el 46 asumió la responsabilidad de una delegación, que honró desde la ética y el trabajo.
Teófilo García: abrazado a los recuerdos de su querida “confitería”, mostrando la reliquia de su vieja maquina de café, observando las arrugas del tiempo en el espejo de siempre y esperando sentir la bola ganadora en una mesa de billar silenciada.
Teófilo García: abanderado feliz en los 100 de su pueblo, ocultando en sus gruesos anteojos las lágrimas mezcladas con la lluvia de un cumpleaños vestido de gris.
Teófilo García: con el blanco guardapolvo de la nostalgia en el centenario de la Escuela 4.
Teófilo García: acompañante de su hijo “Carlitos” en los viajes a Dorrego, para concretar algún trámite, la consulta al médico y también para mostrar el impecable estado de un blanco Peugeot, que por años lo tuvo al volante.
Teófilo García: comerciante, dirigente, vecino, Delegado de “tiempo acumulado”.
Teófilo García: dará nombre a una calle por decisión de los vecinos, por consensuada Ordenanza del Concejo Deliberante, sin lugar a discusiones, sin necesidad de comparar pergaminos, sin margen para la objeción.
“Tito” García: seguirá siendo guía, camino, paso obligado y ante todo será “una arteria plena de bondad, altruismo y solidaridad.
“Tito” García: pocas letras para encerrar un espíritu gigante.
“Tito” García: más que un pedazo… “es la historia misma de El Perdido”.