¿Quién era Carlitos Páez?
Era un joven consentido, integrante de una familia uruguaya de buena posición, hijo además, de una de las figuras más reconocidas de la cultura oriental, el artista Carlos Páez Vilaró.
¿A qué se dedicaba?
Además de su condición de estudiante, era integrante de un equipo de rugby amateur.
¿Qué sucedió el 13 de Octubre de 1.972?
Según una de las tantas crónicas periodísticas referidas a este suceso, “en la tarde de esa jornada, un avión uruguayo, que llevaba 45 pasajeros a Chile, de los cuales muchos eran estudiantes y jugadores de un equipo de rugby, se estrelló en la Cordillera de los Andes. Doce murieron a causa de la caída, los sobrevivientes a ésta tuvieron que soportar entre otras cosas a la temible Cordillera, treinta grados bajo cero durante las noches y al hambre”.
“Trataron de resistir con las escasas reservas alimenticias que poseían, esperando ser rescatados, pero su esperanza cayó al enterarse por una radio, que se había abandonado la búsqueda. Desesperados ante la ausencia de alimentos y agotada su resistencia física, se vieron obligados a alimentarse de sus compañeros muertos para poder seguir viviendo”.
“Finalmente hartos de las bajísimas temperaturas, los aludes amenazadores, angustiados por la continua muerte de sus compañeros y la lenta espera del rescate, dos de los rugbiers deciden cruzar las inmensas montañas para así llegar a Chile”.
“De esta manera es como el 22 de diciembre de 1.972, después de haber estado durante 72 días aislados de todo, el mundo se entera que dieciséis son los sobrevivientes que vencieron a la muerte en la Cordillera de los Andes”.
La gestión de un amigo y compañero de tareas de Canal 2 Tres Arroyos (Carlos Collazos), me permitió acceder a una entrevista con Carlos Páez, autor del libro “Después del día diez”, uno de los tantos textos que narraron el trágico suceso y dedicado desde hace tiempo a dictar conferencias en distintas partes del mundo.
“Como sobrevivir a la crisis”, es el titulo de la charla que el visitante desarrolló ayer en la vecina ciudad, circunscripta a los asociados de la Cooperativa Agraria de Cascallares, organizadora del evento.
A partir de su particular experiencia de vida, “Carlitos” ( como le gusta que lo llamen), traza un paralelismo entre aquella particular circunstancia y el presente económico, planteando que la verdadera crisis es cuando está en riesgo la vida.
Puntual a las 7 de la tarde llega de su habitación, saludando con cortesía y haciendo gala de la cordialidad tan propia de nuestros hermanos uruguayos.
Antes de la nota y preguntado si existía alguna cuestión de la que no quería hablar, manifiesta su predisposición a responder todos los interrogantes y a contar sobre un hecho que lo viene acompañando desde hace 37 años, que resulta indisoluble en “su nueva vida”.
Menciona la influencia de Dios, aún para aquellos que renegaban de los temas espirituales. Había necesidad de abrazarse a la fe y la esperanza, destacó.
Dice también que la arrogancia es uno de los principales defectos de los seres humanos y, que cuando se dejaron llevar por ella en la montaña, recibieron la advertencia divina de seguir por el camino equivocado.
Rescata como mensaje “el espíritu de grupo reinante”, clave para enfrentar una contingencia extrema como aquella de la cordillera y vital en estos tiempos, donde “el individualismo” y la “búsqueda de logros personales”, resulta una constante.
En la extensa entrevista (25 minutos), cuenta detalles del emblemático suceso que lo tuvo como protagonista, siendo uno de los dieciséis sobrevivientes que hoy pueden contar esta historia de vida.
Menciona que lo más atractivo de este caso y que atrapa más al público, es que “no éramos súper-heroes”, sino “gente del común…”
En dos palabras definió los motivos que permitieron al grupo poder sobrevivir: “actitud y humildad”.
Actitud y humildad: indispensables para enfrentar adversidades, para sobreponerse a nuevas y viejas crisis.
Actitud y humildad: dos cosas que muchos carecemos, olvidadas muchas veces por la prepotente arrogancia y la búsqueda “a cualquier precio” del éxito personal, sin importar los otros, los muchos que “siguen en la montaña (del presente) a la espera del auxilio salvador”.
Era un joven consentido, integrante de una familia uruguaya de buena posición, hijo además, de una de las figuras más reconocidas de la cultura oriental, el artista Carlos Páez Vilaró.
¿A qué se dedicaba?
Además de su condición de estudiante, era integrante de un equipo de rugby amateur.
¿Qué sucedió el 13 de Octubre de 1.972?
Según una de las tantas crónicas periodísticas referidas a este suceso, “en la tarde de esa jornada, un avión uruguayo, que llevaba 45 pasajeros a Chile, de los cuales muchos eran estudiantes y jugadores de un equipo de rugby, se estrelló en la Cordillera de los Andes. Doce murieron a causa de la caída, los sobrevivientes a ésta tuvieron que soportar entre otras cosas a la temible Cordillera, treinta grados bajo cero durante las noches y al hambre”.
“Trataron de resistir con las escasas reservas alimenticias que poseían, esperando ser rescatados, pero su esperanza cayó al enterarse por una radio, que se había abandonado la búsqueda. Desesperados ante la ausencia de alimentos y agotada su resistencia física, se vieron obligados a alimentarse de sus compañeros muertos para poder seguir viviendo”.
“Finalmente hartos de las bajísimas temperaturas, los aludes amenazadores, angustiados por la continua muerte de sus compañeros y la lenta espera del rescate, dos de los rugbiers deciden cruzar las inmensas montañas para así llegar a Chile”.
“De esta manera es como el 22 de diciembre de 1.972, después de haber estado durante 72 días aislados de todo, el mundo se entera que dieciséis son los sobrevivientes que vencieron a la muerte en la Cordillera de los Andes”.
La gestión de un amigo y compañero de tareas de Canal 2 Tres Arroyos (Carlos Collazos), me permitió acceder a una entrevista con Carlos Páez, autor del libro “Después del día diez”, uno de los tantos textos que narraron el trágico suceso y dedicado desde hace tiempo a dictar conferencias en distintas partes del mundo.
“Como sobrevivir a la crisis”, es el titulo de la charla que el visitante desarrolló ayer en la vecina ciudad, circunscripta a los asociados de la Cooperativa Agraria de Cascallares, organizadora del evento.
A partir de su particular experiencia de vida, “Carlitos” ( como le gusta que lo llamen), traza un paralelismo entre aquella particular circunstancia y el presente económico, planteando que la verdadera crisis es cuando está en riesgo la vida.
Puntual a las 7 de la tarde llega de su habitación, saludando con cortesía y haciendo gala de la cordialidad tan propia de nuestros hermanos uruguayos.
Antes de la nota y preguntado si existía alguna cuestión de la que no quería hablar, manifiesta su predisposición a responder todos los interrogantes y a contar sobre un hecho que lo viene acompañando desde hace 37 años, que resulta indisoluble en “su nueva vida”.
Menciona la influencia de Dios, aún para aquellos que renegaban de los temas espirituales. Había necesidad de abrazarse a la fe y la esperanza, destacó.
Dice también que la arrogancia es uno de los principales defectos de los seres humanos y, que cuando se dejaron llevar por ella en la montaña, recibieron la advertencia divina de seguir por el camino equivocado.
Rescata como mensaje “el espíritu de grupo reinante”, clave para enfrentar una contingencia extrema como aquella de la cordillera y vital en estos tiempos, donde “el individualismo” y la “búsqueda de logros personales”, resulta una constante.
En la extensa entrevista (25 minutos), cuenta detalles del emblemático suceso que lo tuvo como protagonista, siendo uno de los dieciséis sobrevivientes que hoy pueden contar esta historia de vida.
Menciona que lo más atractivo de este caso y que atrapa más al público, es que “no éramos súper-heroes”, sino “gente del común…”
En dos palabras definió los motivos que permitieron al grupo poder sobrevivir: “actitud y humildad”.
Actitud y humildad: indispensables para enfrentar adversidades, para sobreponerse a nuevas y viejas crisis.
Actitud y humildad: dos cosas que muchos carecemos, olvidadas muchas veces por la prepotente arrogancia y la búsqueda “a cualquier precio” del éxito personal, sin importar los otros, los muchos que “siguen en la montaña (del presente) a la espera del auxilio salvador”.