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Los hombres de Rojo. Escribe Hugo César Segurola

Un día como hoy de hace 86 años, el sueño de campeón de Luís Ángel Firpo sucumbía ante la potencia de Dempsey y una pésima decisión arbitral, al no consagrarlo campeón después de tirar fuera del cuadrilátero a su adversario y demorar éste más de la cuenta en subir al mismo.

Esa misma noche en el joven pueblo de Coronel Dorrego, mientras muchos seguían las alternativas del match a través de una “radio a galena” en instalaciones del Teatro Italiano; un pequeño grupo de vecinos se reunía en la Librería de don Anacleto González, al 700 de la entonces calle 2 (hoy Agencia Aldea), con la intención de dar forma a un sueño, que con el correr del tiempo se transformaría en una positiva realidad llamada: club atlético Independiente.

De tantos que aportaron su esfuerzo, dedicación, dotes, calidades, dinero o simplemente tiempo, he de referirme a cuatro nombres, seguramente injusta acción (de mi parte) para el pensamiento de muchos; pero sincero testimonio para rescatar la pasión que en la vida de estas personas tiene un solo e intransferible color: “el rojo”.

El primero fue Presidente de la entidad (entre 1993-1998), habiendo pasado previamente por disciplinas deportivas y culturales, como el fútbol y el teatro. Conocedor como pocos del Reglamento, fue también destacada figura en el Tribunal de Penas liguista.

Formado junto a valiosos hombres de la rica vida institucional roja, como Nírido Santagada y Héctor Marcos, comenzó a participar en la Comisión Directiva desde muy joven, hasta llegar al máximo cargo estatutario.

La seriedad típica de su existencia la trasladó a su rol ejecutivo, llevando adelante prolijas y recordadas gestiones, siendo una suerte de “dirigente de tiempo completo”, dedicando muchas horas de cada jornada para estar al tanto de necesidades y realizaciones institucionales, encontrando en un fiel equipo de colaboradores, los interpretes necesarios para canalizar inquietudes societarias y cumplir con la responsabilidad de conducir una casa grande, con más de mil propietarios.

En sus tiempos de empleado bancario, las mayores horas de sus días transcurrían entre dos esquinas: la del Banco Provincia y la de su querido club.

Los avisos del corazón y las sugerencias de amigos y familiares, lo llamaron a obligado reposo, también otras cuestiones, que afortunadamente y con un abrazo sincero se resolvieron durante el cumpleaños 85.

El paso de los calendarios seguramente un día habrá de ubicar a Roberto “tato” Rochat, en el lugar que su trayectoria amerita: entre los grandes prohombres de un club que se ha caracterizado por disponer de dirigentes, que han logrado trasladar su capacidad y conocimiento hacia otros ámbitos.

El segundo protagonista de esta historia, estuvo el sábado como desde hace años, tal como si fuera un póster colocado a perpetuidad, ocupando su habitual lugar en la cantina de la fiesta aniversario.

Hace menos de un año unos de sus inseparables compañeros, emprendió con pasitos rápidos el viaje final (Nelson Santucho), el otro de sus laderos sigue firme compartiendo la responsabilidad de ordenar bebidas y responder con eficiencia a la prisa de los mozos, Juan Trech.

Fue uno de los símbolos deportivos en la década del 70, parte de aquel equipo campeón cuya alineación se conocía de memoria.

Su largo cuerpo se estiraba en ágiles intervenciones, revolcones que más de una vez le hacían perder la infaltable gorra de un “arquero a la antigua”, también destacadas acciones para que desde lo alto quedaran “atenazadas” en sus enormes manos muchas pelotas que buscaban destino de red.

Las salidas jocosas en el vestuario o las cenas, los gritos para ordenar a los más pibes dentro de la cancha y toda la entrega para defender el arco o para buscar el doble ganador en su etapa de basquetbolista.

Jubilado de Luz y Fuerza, la sede se convierte es cita obligada todas las mañanas sobre la diez. Su voz y gestos son fáciles de percibir desde el exterior, es que “Bichango” nunca puede pasar desapercibido.

Con el bidón de agua, como ayudante de campo, colaborador, aportante de sonrisas o notorio ex jugador. Donde sea, cuando la circunstancia lo requiere, Norberto Jesús Brussa es una de las “figuritas más requeridas en el Álbum de oro de Independiente”.

El tercero ya superó los ochenta y además de acuñar las historias de ayer, es para las generaciones del presente obligado referente para la consulta o el consejo apropiado.

Cuenta en detalle los momentos del pasado, aquellos que estaban situados en la “vieja sede” y rememora su idilio con el club, que nació de pibe, que se extendió para siempre.

Trasladado de la localidad de Calvo (donde fue alumno de la Centenaria Escuela 10) a la ciudad, encontró en el club “su lugar” y el motivo para una pasión que se le ganó en los años mozos, que sigue luciendo hoy en su actualidad octogenaria.

Su tiempo se reparte entre la Asociación Amigos del Hospital Municipal y el club.

En la primera de las entidades es figura clave en la administración, habiéndose constituido en cuidadoso “gerente” manejando dineros que provienen de la comunidad.

En la segunda de ellas, con o sin cargos resulta infaltable y siempre necesario. Aunque a veces no figure en la lista de la Comisión, siempre está. Una suerte de “ángel guardián mayor”, protegiendo las acciones de los más jóvenes.

Los lomitos del “comercial” o el lechón frío de la cena anual, tienen el sello de su mágica salsita. Toques especiales de sabor que tienen clientes fijos, que lo hacen poseedor de una receta que solo él conoce.

Dirigente, consejero, colaborador, respetado vecino: “el chino”, Héctor Argentino Moulia (según el documento), una estrella viva en el cielo rojo de Independiente.

El último integrante de este cuarteto tiene su diaria responsabilidad en el predio de Lequerica, entre 13 de Diciembre y 25 de Mayo.

Recuerda que hace más de 30 años tiene a su cargo las tareas de mantenimiento del rancho, la cancha y la pileta.

Con la pala o el rastrillo, con la cortadora de césped, conduciendo el tractorcito, pintando las líneas divisorias o el área, poniendo en condiciones los vestuarios o preparando los detalles de una nueva temporada de verano.

La familia fue soporte necesario para acompañarlo en trabajos que no saben de pausas. Desde hace un tiempo cuenta con “el colorado” como ayudante, en la esforzada misión de mantener en impecables condiciones un lugar que es orgullo institucional.

Hijo del inolvidable “bochín”, es pieza fundamental en el deporte de los caballeros. Como dirigente de la Subcomisión de bochas o como jugador, sigue fiel al legado de lisas y rayadas del gran Amadeo.

Asador eximio, deleita con un cordero deshuesado, lechón arrollado o los asados que para pocos o muchos, entrega siempre a punto y con el particular ingrediente de buena onda que siempre le aporta.

Centinela siempre atento desde el mangrullo del rancho, trabajador a toda hora, virtuoso cocinero: Oscar Sauco, todos los días “arrima” la bocha de la pasión a una responsabilidad ejercida con mucho sentimiento.

En ellos cuatro, el humilde homenaje a todos los hombres y mujeres que con su aporte posibilitaron cumplir parte de los idearios de ayer: Independiente (por méritos propios) es hoy “el gran” club de una ciudad… cada vez más “empequeñecida”.

Roberto Rochat, Norberto Jesús Brussa, Héctor Moulia y Oscar Sauco, cuatro hombres que escribieron con “tinta roja” el nombre de una pasión compartida: ¡Independiente!