No fue bella, pero cautivó como pocas.
No fue líder, sin embargo la siguieron cientos de miles.
No fue maestra, pero dejó inolvidables enseñanzas.
“Como a la cigarra”, tantas veces la mataron... tantas otras la resucitaron.
Tuvo “una razón de vivir”: el compromiso del canto.
A pesar de dolor del exilio, de la violenta censura, de la soledad en patria lejana, volvió un día: para darle “gracias a la vida”.
Se esperanzó con mejores días desde una zamba de Yupanqui.
A la masa congregó sin gritos, sin estridencias, motivando a las tribunas desde la sencillez del canto.
Silenciaron su expresión.
Pusieron barreras a su libertad.
En el esperado retorno: no hubo odio, tampoco olvido.
A los golpistas censores de su libertad recordó. También los acusó sin temor.
A los que esperaron paciente su llegada, les ofreció sincera lo único que no le habían quitado: su corazón.
Fue la hermana mayor de Víctor, León,Fito y muchos más.
Fue la madre que supo escuchar, la consejera y amiga, la que logró transformar en positiva locura, la irracionalidad frenética de “Charly”.
Rescató las letras de los grandes autores, poniéndoles el sello inconfundible de su voz.
Fue nuestra, de América y del mundo.
Se permitió cruzar fronteras desde el canto.
Sin mezquindades, miedos o preconceptos tendió la mano a los otros: muchos eran famosos, muchos también, desconocidos interpretes que tuvieron el madrinazgo solidario de sus brazos abiertos.
En el mar de su voz se ahogaron las penas de “Alfonsina”.
Se fue con “Carito” a buscar un “Unicornio azul”.
En las oscuras noches del obligado exilio se alumbró con la “luna tucumana”.
No dejó a nadie excluido, abierta en cada convocatoria transformó la soledad de su canto en “una canción con todos”.
Le dio alegría al corazón de muchos, durmió los sueños ricos de tantos negritos pobres y entendió que “todo cambia” cuando alguien le dijo: “María (se) va”.
En el lomo de “El alazán” atravesó “Piedra y camino” y en la búsqueda de “Los hermanos” perdidos, hizo suyo el ruego de Horacio (Guarany), poniendo el alma para que nunca más “se calle el cantor…”
Se fue “la negra”…
Murió Mercedes Sosa…
Quedará en nosotros el ejemplo de una mujer que supo “honrar la vida”.
En el “inconsciente colectivo”, su canto será himno inmortal.
Como valientes “almas en el viento” sus canciones seguirán “sobreviviendo” y con la mejor sonrisa, desde una “estrella azul” alumbrara de alegría al saber que: … “todavía cantamos”.
No fue líder, sin embargo la siguieron cientos de miles.
No fue maestra, pero dejó inolvidables enseñanzas.
“Como a la cigarra”, tantas veces la mataron... tantas otras la resucitaron.
Tuvo “una razón de vivir”: el compromiso del canto.
A pesar de dolor del exilio, de la violenta censura, de la soledad en patria lejana, volvió un día: para darle “gracias a la vida”.
Se esperanzó con mejores días desde una zamba de Yupanqui.
A la masa congregó sin gritos, sin estridencias, motivando a las tribunas desde la sencillez del canto.
Silenciaron su expresión.
Pusieron barreras a su libertad.
En el esperado retorno: no hubo odio, tampoco olvido.
A los golpistas censores de su libertad recordó. También los acusó sin temor.
A los que esperaron paciente su llegada, les ofreció sincera lo único que no le habían quitado: su corazón.
Fue la hermana mayor de Víctor, León,Fito y muchos más.
Fue la madre que supo escuchar, la consejera y amiga, la que logró transformar en positiva locura, la irracionalidad frenética de “Charly”.
Rescató las letras de los grandes autores, poniéndoles el sello inconfundible de su voz.
Fue nuestra, de América y del mundo.
Se permitió cruzar fronteras desde el canto.
Sin mezquindades, miedos o preconceptos tendió la mano a los otros: muchos eran famosos, muchos también, desconocidos interpretes que tuvieron el madrinazgo solidario de sus brazos abiertos.
En el mar de su voz se ahogaron las penas de “Alfonsina”.
Se fue con “Carito” a buscar un “Unicornio azul”.
En las oscuras noches del obligado exilio se alumbró con la “luna tucumana”.
No dejó a nadie excluido, abierta en cada convocatoria transformó la soledad de su canto en “una canción con todos”.
Le dio alegría al corazón de muchos, durmió los sueños ricos de tantos negritos pobres y entendió que “todo cambia” cuando alguien le dijo: “María (se) va”.
En el lomo de “El alazán” atravesó “Piedra y camino” y en la búsqueda de “Los hermanos” perdidos, hizo suyo el ruego de Horacio (Guarany), poniendo el alma para que nunca más “se calle el cantor…”
Se fue “la negra”…
Murió Mercedes Sosa…
Quedará en nosotros el ejemplo de una mujer que supo “honrar la vida”.
En el “inconsciente colectivo”, su canto será himno inmortal.
Como valientes “almas en el viento” sus canciones seguirán “sobreviviendo” y con la mejor sonrisa, desde una “estrella azul” alumbrara de alegría al saber que: … “todavía cantamos”.