“Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice y todo.
Y en la calle, codo a codo,
somos mucho más que dos,
somos mucho más que dos.
Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada.
Te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.
Tu boca, que es tuya y mía,
tu boca no se equivoca.
Te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía”.
Mario Benedetti
Como si hubieran encontrado en los versos del gran creador uruguayo Mario Benedetti, razones para tanta pasión; desde hace tiempo mantienen encendida la llama de los sentimientos más puros, que no solo siguen disfrutando, sino que también comparten con el resto.
Esta es una historia de amor que se inició hace casi cuarenta años, que perduró firme a pesar de los vientos de la vida, que luce plena en el otoño de ambos.
Unos amigos (Ana María y Santiago) oficiaron de “celestinos” y se encargaron de presentarlos.
El, andaba por rutas y caminos al volante de un camión, estaba justo en los 30 y cada vez mayores eran las advertencias para que se decidiera “a estacionar” en las puertas de un hogar propio.
Ella, era bastante menor, criada en el campo y preocupada en dar un curso a su vida, a través del estudio.
Primero fue un piropo expresado en forma galana, luego los reunió una despedida…y después los unió para siempre la decisión firme de compartir el amor “hasta que la muerte los separe”.
Corría el año 1971 cuando decidieron formalizar el noviazgo, comenzando desde entonces a escribirse una página plena de respeto, amor mutuo y compañerismo sin par.
Ella cursaba sus estudios docentes en el Colegio San José, cumpliendo cabalmente con sus responsabilidades de estudiante; mientras que él esperaba con ansias la llegada de cada viernes, día que marcaba un particular recorrido para la feliz pareja.
Margarita y Ernesto aguardaban con renovadas expectativas la llegada de su hija y del nuevo integrante de la familia, quién nunca llegaba solo…
El, lo hacía con la compañía de su madre (Magdalena) y haciendo honor a su condición de viajero, todos los sábados partía hasta El Perdido para sumar otros componentes a la larga mesa rural en la localidad de Gil: Amelia y su esposo.
Los años transcurrieron y con ellos llegaron especiales momentos.
Un día como el de hoy, el 16 de Octubre de 1976 contrajeron enlace, partiendo de luna de miel a las Cataratas; viaje que lo compartieron con Víctor (primo de la novia) y su flamante esposa.
El 7 de Julio de 1977 y tras la dulce espera, se escuchó el llanto de Pedro, brotando la alegría en la casa de siempre, al 543 de la calle Dinamarca, la misma que había construido “el abuelo Pedro…”
El, optó por bajarse del camión, tomando la posta laboral dejada por su padre: el taller.
Ella, convertida en docente emprendió una extensa y respetada carrera, que todavía se mantiene.
Decidida a sumar conocimientos, hizo más tarde Bibliotecología; dejando en sus alumnos del ámbito urbano y rural las mejores enseñanzas escolares e incomparables lecciones de vida.
Los almanaques fueron dejando su marca; él andaba por los 46 y ella por los 38. Decidieron animarse al desafío de un nuevo hijo, guardando con recelo la noticia, expectantes antes los consejos que les decían que ya “eran grandes” para eso…
Un 17 de Junio de hace algunos años y respondiendo al pedido de Pedro, que reclamaba un hermanito… se produjo el nacimiento de Lourdes.
Esther, se sumó a la familia, primero para cuidar a Pedro, luego para hacer lo propio con su hermana. Terminó convertida en mamá en muchas horas del día, en abuela postiza para siempre…
Los hijos crecieron y marcharon (como alguna vez su padre), en la búsqueda de su propio camino.
Pedro quiso ser abogado, sin embargo el destino decidió cambiar “los hábitos” de leyes, artículos y estrados por divinas enseñanzas, que hoy lo tienen cursando quinto año en el Seminario de Mercedes, próximo a convertirse en Sacerdote.
Lourdes estudia Inglés y reside en la ciudad de La Plata, donde también trabaja.
Ellos quedaron aquí, siguen juntos como siempre.
El, mantiene costumbres habituales: prolongadas charlas, mates compartidos en el taller (que está pegado al domicilio) y que lo obliga como a pocos, a practicar a diario la experiencia: “de la casa al trabajo y del trabajo a la casa…”
A veces lo hacen de a uno, muchas veces juntos: mandados frecuentes al negocio de siempre. (“El rionegrino”)
La pasión por “la Mater” los une.
El amor a Cristo los identifica.
En rezos compartidos, en viajes, en mensajes, en excursiones de fe que organizan: siempre juntos.
Todos los lunes puntuales llegan a las nueve de la noche a esta radio, donde desde hace 15 años “caminan con María”. Comparten con pasión el Evangelio del día, también “el Santo Rosario”, alguna noticias y reflexiones que siempre surgen sinceras.
Los fines de semana tienen un viaje obligado hasta Oriente, donde una mujer espera ansiosa el tradicional reencuentro.
Siempre juntos: en el despertar de un nuevo día, en la fe católica que abrazaron sin renunciamientos, en los buenos y los malos momentos de una existencia compartida.
Representan y expresan el amor como pocos, lo prolongan en dos hijos ejemplares, lo mantienen en principios que no se trastocan, lo fortifican desde la solidez grupal de toda “la familia”…
Edda Vallejos y “Pocho” Fornau… pareja protagónica de una historia de amor real…
Edda y “Pocho” “son en la vida, son en la calle… codo a codo mucho más que dos.
Edda y “Pocho”, no encontrarán otras palabras para expresarlo, no abundarán en conceptos, no necesitarán de prolongados discursos. Cualquiera de los dos que lo diga, cualquiera de los dos que lo escuche… solo dos palabras dirán, solo dos palabras habrán de escucharse: “Amor mío…” (y para toda la vida)
mi amor, mi cómplice y todo.
Y en la calle, codo a codo,
somos mucho más que dos,
somos mucho más que dos.
Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada.
Te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.
Tu boca, que es tuya y mía,
tu boca no se equivoca.
Te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía”.
Mario Benedetti
Como si hubieran encontrado en los versos del gran creador uruguayo Mario Benedetti, razones para tanta pasión; desde hace tiempo mantienen encendida la llama de los sentimientos más puros, que no solo siguen disfrutando, sino que también comparten con el resto.
Esta es una historia de amor que se inició hace casi cuarenta años, que perduró firme a pesar de los vientos de la vida, que luce plena en el otoño de ambos.
Unos amigos (Ana María y Santiago) oficiaron de “celestinos” y se encargaron de presentarlos.
El, andaba por rutas y caminos al volante de un camión, estaba justo en los 30 y cada vez mayores eran las advertencias para que se decidiera “a estacionar” en las puertas de un hogar propio.
Ella, era bastante menor, criada en el campo y preocupada en dar un curso a su vida, a través del estudio.
Primero fue un piropo expresado en forma galana, luego los reunió una despedida…y después los unió para siempre la decisión firme de compartir el amor “hasta que la muerte los separe”.
Corría el año 1971 cuando decidieron formalizar el noviazgo, comenzando desde entonces a escribirse una página plena de respeto, amor mutuo y compañerismo sin par.
Ella cursaba sus estudios docentes en el Colegio San José, cumpliendo cabalmente con sus responsabilidades de estudiante; mientras que él esperaba con ansias la llegada de cada viernes, día que marcaba un particular recorrido para la feliz pareja.
Margarita y Ernesto aguardaban con renovadas expectativas la llegada de su hija y del nuevo integrante de la familia, quién nunca llegaba solo…
El, lo hacía con la compañía de su madre (Magdalena) y haciendo honor a su condición de viajero, todos los sábados partía hasta El Perdido para sumar otros componentes a la larga mesa rural en la localidad de Gil: Amelia y su esposo.
Los años transcurrieron y con ellos llegaron especiales momentos.
Un día como el de hoy, el 16 de Octubre de 1976 contrajeron enlace, partiendo de luna de miel a las Cataratas; viaje que lo compartieron con Víctor (primo de la novia) y su flamante esposa.
El 7 de Julio de 1977 y tras la dulce espera, se escuchó el llanto de Pedro, brotando la alegría en la casa de siempre, al 543 de la calle Dinamarca, la misma que había construido “el abuelo Pedro…”
El, optó por bajarse del camión, tomando la posta laboral dejada por su padre: el taller.
Ella, convertida en docente emprendió una extensa y respetada carrera, que todavía se mantiene.
Decidida a sumar conocimientos, hizo más tarde Bibliotecología; dejando en sus alumnos del ámbito urbano y rural las mejores enseñanzas escolares e incomparables lecciones de vida.
Los almanaques fueron dejando su marca; él andaba por los 46 y ella por los 38. Decidieron animarse al desafío de un nuevo hijo, guardando con recelo la noticia, expectantes antes los consejos que les decían que ya “eran grandes” para eso…
Un 17 de Junio de hace algunos años y respondiendo al pedido de Pedro, que reclamaba un hermanito… se produjo el nacimiento de Lourdes.
Esther, se sumó a la familia, primero para cuidar a Pedro, luego para hacer lo propio con su hermana. Terminó convertida en mamá en muchas horas del día, en abuela postiza para siempre…
Los hijos crecieron y marcharon (como alguna vez su padre), en la búsqueda de su propio camino.
Pedro quiso ser abogado, sin embargo el destino decidió cambiar “los hábitos” de leyes, artículos y estrados por divinas enseñanzas, que hoy lo tienen cursando quinto año en el Seminario de Mercedes, próximo a convertirse en Sacerdote.
Lourdes estudia Inglés y reside en la ciudad de La Plata, donde también trabaja.
Ellos quedaron aquí, siguen juntos como siempre.
El, mantiene costumbres habituales: prolongadas charlas, mates compartidos en el taller (que está pegado al domicilio) y que lo obliga como a pocos, a practicar a diario la experiencia: “de la casa al trabajo y del trabajo a la casa…”
A veces lo hacen de a uno, muchas veces juntos: mandados frecuentes al negocio de siempre. (“El rionegrino”)
La pasión por “la Mater” los une.
El amor a Cristo los identifica.
En rezos compartidos, en viajes, en mensajes, en excursiones de fe que organizan: siempre juntos.
Todos los lunes puntuales llegan a las nueve de la noche a esta radio, donde desde hace 15 años “caminan con María”. Comparten con pasión el Evangelio del día, también “el Santo Rosario”, alguna noticias y reflexiones que siempre surgen sinceras.
Los fines de semana tienen un viaje obligado hasta Oriente, donde una mujer espera ansiosa el tradicional reencuentro.
Siempre juntos: en el despertar de un nuevo día, en la fe católica que abrazaron sin renunciamientos, en los buenos y los malos momentos de una existencia compartida.
Representan y expresan el amor como pocos, lo prolongan en dos hijos ejemplares, lo mantienen en principios que no se trastocan, lo fortifican desde la solidez grupal de toda “la familia”…
Edda Vallejos y “Pocho” Fornau… pareja protagónica de una historia de amor real…
Edda y “Pocho” “son en la vida, son en la calle… codo a codo mucho más que dos.
Edda y “Pocho”, no encontrarán otras palabras para expresarlo, no abundarán en conceptos, no necesitarán de prolongados discursos. Cualquiera de los dos que lo diga, cualquiera de los dos que lo escuche… solo dos palabras dirán, solo dos palabras habrán de escucharse: “Amor mío…” (y para toda la vida)