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"F. Rasmussen: desde el aeropuerto de los sueños, un vuelo directo a la consagración". Por H. Segurola

Todo sucedió vertiginosamente, debiendo adaptarse a sustanciales cambios prácticamente de un día para el otro.

Su vida transcurría enmarcada en los tiempos largos de un pueblo, sin necesidad de prisa, sin apuro por llegar primero; sin temor por la competencia.

Sus días repetían rutinas, que sabían a los particulares olores del barrio, a los colores de la manzana, a una canchita próxima que de pibe lo tuvo en los torneos de baby y a una sede de roja vestida, a la vuelta de su casa.

Sus jóvenes años acontecieron rodeados de pelotas de fútbol, de balones naranjas, de redes en arcos o aros.

El destino deportivo de la familia le tenía asignado un lugar de privilegio. No había razones para que no siguiera el camino exitoso de sus hermanos, victoriosa senda de logros que dio en los últimos tiempos identidad a un apellido difícil, que se hizo aún más grande dentro y fuera de la ciudad.

Su espigada figura asomaba como un faro en las tormentas de complicados encuentros infantiles o juveniles, su zurda abría brechas ante los cerrojos defensivos y con la facilidad de “los elegidos” se ponía al hombro las ilusiones propias y ajenas.

Las divisiones formativas, la selección local y el tránsito rápido a la primera división fueron consecuencia de su calidad natural. Enormes condiciones físicas y mentales que le sirvieron para transformar el juego de la pelota en un verdadero arte, que supo expresar con talento de consagrado artista.

A los 15 años hubo grito de campeón, vuelta olímpica esperada y emociones compartidas desde el rectángulo de juego con uno de sus hermanos (Alejandro).

Después no hubo tiempo para más.

Equipaje preparado de prisa y la partida hacia Buenos Aires.

Incertidumbre, temores lógicos, ansiedad, desarraigo y un paisaje de campo que trastocaba sustancialmente con el de la gran ciudad.

Gestos poco expresivos, sonrisa nerviosa, palabras que a veces le cuesta hilvanar; forman parte de una personalidad que ha ido moldeando fuerte y segura.

Se perciben rasgos propios de la sangre danesa de su padre en muchas de sus actitudes: lucha, persistencia, adaptación a nuevas realidades y el temple necesario para enfrentar las adversidades.

Las “buenas lecciones” de una madre docente, los mensajes de una familia integrada y solidaria han sido respaldo indispensable en su corto pero exitoso camino deportivo.

Y con el mismo vértigo de la partida siguió enfrentando rivales, venciendo la contingencia de algunas molestias, los golpes de rudos adversarios o las zancadillas de “compañeros” en la pelea por un lugar.

Llegó a un club serio y organizado como Lanús, donde debió competir para ganarse un lugar entre tantos, adaptándose al ojo de un técnico que convirtió al delantero en zaguero, que llevó su metro noventa a la posición de central.

Y luego siguieron los capítulos de su novela: fue llamado con apenas unos meses en “el granate”, a entrenar con la Selección Juvenil.

Algunas lesiones lo condicionaron, su voluntad se puso a prueba y una nueva batalla quedó superada, fue recuerdo.

Y siguieron llegando noticias e imágenes, como aquella reciente en uno de los entrenamientos del seleccionado mayor.

La foto junto a Diego y Palermo se convirtió en postal dorreguense, en un cuadro que adorna su habitación, que acompaña sus sueños grandes.

Y siguieron llegando noticias y de las buenas. Laura (compañera de la infancia) me cuenta en emotivo mensaje el último sábado: "hola Huguito, como andas, acá en la Plata en casa de mi hermano, con la familia de Marcelo González y la de José Zorzano, todos mirando a Argentina y esperando para ir mañana a despedir a Fede. Quiero agradecerte por el apoyo brindado, a vos y por tu intermedio a todos, hoy leyendo los comentarios (de la página de laDorrego) llorábamos con Fede. un beso y gracias a todos."

Y después siguieron llegando imágenes…

Familiares y amigos despidiendo a “Fede”, integrante de la Sub 17, que dirige el “Tata Brown”.

El viaje a Alemania, el Mundial de Nigeria y las ilusiones de un pibe nuestro volando alto, atravesando continentes, llevando el nombre de Dorrego a tierras germanas, también al África lejano…

Federico Rasmussen: el rubio del apellido difícil, el pibe que sigue siendo vecino nuestro, el que sacó chapa de consagrado.

Federico Rasmussen: el que vuelve con la humildad de siempre, el que se prende en los picados con los amigos, el que disfruta un choripan autóctono en el “comercial” de Independiente.

Federico Rasmussen: el que pide disculpas por la demora ante la nota pactada, el que responde en cuenta gotas a la requisitoria, el que resulta amable y agradecido siempre.

Federico: figura estelar en la vida de “los exitosos Rasmussen”.

Federico: el que según los memoriosos, heredó cosas de los Bruzzone: la prestancia del “abuelo Manuel” y la personalidad de un tiempista de excepción como su tío Eduardo.

Fede: el “rusito” que hoy no hace goles… los evita; el que se fue “a probarse”, el que se codea con la fama sin empalagarse de ella.

Federico Rasmussen: escribe en celeste y blanco la página de un presente feliz, moldea con talento un futuro que surge venturoso y, como pocos no olvida el pequeño y rico pasado que anida por siempre en “su Coronel Dorrego…”