“Tu tienes que entender, hermano,
que el alma tiene de villano,
al no poder matar a quien quisiera
descarga su poder sobre las fieras”.
(Chico Novarro)
Nunca rugieron.
Nunca fueron agresivos.
No reclamaron alimentos, tampoco los buscaron. En realidad nunca los necesitaron.
Estuvieron rodeados de verde, sin embargo no pisotearon el pasto que crecía a su alrededor, que las manos y la paciencia del placero casi a diario emprolijaba.
Las palomas se mofaron de ellos, manchando desde lo alto su inmaculado blanco o posándose atrevidas, sin temor, sin respetar la condición de reyes que ostentaban.
Desde el día que llegaron, quedaron inmóviles y con la mirada fija hacia la casa grande del pueblo.
Podían mirarlo todo: actos, desfiles, la diaria llegada de empleados, la presencia de vecinos, el paso del tránsito, los besos de las parejitas enamoradas.
Sin embargo nunca vieron nada, tampoco importó lo que pasaba a su lado.
Algunos los usaron como marco de una fotografía.
Otros preguntaron la razón de su presencia.
Muchos pibes se convirtieron en atrevidos “tarzanes” y desprovistos de armas, látigos o lazos pisotearon sus lomos, acariciaron desafiantes sus barbas.
Nunca pudieron ver ni sentir lo que pasaba a su lado, tampoco supieron de un proyecto de remodelación que los expulsaba.
No se sabe cuando fue, tampoco cuantos los que un día y en nombre de una remozada línea arquitectónica, debieron quitarlos para siempre.
No hubo rastros de lucha, ni comentarios de resistencia.
Sin embargo hoy vuelven al centro de la escena política, formando parte del debate deliberativo.
Preocupados por su ausencia y haciendo referencia a la condición de “patrimonio público”, dos representantes del pueblo indagaron sobre su desaparición: ¿Dónde están? ¿En qué condición? ¿Qué será de ellos?
Como años atrás volverán (sin estar) a ubicarse en el centro de la discusión política.
Han motivado también la participación de los lectores en Internet, resultando entre jocosos y lapidarios los comentarios expresados.
Solo la imaginación puede permitirse un dialogo entre los dos protagonistas de esta historia. Quizás en esa breve cita estén las respuestas a sus particulares “vivencias”:
- Te diste cuenta hermano lo importante que somos para este pueblo y sus políticos…
- ¿Por qué lo decís?
- Hace unos años se preguntaban porque nos ponían y hoy se preguntan porque nos sacan.
- ¿No tendrán cosas más importantes de que ocuparse?
- No se que decirte, no tengo ni idea.
- No te hagas problemas… ellos tampoco tienen ideas.
Cualquiera sea el final de esta historia, justo es destacar que han sido un aporte a la discusión política, a la controversia ciudadana y han servido para cumplir con este mensaje editorial diario.
Errantes, sin movimiento, sin garras para defenderse de quienes los atacan, sin Protectora que pida por sus Derechos, sin leyes que los asistan, sin saber de su paradero.
¡Triste destino…los leones de la plaza!
que el alma tiene de villano,
al no poder matar a quien quisiera
descarga su poder sobre las fieras”.
(Chico Novarro)
Nunca rugieron.
Nunca fueron agresivos.
No reclamaron alimentos, tampoco los buscaron. En realidad nunca los necesitaron.
Estuvieron rodeados de verde, sin embargo no pisotearon el pasto que crecía a su alrededor, que las manos y la paciencia del placero casi a diario emprolijaba.
Las palomas se mofaron de ellos, manchando desde lo alto su inmaculado blanco o posándose atrevidas, sin temor, sin respetar la condición de reyes que ostentaban.
Desde el día que llegaron, quedaron inmóviles y con la mirada fija hacia la casa grande del pueblo.
Podían mirarlo todo: actos, desfiles, la diaria llegada de empleados, la presencia de vecinos, el paso del tránsito, los besos de las parejitas enamoradas.
Sin embargo nunca vieron nada, tampoco importó lo que pasaba a su lado.
Algunos los usaron como marco de una fotografía.
Otros preguntaron la razón de su presencia.
Muchos pibes se convirtieron en atrevidos “tarzanes” y desprovistos de armas, látigos o lazos pisotearon sus lomos, acariciaron desafiantes sus barbas.
Nunca pudieron ver ni sentir lo que pasaba a su lado, tampoco supieron de un proyecto de remodelación que los expulsaba.
No se sabe cuando fue, tampoco cuantos los que un día y en nombre de una remozada línea arquitectónica, debieron quitarlos para siempre.
No hubo rastros de lucha, ni comentarios de resistencia.
Sin embargo hoy vuelven al centro de la escena política, formando parte del debate deliberativo.
Preocupados por su ausencia y haciendo referencia a la condición de “patrimonio público”, dos representantes del pueblo indagaron sobre su desaparición: ¿Dónde están? ¿En qué condición? ¿Qué será de ellos?
Como años atrás volverán (sin estar) a ubicarse en el centro de la discusión política.
Han motivado también la participación de los lectores en Internet, resultando entre jocosos y lapidarios los comentarios expresados.
Solo la imaginación puede permitirse un dialogo entre los dos protagonistas de esta historia. Quizás en esa breve cita estén las respuestas a sus particulares “vivencias”:
- Te diste cuenta hermano lo importante que somos para este pueblo y sus políticos…
- ¿Por qué lo decís?
- Hace unos años se preguntaban porque nos ponían y hoy se preguntan porque nos sacan.
- ¿No tendrán cosas más importantes de que ocuparse?
- No se que decirte, no tengo ni idea.
- No te hagas problemas… ellos tampoco tienen ideas.
Cualquiera sea el final de esta historia, justo es destacar que han sido un aporte a la discusión política, a la controversia ciudadana y han servido para cumplir con este mensaje editorial diario.
Errantes, sin movimiento, sin garras para defenderse de quienes los atacan, sin Protectora que pida por sus Derechos, sin leyes que los asistan, sin saber de su paradero.
¡Triste destino…los leones de la plaza!