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"Un pelotazo a la nostalgia". Escribe Hugo Segurola

Formó parte de los juguetes preferidos de los pibes de todas las generaciones.

Fue esquiva, amiga, traicionera, compinche y eternamente querida por todos…sin distingos.

Rondó en los sueños de tantos que imaginaron una actuación consagratoria, con un estadio aplaudiendo a rabiar.

Llegó una nochebuena de la mano de Papá Noel o viajó miles de kilómetros en una alforja transportada por los Reyes Magos.

También fue frustración, bronca y dolor cuando ninguno de ellos hizo caso a la puntual petición que en carta les hicimos llegar.

Obligó muchas veces a romper alcancías, transformando los ahorros en cientos de paquetes de figuritas, necesarios para llenar el álbum que permitiera conquistarla.

Se ofreció generosa siempre, coqueteó con todos y sin hacer caso a los gritos de su dueño se permitió cambiar su rumbo…eligiendo besar el palo antes que tocar la red.

Llevarla bajo el brazo (aún siendo el peor de los pataduras) permitía un lugar seguro en cualquier picado barrial, daba valiosa “chapa” cuando se armaban los equipos y a veces partía de prisa, cuando “el propietario” se cansaba de no tocarla…que nadie escuchara en sus ruegos el tradicional: “pásamela a mi…”

Las hubo de diversas formas, confecciones, colores y costos.

“La de trapo” fue parte del primer escalón para acceder al preciado tesoro de una 5 autentica. Medias en desuso, algunas nuevas que se iban mezclando, papeles de diarios y el infaltable can-can para cerrar el “imperfecto circulo” formaban parte de aquellas creaciones artesanales…que nos permitían “partidos en cámara lenta”, por las dificultades que implicaba su manejo y circulación.

“La de plástico” era más barata y pretendía seducir desde sus furiosos colores y tamaño, sin embargo duraba poco, terminaba herida por cualquier espina, se rompía fácilmente y muchas veces se “llenaba” con alguna piedra para que resultara un poco más pesada.

“La de goma” era ideal para un mano a mano y de cabeza; sin embargo se volvía difícil de manejar para la gambeta, pasando a la categoría de “temible y dolorosa” cuando impactaba en el rostro, producto de un inesperado pelotazo.

“La de cuero” se transformaba en el deseo mayor, en el regalo más esperado y en la más atractiva propuesta que inquietaba nuestros ojos cuando “provocativa” lucia su belleza desde la vidriera de cualquier juguetería.

Una vez conquistada buscábamos lucirla en la puerta de casa, en el potrero amigo, en el patio de algún vecino y en otras ocasiones y sin que mamá se enterara la llevábamos al Colegio para usarla en “el recreo grande”.

Los primeros días le brindábamos caricias, le quitábamos el barro y controlábamos puntillosamente cada gajo.

La poníamos a resguardo de los visitantes y aunque nos llamaran mezquinos, rara vez se la prestaba.

La frecuencia de su uso motivaba pinchaduras o roturas, resultando los zapateros buenos aliados, que con paciencia producían su restauración.

Cuando se desinflaba existían riesgos, por eso era necesario recurrir a “los expertos” que buscaban pacientes el orificio para introducir sin inconvenientes el pico que daba paso al aire de un inflador.

El recorrido de su trayectoria más de una vez derivaba en conflictos, vidrios rotos de una vecina o de un familiar y en las horas de siesta muchas veces terminaba “secuestrada” al caer inocente en territorio enemigo.

Otras veces quedaba destrozada bajo las ruedas de un enorme camión o de un auto a plena velocidad…cuyos conductores pocas veces escuchaban los insultos, pocas se disculpaban o se hacían lugar para ver las lágrimas de su frustrado propietario.


Varios de los miles de pibes que la conocieron desde la infancia, llegaron un día a la ansiada “primera”, fueron reservistas eternos o efímeros integrantes de las divisiones menores de un club.

Muchos fueron y siguen siendo aficionados, practicantes felices (sin tiempo ni edad), del más popular de los deportes.

Algunos se hicieron una carrera, un nombre, se convirtieron en “profesionales de su manejo”, les pagan (y muy bien) por utilizarla.

Ella une y divide, otorga alegrías y tristezas…sigue siendo única e insustituible.

La modernidad y las nuevas técnicas la fueron cambiando: la pintaron de colores variados, modificaron las formas de sus gajos, la convirtieron en más liviana, más pesada o más rápida, amiga de los buenos “ejecutores” y en trampa mortal para desprevenidos arqueros.

La fueron adaptando a las exigencias de la gran competencia, a los mandatos de la televisión.

En Méjico 70 se utilizaron paños con forma de hexágono blanco y pentágono negro…

En 1978 Adidas la transformo en “Tango”…

En 1986 se le agregaron toques aztecas…

En Italia 1990 un león de tres cabezas aparecía decorando junto a pequeñas olas, el nuevo diseño…

En 1994 como no podìa ser de otra forma, los yanquis le pusieron “estrellitas y satélites…”

En 1998 en Francia se destacó el color y diminutos gallitos asomaban su roja cresta y su cuerpo blanco…

El fuego y la energía fueron estandartes de coreanos y japonés en 2002.

En 2006 en Alemanìa se introdujeron paneles que eliminaron las irregularidades superficiales…

En 2010 se anuncia la llegada de la perfección, transformándola en “biónica”, ya que contendrá una serie de microchips que permitirán saber si cruzó o no la línea de gol, emitiendo una señal al reloj de los árbitros con la información de la jugada…

Los relatores y periodistas utilizan distintos sinónimos para nombrarla: “la redonda”, balón, esférico, útil…

Para la gran mayoría de sus apasionados seguidores será por y para siempre: “la pelota…”