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"Ricardo H. Majluf: el Señor Tango". Por Hugo César Segurola

Mi barrio fue mi gente que no está,
las cosas que ya nunca volverán,
si desde el día en que me fui
con la emoción y con la cruz,
¡yo sé que tengo el corazón mirando al sur!


(Eladia Blázquez)

Sus padres habían formado parte de una de las tantas oleadas de inmigrantes, que a comienzos del siglo XX llegaron al país.

En 1905 aquel matrimonio sirio llegó a nuestras tierras, encontrando un sitio que les permitió -con muchos esfuerzos- labrar un porvenir para toda la familia.

Ocho fueron los hijos que nacieron de aquel vínculo, siendo los 7 varones los que desde pequeños debieron trabajar para ayudar en la magra economía hogareña, mientras que la única mujer contribuía puertas adentro de la casa grande.

Fieles a los orígenes de sus ancestros, varios de ellos se dedicaron con el correr del tiempo a la actividad comercial, demostrando habilidad y manejo para rubros diversos.

Sin embargo el menor del grupo comenzó a sentir un fuerte apego por la música, donde la influencia de sus hermanos mayores fue determinante, especialmente por parte de Emilio un excelente ejecutor de guitarra.

Su juventud coincidió con la esplendorosa década del cuarenta, donde el tango tuvo su apogeo, implicando el nacimiento de un vinculo aún hoy se mantiene inalterable.

La poesía de Héctor Gagliardi le había contado muchas veces de los encantos de “Buenos Aires”, un lugar que lo desvelaba y que se había convertido en meta de sus ansias juveniles; pudiendo en 1950 viajar hacia la Capital, merced a la hospitalidad proporcionada por un tío paterno.

En aquellos tiempos las emisoras radiales además de contar con sus orquestas estables, se constituían en un trampolín para muchos intérpretes desconocidos.

Sus constantes visitas a Radio Mitre, motivaron que Julio Jorge Nelson, conductor de un exitoso ciclo tanguero le abriera la puerta del éxito, contactándolo con algunos directores musicales.

El primero de ellos fue Jorge Sara, con quien realiza algunos bailes (como cantante); compartiendo luego el escenario con el destacado pianista Mario Azerboni, con el cual también fue parte de algunas reuniones bailables, típicas de entonces.

Posteriormente pasó a integrar la Orquesta de Josecito Pace, para luego presentarse en el afamado “Café argentino”, de la mítica calle Corrientes y en la boite “Mi club”, ubicada sobre Tucumán.

Según el relato de una de sus hijas (Flavia), “alrededor de 1952 se incorporó al quinteto Natalin-Mazeo, permaneciendo por espacio de tres años y, actuando en forma permanente en la Confitería “La Armonía”.

El “turquito” que había partido de nuestra ciudad en búsqueda de las grandes luces de Buenos Aires, había dejado de lado su nombre y apellido, siendo bautizado artísticamente en la Escuela de canto “Aguado”, como Mario Alberdi.

Además de distintas actuaciones en Radio del Pueblo, por espacio de cuatro meses actuó con el mismísimo Alejandro Romay, en el programa “Grandes valores del tango”, que se emitía en Radio Libertad.

Su ascendente carrera artística se vio interrumpida por el llamado de la patria, debiendo en 1955 retornar a nuestro terruño para cumplir con el entonces Servicio Militar.

Tras la “colimba” surgieron algunos impedimentos que truncaron el retorno a Buenos Aires.

Fue así que retornó al trabajo junto al “clan familiar”, que ya había extendido sus tareas e inversiones en el balneario Monte Hermoso.

Por aquellos tiempos comenzó a escribir su mejor historia de amor, cuando conoció a una jovencita, que se convertiría en compañera inseparable, en novia a perpetuidad.

Aracelli era hija de un español y de una mamá cuya descendencia era italiana, residiendo a una cuadra de la plaza central.

Poca afecta a los bailes, prefería los tradicionales “asaltos”, junto a sus compañeros de estudio y eso sí, era asidua concurrente a las funciones de cine: martes, jueves y domingo.

Tenía apenas 15 años cuando conoció mediante una fotografía a un “mozo bien plantado”, que respondía al nombre de Mario Alberdi, cantante que actuaba en L.U.3 de Bahía Blanca.

Lejos estaba de suponer la inocente niña que el artista de la foto, no era otro que aquel muchacho (sin smoking ni traje), que en bicicleta y de sport le hacia “la pasadita” todas las tardes por su casa…

Mario Alberdi “volvió a sus raíces” y fue así que Ricardo Héctor Majluf recuperó identidad, contrayendo enlace con Araceli “Celi” de Cos, hace cuarenta y ochos años.

Rosalí, Paúl y Flavia son los tres orgullosos hijos que forman parte de la familia, que disfrutan y comparten los frutos de un verdadero “amor de tango…”

Mario Alberdi, la voz que se perdió en los complejos vericuetos del tiempo, que anida en los recuerdos de lejanos acordes.

Mario Alberdi, el cantor dorreguense que acarició la fama, que de “puro guapo y varón” se hizo un lugar entre malevos y arrabaleros en la gran ciudad.

“Pocho”, con el soporte talentoso del “feo” Matti, con los acordes nostálgicos de la Orquesta del maestro Antonini…que viven todavía en el piano de Santina o en las noches de peña en la parrilla de “Paco”, junto a Luisito, “el Pato Carubelli” y tantos otros…

Ricardo Héctor Majluf, en sus imperdibles tardes por esta radio, hablando, contando y entregando desde la profundidad y el conocimiento las mejores: “Historias con sabor a tango”.

Ricardo Majluf, en radio, en televisión, en el teatro, en cualquier mesa de café…poniéndole “el punto y coma” a cada letra, reseñando trayectorias, rescatando momentos, voces y autores.

“Pocho”, el que sigue viviendo en el tradicional “barrio de los turcos”.

“Pocho”, el hombre que supo andar a mil, hasta que el “de la zurda” le “cantó las cuarenta” pidiéndole un poco de calma.

“Pocho”, el coleccionista que reúne más de 20.000 temas y 250 libros que hablan de tango, el amigo que con generosidad brinda sus conocimientos y aporta sin retaceaos el tesoro musical de un archivo único.

“Pocho” el que como una postal montehermoseña todos los veranos hace esquina desde su kiosco.

“Pocho” el de la propaladora y sus inconfundibles sonidos, logrando subsistir a frecuencias en AM y FM o a los tiempos nuevos de Internet.

Ricardo Héctor Majluf, Mario Alberdi o simplemente “Pocho”… tres formas de poder identificarlo, que se resumen en una sola, que se encierran en dos palabras apenas: “Señor Tango”.