Para quienes nos atrevemos a ponerle firma a cada una de las opiniones emitidas, la página de la radio, en muchos casos deja de ser una aliada o un complemento de difusión, para convertirse en una suerte de recinto donde el pensamiento emitido queda expuesto a la lectura de un particular como heterogéneo juzgado: el público.
A partir de ese momento surgen distintas situaciones en el marco de encendidos debates, donde aparecen fiscales acusadores, “peritos de parte”, demandantes y también -justo es destacarlo- “una legión de abogados de pobres y ausentes…”
Lejos de molestarme me gusta este desafío diario de tener que someterme a la lupa del público de la Internet, lo que obliga a una mayor exigencia porque ya no se trata de una expresión dicha en el aire, sino que guarda el rigor de un documento.
Sabrán entender que este introito tiene directa referencia a mi nota editorial del lunes pasado, la cual despertó singular alboroto, y una sustanciosa diversidad de posturas.
Estimados lectores y oyentes allí tienen una acabada muestra del enorme valor de la libertad de expresión, donde cada cual puede a su modo manifestarse sobre una cuestión.
Y en tal sentido hago mías las palabras del gran jurista Sebastián Soler, cuando señaló: “la libertad de expresión no es un tema exclusivo de la prensa…es un derecho elemental e irreemplazable de cada persona.
Poco conducente y constructivo seria responder a muchas de las críticas señaladas, máxime aún cuando éstas se encuentran bajo la protección del “anonimato”, no obstante y a modo de cerrar este particular capítulo controversial formulare algunas consideraciones.
No presumo de infalible pensando que mi opinión debe recoger la totalidad de las adhesiones.
Mis notas editoriales son un modesto aporte periodístico, donde puedo manifestarme en el marco de la libertad que me asiste y, en la férrea decisión del medio de no limitar, condicionar o encasillar ese pensamiento a determinadas circunstancias.
No siempre debo endulzar los oídos de la gente o los propios, muchas veces puedo coincidir y en otras discrepar con ella. No existe un contrato que reclame fidelidad total o el desarrollo de un mensaje univoco.
Considero que muchos de los lectores leyeron el articulo a medias, quizás seducidos por la frivolidad solo se limitaron a ejercer una férrea defensa de los artistas sin permitirse llegar al final de mis dichos.
Para quién está curtido en las descalificaciones y los ataques tras 30 años de ganarse la vida en este oficio, lejos de intimidar o herir, algunas palabras son apenas “balitas de fogueo”.
Sin embargo muy a pesar mío lamento que otras notas editoriales no hayan generado un debate similar, especialmente todas aquellas que estuvieron dirigidas a analizar varias de las causas de la inseguridad: violencia familiar, discriminación, desempleo, falta de vivienda, carencia de coberturas sociales, deserción escolar, prostitución infantil, mendicidad y la dolorosa ola de suicidios.
Estimados oyentes y lectores no estoy hablando de una gran urbe, las referencias tienen que ver con la otra cara de la realidad dorreguense, son lacerantes heridas que desde hace tiempo vienen golpeando a un amplio sector de la comunidad.
Es oportuno que el vigor que se pone en determinados debates se traslade a nuestro ámbito, a cuestiones que hacen a la vida de los habitantes de este sitio que parece únicamente destinado a cumplir a la perfección los deberes del ABL (Alumbrado, barrido y limpieza).
¿No creen estimados lectores y oyentes que también debemos darnos lugar a otros debates?
¿No consideran que sea necesario que nuestros concejales en vez de discutir la crisis del 30 o la de 2001 se aboquen a los temas serios de nuestra crisis vernácula?
¿Acaso no podemos permitirnos discutir el modelo de Dorrego que queremos para los próximos años?
¿Es imposible suponer que otra persona que no sea un médico pueda curar nuestros males comunitarios?
¿Son únicamente los profesionales las personas en condiciones de representar al pueblo desde una banca?
¿Cuál es la agenda de prioridades?
Tras estas preguntas y desde mi condición de “pequeño artesano de la palabra”, me despido con los versos de José Alaiz, destacado autor local. En esas palabras encontrarán respuestas los que en el ejercicio de la libertad me criticaron…y los que solidariamente me brindaron su sincero apoyo:
“Como voy rumbo a los míos
es fácil que me lo acepten
espero que no me reten
esos que en todo se fijan
los sabios que me corrijan
los otros que me interpreten”
A partir de ese momento surgen distintas situaciones en el marco de encendidos debates, donde aparecen fiscales acusadores, “peritos de parte”, demandantes y también -justo es destacarlo- “una legión de abogados de pobres y ausentes…”
Lejos de molestarme me gusta este desafío diario de tener que someterme a la lupa del público de la Internet, lo que obliga a una mayor exigencia porque ya no se trata de una expresión dicha en el aire, sino que guarda el rigor de un documento.
Sabrán entender que este introito tiene directa referencia a mi nota editorial del lunes pasado, la cual despertó singular alboroto, y una sustanciosa diversidad de posturas.
Estimados lectores y oyentes allí tienen una acabada muestra del enorme valor de la libertad de expresión, donde cada cual puede a su modo manifestarse sobre una cuestión.
Y en tal sentido hago mías las palabras del gran jurista Sebastián Soler, cuando señaló: “la libertad de expresión no es un tema exclusivo de la prensa…es un derecho elemental e irreemplazable de cada persona.
Poco conducente y constructivo seria responder a muchas de las críticas señaladas, máxime aún cuando éstas se encuentran bajo la protección del “anonimato”, no obstante y a modo de cerrar este particular capítulo controversial formulare algunas consideraciones.
No presumo de infalible pensando que mi opinión debe recoger la totalidad de las adhesiones.
Mis notas editoriales son un modesto aporte periodístico, donde puedo manifestarme en el marco de la libertad que me asiste y, en la férrea decisión del medio de no limitar, condicionar o encasillar ese pensamiento a determinadas circunstancias.
No siempre debo endulzar los oídos de la gente o los propios, muchas veces puedo coincidir y en otras discrepar con ella. No existe un contrato que reclame fidelidad total o el desarrollo de un mensaje univoco.
Considero que muchos de los lectores leyeron el articulo a medias, quizás seducidos por la frivolidad solo se limitaron a ejercer una férrea defensa de los artistas sin permitirse llegar al final de mis dichos.
Para quién está curtido en las descalificaciones y los ataques tras 30 años de ganarse la vida en este oficio, lejos de intimidar o herir, algunas palabras son apenas “balitas de fogueo”.
Sin embargo muy a pesar mío lamento que otras notas editoriales no hayan generado un debate similar, especialmente todas aquellas que estuvieron dirigidas a analizar varias de las causas de la inseguridad: violencia familiar, discriminación, desempleo, falta de vivienda, carencia de coberturas sociales, deserción escolar, prostitución infantil, mendicidad y la dolorosa ola de suicidios.
Estimados oyentes y lectores no estoy hablando de una gran urbe, las referencias tienen que ver con la otra cara de la realidad dorreguense, son lacerantes heridas que desde hace tiempo vienen golpeando a un amplio sector de la comunidad.
Es oportuno que el vigor que se pone en determinados debates se traslade a nuestro ámbito, a cuestiones que hacen a la vida de los habitantes de este sitio que parece únicamente destinado a cumplir a la perfección los deberes del ABL (Alumbrado, barrido y limpieza).
¿No creen estimados lectores y oyentes que también debemos darnos lugar a otros debates?
¿No consideran que sea necesario que nuestros concejales en vez de discutir la crisis del 30 o la de 2001 se aboquen a los temas serios de nuestra crisis vernácula?
¿Acaso no podemos permitirnos discutir el modelo de Dorrego que queremos para los próximos años?
¿Es imposible suponer que otra persona que no sea un médico pueda curar nuestros males comunitarios?
¿Son únicamente los profesionales las personas en condiciones de representar al pueblo desde una banca?
¿Cuál es la agenda de prioridades?
Tras estas preguntas y desde mi condición de “pequeño artesano de la palabra”, me despido con los versos de José Alaiz, destacado autor local. En esas palabras encontrarán respuestas los que en el ejercicio de la libertad me criticaron…y los que solidariamente me brindaron su sincero apoyo:
“Como voy rumbo a los míos
es fácil que me lo acepten
espero que no me reten
esos que en todo se fijan
los sabios que me corrijan
los otros que me interpreten”