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`Los santos inocentes´ Escribe Hugo César Segurola

Con sus contundentes expresiones el cura párroco local, no hizo otra cosa que “patear el avispero” de una comunidad que se cree bendecida por el repetido (y erróneo) concepto de que: “aquí nunca pasa nada…

En la boca del responsable de la Parroquia “La Inmaculada” los dichos adquieren otro matiz, despertándose -como siempre pasa- voces a favor y en contra.

Nuevamente se busca poner contra las cuerdas legales al portador del mensaje, desafiarlo para que brinde nombres, para que asuma su compromiso de buen ciudadano.

Se levantan voces oficiales y comunitarias en tal sentido:

¡Tiene que denunciarlo!

¡Tiene que ir a la Justicia!

¡Qué aporte pruebas!

Hugo Díaz Súnico no es un improvisado, seguramente no habla por hablar o por buscar un impacto mediático. Sabe del relevante tenor de sus dichos, también de los riesgos que asume.

En su condición de pastor conoce las alegrías, las miserias, los dolores y las angustias de su rebaño.

Sabe como muchos que Coronel Dorrego no es una isla en la difícil y perversa realidad de la droga, seguramente conoce casos de pibes doblegados por sus efectos.

Lo que hace el cura párroco, quizás cansado de la pasividad que se observa para con determinada problemática social, es hacer un llamado de alerta, decirle a muchos que dejen de dormir la siesta, a otros (aunque no las tengan)… “que pongan sus barbas en remojo”.

Mientras unos miran la realidad desde una coqueta y esbelta plaza en remodelación; con otra perspectiva y con otra visión…el padre Hugo la observa desde lo alto del campanario de la iglesia: ¡Las postales son distintas!

¿Acaso desconocemos la existencia de severos inconvenientes de índole social?

¿Nos olvidamos de las tantas vidas jóvenes que se perdieron?

¿Sabemos a qué índices alcanza la desocupación?

¿Tenemos en cuenta las cientos de familias que son asistidas, qué no tienen ingresos genuinos?

¿Se conocen datos estadísticos de la iniciación de nuestros jóvenes en el alcohol, se sabe cuántos han tenido que ser internados por ingestas excesivas?

¿Cuántas sanciones o eventuales clausuras se han concretado por la comercialización de alcohol a menores?

¿Cuántos procedimientos por drogas se recuerdan en la ciudad?

¿Qué garantías de investigación puede ofrecer una policía incapaz de esclarecer delitos menores, irresoluta ante sucesos menos complejos?

¿Cuándo se va a centrar la búsqueda en los que comercializan la droga?

Por lo expuesto en varios años a esta parte los resultados de la “inteligencia” policial han sido nulos, más dirigidos a la detección de adictos que a golpear a los traficantes de un circuito perverso.

El padre Hugo dijo cosas que algunos se niegan a aceptar, que otros no quieren escuchar.

Habló de la “complicidad del silencio”, de la falta de respuesta de los funcionarios…con otras palabras destacó la hipocresía que nos rodea.

Despertó gente dispuesta a acompañarlo en esta predica contra los mercaderes de la muerte… también levantó voces que exclaman con bronca su descontento:

¡Está loco el cura!

¡Va a terminar en problemas!

¡Lo tienen que citar…qué de nombres!

¡Nos trató de caretas!

Aunque todavía sigamos disfrutando el brindis de la navidad, suenen los “festivos sonidos” de la pirotecnia y nos preparemos para el año nuevo, las palabras del padre Hugo hicieron estruendo en nuestra conciencia.

Es que entre el “palabrerío” de unos, la vista gorda de algunos y los “oídos sordos” de otros, “llamó a las cosas por su nombre”.

Aunque para algunos resulte grosera la expresión… como pocos, el cura párroco: ¡puso los huevos sobre la mesa!


Posdata: para tranquilidad de los vecinos, por la buena honra de una sociedad modelo como la nuestra; porque drogas, adicciones, desempleo, violencia familiar, prostituciòn infantil, marginación y pobreza no son parte de la realidad local…les recuerdo que hoy es 28 de diciembre: ¡Què la inocencia les valga!