Emilio Amden y María Jacoba Lillo de la Cueva cuentan su historia de 57 años entre risas y lágrimas.
Ella tenía 25 años cuando llegó a Oriente desde España, tras un viaje de tres meses, para visitar parientes radicados en esta localidad del distrito dorreguense, por entonces sin luz eléctrica y con calles polvorientas.
El trabajo temporario como niñera de los hijos del director de la Escuela N° 8, la acercó hasta Emilio, quien había sido empleado para destapar una cañería del comedor.
"Era galán y muy simpático", dice con el marcado acento español que el tiempo no ha podido atenuar.
La primera cita fue pactada para dos días después. Uno podría imaginárselos caminando de la mano, pero fiel a una tradición árabe, Emilio lo hizo unos pasos más adelante.
El tiempo pasaba y María no quería volver a su tierra. El final feliz se presagiaba en una boda cada vez más cercana, pero la familia de Emilio, por su religión musulmana, no aceptaba que la boda se celebrara en una iglesia cristiana, la única del pueblo.
Claro que los Lillo de la Cueva tampoco admitirían una unión que no pasara por la bendición católica.
Al final, Emilio y María lograron que la escuela se transformara en templo por un día, donde la boda se celebró según las dos religiones y ante un mismo Dios.
FUENTE: Diana Arias - Diario La Nueva Provincia
Ella tenía 25 años cuando llegó a Oriente desde España, tras un viaje de tres meses, para visitar parientes radicados en esta localidad del distrito dorreguense, por entonces sin luz eléctrica y con calles polvorientas.
El trabajo temporario como niñera de los hijos del director de la Escuela N° 8, la acercó hasta Emilio, quien había sido empleado para destapar una cañería del comedor.
"Era galán y muy simpático", dice con el marcado acento español que el tiempo no ha podido atenuar.
La primera cita fue pactada para dos días después. Uno podría imaginárselos caminando de la mano, pero fiel a una tradición árabe, Emilio lo hizo unos pasos más adelante.
El tiempo pasaba y María no quería volver a su tierra. El final feliz se presagiaba en una boda cada vez más cercana, pero la familia de Emilio, por su religión musulmana, no aceptaba que la boda se celebrara en una iglesia cristiana, la única del pueblo.
Claro que los Lillo de la Cueva tampoco admitirían una unión que no pasara por la bendición católica.
Al final, Emilio y María lograron que la escuela se transformara en templo por un día, donde la boda se celebró según las dos religiones y ante un mismo Dios.
FUENTE: Diana Arias - Diario La Nueva Provincia
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