“Nuestro partido puede volver a ser gobierno en el país en 2011, pero con los dirigentes que lo encabezan nacionalmente, se está volviendo cada vez más reaccionario y conservador”, reflexionó, bastante preocupado, un veterano militante del radicalismo dorreguense.
“Qué tienen que ver los notables Leandro Alem, Raúl Alfonsín y hasta el vilipendiado Arturo Illia, con un dirigente como Ernesto Sanz que acusa de hacer terrorismo de Estado a un gobierno elegido democráticamente por el pueblo, o con un Gerardo Morales, que demonizó a una luchadora social de su provincia que ha hecho mucho más que él en favor de los pobres, o con un Julio Cobos, que le está causando un gran daño institucional al país por no sacar los pies del plato”, amplió.
El comentario me sirvió como disparador para hacer una pequeña síntesis biográfica del hacedor de la UCR.
Leandro N. Alem fue un romántico, poeta, lírico; combatiente en Pavón, Cepeda y en la guerra del Paraguay; jurista. Luchador por el derecho del pueblo al sufragio universal como medio de legitimación de las instituciones de la república, porque tenía además la íntima convicción de que el ciudadano debía dejar de ser un mero espectador en el manejo de la cosa pública para convertirse en partícipe activo en la toma de decisiones de los destinos nacionales.
Y para hacer efectivo ese derecho inalienable del pueblo, Alem no trepidó en recurrir a la revolución - recurso extremo contenido en la "ley natural de los pueblos", al decir yrigoyeneano - para regenerar las prácticas políticas de nuestra Patria.
Y es así que 26 de julio de ese año estalló la revolución cívico-militar conocida como “Revolución del Noventa” o “del Parque” porque en el Parque de Artillería (hoy Tribunales) se concentró la actividad y el comando revolucionarios.
La Junta de Gobierno era presidida por Alem, mientras que el General Manuel Campos, mitrista, comandaba las fuerzas militares revolucionarias. Hubo cantones o trincheras revolucionarias en varios puntos de la capital y de las provincias del interior.
La revolución duró tres días, dejando un saldo de varios muertos y heridos. Finalmente se acordó un armisticio. Campos había negociado con Roca una futura presidencia de Mitre.
La Revolución estaba vencida, pero el Gobierno estaba muerto, dijo un senador opositor a Juárez.
Hubo una amnistía a los revolucionarios y el presidente debió renunciar siendo sucedido por Carlos Pellegrini, su Vicepresidente.
La Unión Cívica se organizó en todo el país y consagró su fórmula para los comicios de 1891: Bartolomé Mitre- Bernardo de Irigoyen.
Sin embargo, Roca tentó astutamente a Mitre con una candidatura de unión nacional, a cambio de que Mitre desplazara a Irigoyen de la fórmula. Alem dice a Mitre: “No acepto el acuerdo, soy radical, radical intransigente...”.
Se produce la ruptura de los cívicos. Los mitristas que aceptan el acuerdo con Roca pasarán a formar la Unión Cívica Nacional, de vida efímera, mientras que los intransigentes que lideran Alem y su sobrino Hipólito Yrigoyen constituyen la Unión Cívica Radical, nacida el 26 de junio de 1891.
Antes de su muerte, escribió su testamento político y lo dejó bajo sobre, con un rótulo que decía: “Para publicar”.
Decía lo siguiente:
“He terminado mi carrera, he concluido mi misión. Para vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir. ¡Sí, que se rompa, pero que no se doble! He luchado de una manera indecible en los últimos tiempos; pero mis fuerzas, tal vez gastadas ya, han sido incapaces para detener la montaña… ¡y la montaña me aplastó!
He dado todo lo que podía dar; todo lo que humanamente se puede exigir de un hombre, y al fin mis fuerzas se han agotado… y para vivir estéril, inútil y oprimido, es preferible morir. Entrego decorosa y dignamente todo lo que me queda: mi última sangre, el resto de mi vida. Los sentimientos que me han impulsado, las ideas que han alumbrado mi alma, los móviles, las causas y los propósitos de mi acción y de mi lucha en general, en mi vida, son, creo, perfectamente conocidos. Si me engaño a este respecto, será una desgracia que yo ya no podré ni sentir ni remediar…
Ahí están mi labor y mi acción desde largos años, desde muy joven, desde muy niño, luchando siempre de abajo. No es el orgullo el que me dicta estas palabras, ni es debilidad en estos momentos lo que me hace tomar esta resolución. Es un convencimiento profundo que se ha apoderado de mi alma en el sentido que lo enuncio en los primeros párrafos, después de haberlo pensado, meditado y reflexionado en un solemne recogimiento. Entrego, pues, mi labor y mi memoria al juicio del pueblo, por cuya noble causa he luchado constantemente.
En estos momentos el partido popular se prepara para entrar nuevamente en acción en bien de la patria. Esta es mi idea, éste es mi sentimiento, ésta es mi convicción arraigada, sin ofender a nadie. Yo mismo he dado el primer impulso, y, sin embargo, no puedo continuar.
Mis dolencias son gravísimas, necesariamente mortales. ¡Adelante los que quedan! ¡Ah, cuánto bien ha podido hacer este partido, si no hubiesen promediado ciertas causas y ciertos factores! ¡No importa! Todavía puede hacer mucho. Pertenece principalmente a las nuevas generaciones. Ellas le dieron origen y ellas sabrán consumar la obra: ¡deben consumarla!”
***********
“Preferiría perder una nueva elección nacional a que el partido (y el país) quede en manos de tipos como Sanz, Morales o Cobos, que encandilados por la gran prensa hegemónica y corporativa, sólo producen frases grandilocuentes, filodestituyentes, vaciadas de contenido, con la clara intención de erosionar todo (incluso, las buenas medidas) tomadas por el gobierno, sin aportar ninguna idea superadora a lo que critican”, completó el angustiado vecino y “boina blanca”, mientras tomaba el último trago de una espumante y fría cerveza en una céntrica confitería de la ciudad.
“Qué tienen que ver los notables Leandro Alem, Raúl Alfonsín y hasta el vilipendiado Arturo Illia, con un dirigente como Ernesto Sanz que acusa de hacer terrorismo de Estado a un gobierno elegido democráticamente por el pueblo, o con un Gerardo Morales, que demonizó a una luchadora social de su provincia que ha hecho mucho más que él en favor de los pobres, o con un Julio Cobos, que le está causando un gran daño institucional al país por no sacar los pies del plato”, amplió.
El comentario me sirvió como disparador para hacer una pequeña síntesis biográfica del hacedor de la UCR.
Leandro N. Alem fue un romántico, poeta, lírico; combatiente en Pavón, Cepeda y en la guerra del Paraguay; jurista. Luchador por el derecho del pueblo al sufragio universal como medio de legitimación de las instituciones de la república, porque tenía además la íntima convicción de que el ciudadano debía dejar de ser un mero espectador en el manejo de la cosa pública para convertirse en partícipe activo en la toma de decisiones de los destinos nacionales.
Y para hacer efectivo ese derecho inalienable del pueblo, Alem no trepidó en recurrir a la revolución - recurso extremo contenido en la "ley natural de los pueblos", al decir yrigoyeneano - para regenerar las prácticas políticas de nuestra Patria.
Y es así que 26 de julio de ese año estalló la revolución cívico-militar conocida como “Revolución del Noventa” o “del Parque” porque en el Parque de Artillería (hoy Tribunales) se concentró la actividad y el comando revolucionarios.
La Junta de Gobierno era presidida por Alem, mientras que el General Manuel Campos, mitrista, comandaba las fuerzas militares revolucionarias. Hubo cantones o trincheras revolucionarias en varios puntos de la capital y de las provincias del interior.
La revolución duró tres días, dejando un saldo de varios muertos y heridos. Finalmente se acordó un armisticio. Campos había negociado con Roca una futura presidencia de Mitre.
La Revolución estaba vencida, pero el Gobierno estaba muerto, dijo un senador opositor a Juárez.
Hubo una amnistía a los revolucionarios y el presidente debió renunciar siendo sucedido por Carlos Pellegrini, su Vicepresidente.
La Unión Cívica se organizó en todo el país y consagró su fórmula para los comicios de 1891: Bartolomé Mitre- Bernardo de Irigoyen.
Sin embargo, Roca tentó astutamente a Mitre con una candidatura de unión nacional, a cambio de que Mitre desplazara a Irigoyen de la fórmula. Alem dice a Mitre: “No acepto el acuerdo, soy radical, radical intransigente...”.
Se produce la ruptura de los cívicos. Los mitristas que aceptan el acuerdo con Roca pasarán a formar la Unión Cívica Nacional, de vida efímera, mientras que los intransigentes que lideran Alem y su sobrino Hipólito Yrigoyen constituyen la Unión Cívica Radical, nacida el 26 de junio de 1891.
Antes de su muerte, escribió su testamento político y lo dejó bajo sobre, con un rótulo que decía: “Para publicar”.
Decía lo siguiente:
“He terminado mi carrera, he concluido mi misión. Para vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir. ¡Sí, que se rompa, pero que no se doble! He luchado de una manera indecible en los últimos tiempos; pero mis fuerzas, tal vez gastadas ya, han sido incapaces para detener la montaña… ¡y la montaña me aplastó!
He dado todo lo que podía dar; todo lo que humanamente se puede exigir de un hombre, y al fin mis fuerzas se han agotado… y para vivir estéril, inútil y oprimido, es preferible morir. Entrego decorosa y dignamente todo lo que me queda: mi última sangre, el resto de mi vida. Los sentimientos que me han impulsado, las ideas que han alumbrado mi alma, los móviles, las causas y los propósitos de mi acción y de mi lucha en general, en mi vida, son, creo, perfectamente conocidos. Si me engaño a este respecto, será una desgracia que yo ya no podré ni sentir ni remediar…
Ahí están mi labor y mi acción desde largos años, desde muy joven, desde muy niño, luchando siempre de abajo. No es el orgullo el que me dicta estas palabras, ni es debilidad en estos momentos lo que me hace tomar esta resolución. Es un convencimiento profundo que se ha apoderado de mi alma en el sentido que lo enuncio en los primeros párrafos, después de haberlo pensado, meditado y reflexionado en un solemne recogimiento. Entrego, pues, mi labor y mi memoria al juicio del pueblo, por cuya noble causa he luchado constantemente.
En estos momentos el partido popular se prepara para entrar nuevamente en acción en bien de la patria. Esta es mi idea, éste es mi sentimiento, ésta es mi convicción arraigada, sin ofender a nadie. Yo mismo he dado el primer impulso, y, sin embargo, no puedo continuar.
Mis dolencias son gravísimas, necesariamente mortales. ¡Adelante los que quedan! ¡Ah, cuánto bien ha podido hacer este partido, si no hubiesen promediado ciertas causas y ciertos factores! ¡No importa! Todavía puede hacer mucho. Pertenece principalmente a las nuevas generaciones. Ellas le dieron origen y ellas sabrán consumar la obra: ¡deben consumarla!”
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“Preferiría perder una nueva elección nacional a que el partido (y el país) quede en manos de tipos como Sanz, Morales o Cobos, que encandilados por la gran prensa hegemónica y corporativa, sólo producen frases grandilocuentes, filodestituyentes, vaciadas de contenido, con la clara intención de erosionar todo (incluso, las buenas medidas) tomadas por el gobierno, sin aportar ninguna idea superadora a lo que critican”, completó el angustiado vecino y “boina blanca”, mientras tomaba el último trago de una espumante y fría cerveza en una céntrica confitería de la ciudad.
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