Para los que creemos en la igualdad y en el respeto por la diversidad, es estimulante que la Cámara de Diputados de la Nación le diera media sanción al proyecto que permite el casamiento entre personas del mismo sexo.
Tras un debate febril y extenso, menos pomposo que las sobredimensionadas -por los medios hegemónicos- discusiones sobre el manejo del quórum o del reglamento, se aprobó esta iniciativa rompiendo años de prejuicios y coronando la titánica, pacífica y creativa lucha de los militantes del movimiento gay.
La discusión en el Senado asoma como más peliaguda, pero eso se analizará más adelante.
El resultado final marcó 126 votos a favor, 110 en contra y 4 abstenciones (incluida la de Lilita Carrió), imperando, en la mayoría de los casos, la libertad de conciencia de los legisladores por encima de la disciplina partidaria, a tal punto que hasta dos representantes de la Mesa de Enlace Agropecuaria votaron distinto: Ulises Forte se inclinó por aprobar, el formoseño Ricardo Buryaile se opuso.
Una de las sorpresas fue la definición de Pinky, del derechista PRO, quien recordó el sufrimiento de tantos actores y actrices discriminados por su orientación sexual y tuvo una frase muy acertada para la sesión: “Gobernar es hacer feliz a la gente”.
Sin dudas, un momento muy emotivo durante el debate se dio cuando el diputado socialista Ricardo Cuccovillo, como lo escuchamos aquí el jueves, se refirió, conteniendo las lágrimas, a lo injusto que le parecía que su hijo homosexual no tuviera los mismos derechos que su otro hijo heterosexual.
Otro mensaje clarificador fue el del santafesino Alejandro Rossi al comentar que, a diferencia de otros grupos discriminados (como los negros y los judíos), los gays a veces ni pueden compartir sus pesares, ni siquiera su condición, con las propias familias.
De nada sirvió el lobby mediático y personal hecho por prelados de las distintas religiones, que, equivocadamente, consideran que sus creencias deben estar por encima de una sociedad civil pluralista, abierta, tolerante.
También es oportuno compartir con ustedes el final de la alocución pronunciada por el jefe de la bancada del Frente para la Victoria, Agustín Rossi, quien leyó el epílogo del libro del periodista Osvaldo Bazán; el párrafo dice así: “Y algún día, finalmente, se habrá de saber la verdad tan celosamente guardada: la homosexualidad no es nada. No lo era en un principio y no lo será en un futuro. Cuando saquemos del medio todos los incendios y todas las torturas y todas las mentiras y todo el odio y toda la ignorancia y todo el prejuicio, descubriremos que no hay nada.
“Aprendimos a mentirnos primero”, habla de ellos, los homosexuales, “a mentir después. A escondernos, a desvalorizarnos, a despreciarnos. A no confiar en nuestra familia más cercana (sostengo que es imposible para cualquier heterosexual, incluso el más abierto, saber lo que eso significa. Los nenes negros, los nenes judíos, siempre tuvieron en su casa un lugar en donde resguardarse de las estúpidas ofensas externas. El primer lugar en donde un nene homosexual es ofendido es su propia casa. Tu hijo, ¿cuenta con vos?). A no hablar. A aceptar resignadamente que las cosas son así. A avergonzarnos de cada gesto íntimo.
“No era nada y después fue pecado (no fue Dios, fue un grupo de personas el que lo decretó) y después fue una enfermedad (tan arbitraria que un día dejó de serlo) y también fue un delito (usado siempre discrecionalmente). Y después fue todo junto: pecado, enfermedad y delito. ¿Cómo reaccionar teniendo en contra la religión, la ciencia y el Estado?
“El día en que nació el concepto de “orgullo gay”, comenzó a frenarse la injusticia.”
Osvaldo Bazán hace una ironía: “El mundo está demasiado raro: los hijos gay son los que tienen que terminar entendiendo a sus padres. ¿Cómo pueden pedir eso?”
Termina diciendo que sueña con este diálogo: “ Viejos, quería decirles que estoy de novio. -¡Qué alegría, nene! ¿Con un chico o con una chica?”
El paso que dio la Cámara de Diputados fue muy importante, impensado hace diez o quince años, pero todavía hay que seguir insistiendo para que los que se oponen entiendan que los homosexuales y lesbianas son seres humanos, que deben tener las mismas obligaciones y gozar de los mismos derechos que el resto de los mortales.
No son “antinaturales”, ni enfermos que contagian. Como tampoco la aprobación de la iniciativa abrirá la puerta a la legalización de la poligamia, el incesto, el casamiento con infantes y otras plagas bíblicas, como deliran algunos de los opositores al proyecto.
Si prima el amor, si prevalece la autenticidad de los afectos, porqué no se pueden casar las personas del mismo sexo. Cuando esto lo entiendan todos, cuando prime la igualdad y la aceptación de la heterogeneidad, cesarán las discriminaciones.
* Como complemento musical de esta reflexión se escuchó la canción Amanecí en tus brazos, interpretado por Ana Belén y Chavela Vargas.
Tras un debate febril y extenso, menos pomposo que las sobredimensionadas -por los medios hegemónicos- discusiones sobre el manejo del quórum o del reglamento, se aprobó esta iniciativa rompiendo años de prejuicios y coronando la titánica, pacífica y creativa lucha de los militantes del movimiento gay.
La discusión en el Senado asoma como más peliaguda, pero eso se analizará más adelante.
El resultado final marcó 126 votos a favor, 110 en contra y 4 abstenciones (incluida la de Lilita Carrió), imperando, en la mayoría de los casos, la libertad de conciencia de los legisladores por encima de la disciplina partidaria, a tal punto que hasta dos representantes de la Mesa de Enlace Agropecuaria votaron distinto: Ulises Forte se inclinó por aprobar, el formoseño Ricardo Buryaile se opuso.
Una de las sorpresas fue la definición de Pinky, del derechista PRO, quien recordó el sufrimiento de tantos actores y actrices discriminados por su orientación sexual y tuvo una frase muy acertada para la sesión: “Gobernar es hacer feliz a la gente”.
Sin dudas, un momento muy emotivo durante el debate se dio cuando el diputado socialista Ricardo Cuccovillo, como lo escuchamos aquí el jueves, se refirió, conteniendo las lágrimas, a lo injusto que le parecía que su hijo homosexual no tuviera los mismos derechos que su otro hijo heterosexual.
Otro mensaje clarificador fue el del santafesino Alejandro Rossi al comentar que, a diferencia de otros grupos discriminados (como los negros y los judíos), los gays a veces ni pueden compartir sus pesares, ni siquiera su condición, con las propias familias.
De nada sirvió el lobby mediático y personal hecho por prelados de las distintas religiones, que, equivocadamente, consideran que sus creencias deben estar por encima de una sociedad civil pluralista, abierta, tolerante.
También es oportuno compartir con ustedes el final de la alocución pronunciada por el jefe de la bancada del Frente para la Victoria, Agustín Rossi, quien leyó el epílogo del libro del periodista Osvaldo Bazán; el párrafo dice así: “Y algún día, finalmente, se habrá de saber la verdad tan celosamente guardada: la homosexualidad no es nada. No lo era en un principio y no lo será en un futuro. Cuando saquemos del medio todos los incendios y todas las torturas y todas las mentiras y todo el odio y toda la ignorancia y todo el prejuicio, descubriremos que no hay nada.
“Aprendimos a mentirnos primero”, habla de ellos, los homosexuales, “a mentir después. A escondernos, a desvalorizarnos, a despreciarnos. A no confiar en nuestra familia más cercana (sostengo que es imposible para cualquier heterosexual, incluso el más abierto, saber lo que eso significa. Los nenes negros, los nenes judíos, siempre tuvieron en su casa un lugar en donde resguardarse de las estúpidas ofensas externas. El primer lugar en donde un nene homosexual es ofendido es su propia casa. Tu hijo, ¿cuenta con vos?). A no hablar. A aceptar resignadamente que las cosas son así. A avergonzarnos de cada gesto íntimo.
“No era nada y después fue pecado (no fue Dios, fue un grupo de personas el que lo decretó) y después fue una enfermedad (tan arbitraria que un día dejó de serlo) y también fue un delito (usado siempre discrecionalmente). Y después fue todo junto: pecado, enfermedad y delito. ¿Cómo reaccionar teniendo en contra la religión, la ciencia y el Estado?
“El día en que nació el concepto de “orgullo gay”, comenzó a frenarse la injusticia.”
Osvaldo Bazán hace una ironía: “El mundo está demasiado raro: los hijos gay son los que tienen que terminar entendiendo a sus padres. ¿Cómo pueden pedir eso?”
Termina diciendo que sueña con este diálogo: “ Viejos, quería decirles que estoy de novio. -¡Qué alegría, nene! ¿Con un chico o con una chica?”
El paso que dio la Cámara de Diputados fue muy importante, impensado hace diez o quince años, pero todavía hay que seguir insistiendo para que los que se oponen entiendan que los homosexuales y lesbianas son seres humanos, que deben tener las mismas obligaciones y gozar de los mismos derechos que el resto de los mortales.
No son “antinaturales”, ni enfermos que contagian. Como tampoco la aprobación de la iniciativa abrirá la puerta a la legalización de la poligamia, el incesto, el casamiento con infantes y otras plagas bíblicas, como deliran algunos de los opositores al proyecto.
Si prima el amor, si prevalece la autenticidad de los afectos, porqué no se pueden casar las personas del mismo sexo. Cuando esto lo entiendan todos, cuando prime la igualdad y la aceptación de la heterogeneidad, cesarán las discriminaciones.
* Como complemento musical de esta reflexión se escuchó la canción Amanecí en tus brazos, interpretado por Ana Belén y Chavela Vargas.
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