Su rostro luce habitualmente adusto, poco acostumbrado a recibir u ofrecer las caricias de una sonrisa.
Su mirada penetrante y firme puede resultar intimidante para todos aquellos que no lo conozcan.
Sus enormes manos condicen con el volumen de su cuerpo, su andar lento y el cuello metido como cuña entre los hombros le otorga un aspecto de hombre duro del que parece no renegar, quizás por aquello de que: “las apariencias engañan”…
Poco afecto a las palabras transforma las suyas en “verdaderos documentos”. Aunque cuesten salir, aún desde su simpleza… son siempre contundentes.
No hay en sus discursos frases floridas.
Desestima el habitual “yo” de los que se creen imprescindibles, prefiere rescatar el “nosotros” para cada una de las acciones que se emprenden.
El saco y la corbata son prendas que el protocolo exige para determinadas circunstancias, que a regañadientes acepta, que solamente por algunas horas se permite traicionar a su inseparable “mameluco”.
Es el primero en la fila cuando a trabajar convocan, el último en el momento que los aplausos coronan una conquista.
Es “amigo de sus amigos”, buen compañero y ante todo “vecino” preocupado por la suerte del resto.
Es el mismo que en duro custodio se transforma cuando defiende las causas de su gente o alguien mansilla la rica historia de un patrimonio institucional que es del pueblo.
Costó convencerlo, consideró más de una vez no estar preparado para la responsabilidad.
Revisó la historia en “verde y negro” contada, se encontró con apellidos ilustres, con trayectorias ejemplares.
Se preguntó -no sin temores- por el desafío que le proponían:
¿Qué puede hacer un hombre simple por un club tan grande?
¿Qué puede aportar un simple mecánico a la vida de una institución que tuvo referentes de la talla de: Pedro Balda, Rodolfo Archenti, Raúl Loydi (p), Juan Eloy Amestoy o Pedro Juan Testani?
No se trataba de una institución cualquiera, era la “de todos”.
Las circunstancias exigían el esfuerzo y no podía seguir esquivando aquella “bocha del destino” que reclamaba una decisión.
Pidió compromiso, acompañamiento y ganas de trabajar al resto.
Prometió un año de gestión, amagó con irse después del segundo; ya sin tantos retaceos… en 2010 aceptó seguir siendo Presidente.
Las obras caracterizaron su gestión y fue la sede social la que insumió el esfuerzo y las inversiones de los primeros años: el frente del club, los salones, el fogón y la vivienda fueron refaccionados, mostrando con orgullo a propios y extraños una positiva cara.
Cuando en noviembre de 2008 se apagaron los festejos de los 90 años, comenzaron a encenderse con el nuevo año los sueños de una gran obra, postergada durante mucho tiempo: la remodelación del campo de deportes.
No fue fácil explicar la postura de la dirigencia, no se trataba de convencer solamente a los socios, era la comunidad la que debía estar al tanto de aquella idea que pretendía silenciar la pasión de El Perdido: “un año sin fútbol…”
Entre el apoyo de unos y el descontento de otros apareció un inversor y con él una figura nueva para la entidad: “gerenciamiento”.
En lo deportivo los resultados fueron óptimos: plantel competitivo, vueltas olímpicas y además participación en el Torneo Argentino “C”.
La obra fue alterando sus presupuestos, fue necesario recurrir a más apoyos, colaboraciones y mucha voluntad para enfrentar cada una de las etapas de la construcción.
Vestuarios nuevos, cerco perimetral, arcos, pabellones de baños para el público, cantina y hasta una cabina de transmisión conforman la nueva estructura del campo de deportes del club Progreso.
Este domingo 16 de Mayo llegará el preciado momento de la inauguración de las remozadas instalaciones, con una premisa insustituible: ofrecer comodidades, tiempo y conocimientos técnicos para que “los chicos” de hoy encuentren en el deporte contención y entretenimiento, logrando formar una cantera que pueda proveer a los planteles del futuro de deportistas aptos, pero ante todo hombres cabales.
Fiel a su estilo dirá que “fue mérito de todos”…
Obligado por la situación se dirigirá a los presentes…serán pocas pero precisas sus palabras.
Se sentirá feliz por la tarea cumplida, será uno más en la foto que retrate tan trascendente momento.
Esteban Larsen: el hombre que parece cargar una pesada mochila de dolores y tristezas.
Esteban Larsen: el obrero silencioso trabajando codo a codo con el resto de la comisión.
Esteban Larsen: “un hombre común que ganó un merecido lugar en la galería de los grandes presidentes de Progreso.
Esteban Larsen: “manos de laburante, corazón de hincha, alma de luchador…”
Su mirada penetrante y firme puede resultar intimidante para todos aquellos que no lo conozcan.
Sus enormes manos condicen con el volumen de su cuerpo, su andar lento y el cuello metido como cuña entre los hombros le otorga un aspecto de hombre duro del que parece no renegar, quizás por aquello de que: “las apariencias engañan”…
Poco afecto a las palabras transforma las suyas en “verdaderos documentos”. Aunque cuesten salir, aún desde su simpleza… son siempre contundentes.
No hay en sus discursos frases floridas.
Desestima el habitual “yo” de los que se creen imprescindibles, prefiere rescatar el “nosotros” para cada una de las acciones que se emprenden.
El saco y la corbata son prendas que el protocolo exige para determinadas circunstancias, que a regañadientes acepta, que solamente por algunas horas se permite traicionar a su inseparable “mameluco”.
Es el primero en la fila cuando a trabajar convocan, el último en el momento que los aplausos coronan una conquista.
Es “amigo de sus amigos”, buen compañero y ante todo “vecino” preocupado por la suerte del resto.
Es el mismo que en duro custodio se transforma cuando defiende las causas de su gente o alguien mansilla la rica historia de un patrimonio institucional que es del pueblo.
Costó convencerlo, consideró más de una vez no estar preparado para la responsabilidad.
Revisó la historia en “verde y negro” contada, se encontró con apellidos ilustres, con trayectorias ejemplares.
Se preguntó -no sin temores- por el desafío que le proponían:
¿Qué puede hacer un hombre simple por un club tan grande?
¿Qué puede aportar un simple mecánico a la vida de una institución que tuvo referentes de la talla de: Pedro Balda, Rodolfo Archenti, Raúl Loydi (p), Juan Eloy Amestoy o Pedro Juan Testani?
No se trataba de una institución cualquiera, era la “de todos”.
Las circunstancias exigían el esfuerzo y no podía seguir esquivando aquella “bocha del destino” que reclamaba una decisión.
Pidió compromiso, acompañamiento y ganas de trabajar al resto.
Prometió un año de gestión, amagó con irse después del segundo; ya sin tantos retaceos… en 2010 aceptó seguir siendo Presidente.
Las obras caracterizaron su gestión y fue la sede social la que insumió el esfuerzo y las inversiones de los primeros años: el frente del club, los salones, el fogón y la vivienda fueron refaccionados, mostrando con orgullo a propios y extraños una positiva cara.
Cuando en noviembre de 2008 se apagaron los festejos de los 90 años, comenzaron a encenderse con el nuevo año los sueños de una gran obra, postergada durante mucho tiempo: la remodelación del campo de deportes.
No fue fácil explicar la postura de la dirigencia, no se trataba de convencer solamente a los socios, era la comunidad la que debía estar al tanto de aquella idea que pretendía silenciar la pasión de El Perdido: “un año sin fútbol…”
Entre el apoyo de unos y el descontento de otros apareció un inversor y con él una figura nueva para la entidad: “gerenciamiento”.
En lo deportivo los resultados fueron óptimos: plantel competitivo, vueltas olímpicas y además participación en el Torneo Argentino “C”.
La obra fue alterando sus presupuestos, fue necesario recurrir a más apoyos, colaboraciones y mucha voluntad para enfrentar cada una de las etapas de la construcción.
Vestuarios nuevos, cerco perimetral, arcos, pabellones de baños para el público, cantina y hasta una cabina de transmisión conforman la nueva estructura del campo de deportes del club Progreso.
Este domingo 16 de Mayo llegará el preciado momento de la inauguración de las remozadas instalaciones, con una premisa insustituible: ofrecer comodidades, tiempo y conocimientos técnicos para que “los chicos” de hoy encuentren en el deporte contención y entretenimiento, logrando formar una cantera que pueda proveer a los planteles del futuro de deportistas aptos, pero ante todo hombres cabales.
Fiel a su estilo dirá que “fue mérito de todos”…
Obligado por la situación se dirigirá a los presentes…serán pocas pero precisas sus palabras.
Se sentirá feliz por la tarea cumplida, será uno más en la foto que retrate tan trascendente momento.
Esteban Larsen: el hombre que parece cargar una pesada mochila de dolores y tristezas.
Esteban Larsen: el obrero silencioso trabajando codo a codo con el resto de la comisión.
Esteban Larsen: “un hombre común que ganó un merecido lugar en la galería de los grandes presidentes de Progreso.
Esteban Larsen: “manos de laburante, corazón de hincha, alma de luchador…”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario