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"Lo fundamental es tener pasión por lo que se hace". Escribe Pablo Javier Marcó

Cuando alguien me pregunta que es el periodismo, no sé muy bien que responder, pero una de las frases que más me gustaron dice que “periodismo es levantar un espejo frente a la sociedad para que ésta se refleje en él”.

Soy periodista porque este oficio me apasiona. Porque me da placer venir todas las mañanas acá, temprano. Porque sigo sintiendo curiosidad. Porque me encanta el desafío cotidiano de sentarme frente a una computadora y armar una nota o pensar una columna de opinión.

Cuando empecé, creía que el periodista tenía que ser objetivo, independiente, que sólo estaba para informar y no para opinar, uno de los tantos lugares comunes que muchos repiten hasta el hartazgo sin reparar muy bien qué quieren decir.

Con el tiempo, me di cuenta de que no somos objetivos y que podemos ser independientes de algunas cosas, pero de otras no. Es cierto que sufrimos, gozamos, reímos, lloramos, nos enojamos, nos emocionamos, como todos, pero no todos reaccionamos igual ante determinados sucesos, no todos vamos a contar de la misma manera un mismo hecho. A algunos, ciertas formas de injusticia, nos rebelan; a otros, les resbalan.

También me di cuenta de que uno no puede decir todo lo que piensa y siempre –por diferentes razones- hay algo que callarse. En este punto, entiendo que el límite ético es oponerse con firmeza a que nos obliguen a decir o escribir aquello que no queremos o en lo que no creemos.

Cuando empecé, creía que todo lo que yo decía iba a ser muy importante para mucha gente. No es así. También creo que a los periodistas de estas pequeñas poblaciones del interior nos cuesta más ser reconocidos por lo que hacemos y siempre goza de más prestigio el periodista de Dorrego que trabaja afuera, en medios importantes.

Hay empresas en las que trabajamos que nos gustan menos que otras.

Cuando empecé, creía sólo en la libertad de expresión sin entender muy bien qué era eso de la libertad de empresa de la que hablaban los colegas más experimentados. Después los entendí.

Cuando empecé, creía (me lo hicieron creer) que cualquier cuestionamiento a ciertos periodistas o medios era un ataque a la libertad de expresión. Luego, aprendí a despojarme de la mezquina defensa corporativa y entendí que es una actividad más y está expuesta a las críticas, como todas.

También pensaba que los intentos o actos de censura sólo provenían del sector estatal y no del ámbito privado. Cuando se tocan determinados intereses, no hay distingos en este sentido ni se agotan los recursos para acallar las voces insumisas.

También entendí que las posturas de ciertos colegas, sobre todo de los exponentes de la denominada “gran prensa nacional”, ante determinadas situaciones, no siempre se sustentan en sus convicciones o posiciones ideológicas.

Cuando empecé, pensé que todo era blanco o negro, que no debían existir los grises. Después me di cuenta de que esa dicotomía se puede aplicar en determinadas situaciones, pero hay casos en los que también son posibles los matices porque los dogmatismos y las posiciones maniqueas son inconducentes.

Con el tiempo, especialmente en los últimos dos o tres años, aprendí que es un gran negocio monopolizar el relato de la realidad. Y que para garantizar esos negocios, se miente, se oculta, se recorta esa realidad Y esto, a su vez, me permitió entender las razones por las cuales ciertos periodistas han cambiado, obscenamente, sus posiciones sobre determinados temas, como la Ley de Medios o la apropiación de niños durante la última dictadura.

Soy periodista. Y no tengo título, aclaro, por las dudas. Para ejercer este oficio, no hace falta un diploma. Lo fundamental es tener pasión por lo que se hace, ansias constantes de superación, de aprender día a día, tratando de ser lo más honestos posibles.

En el final, les dejo una frase del escritor irlandés Oscar Wilde que explica con mayor precisión y sintéticamente algo de lo que intenté explicar en esta columna: “Sólo podemos dar una opinión imparcial sobre las cosas que no nos interesan; sin dudas, por eso mismo, las opiniones imparciales carecen de valor”.

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