¿Dónde nacen los cuentos? ¿En una mentira? ¿En el olor del pan? ¿En las hojas arrancadas de un cuaderno? ¿En los pájaros prohibidos? ¿En una fotografía?
En todas partes nacen los cuentos, florecen de la voz humana, de la memoria, de los sueños.
Esto quedó probado una vez más, en el Seminario intensivo de narración oral que coordinó ayer sábado 10 de julio, en la Escuela N° 34, Ivanna Rosselli.
Fuimos unas quince mujeres reunidas en torno a las palabras, convocadas por las historias. Hubo ronda de presentaciones y en seguida, ponerse a jugar con el cuerpo y con la voz. Después, aparecieron los cuentos y los ensayos para contar esos cuentos.Ahora, el día después, escribo y vuelve la intensa emoción de esas narraciones de ayer.
Una a una fuimos tomando la voz y contando. Y cada una a su manera, encontró las palabras, el tono, la posición propia para contar: el suspenso o la ironía, la dulzura, el secreto, el desparpajo, la sensualidad, el abierto humor, la tristeza.
Las que estuvimos lo sabemos: aunque los cuentos se repetían, era cada vez una emoción diferente, la piel de gallina, la sorpresa.
No vamos a olvidar a Dana, sus cinco años, pidiendo ella también contar su versión de un cuento de Eduardo Galeano. Eso es un tesoro que conservaremos para siempre en nuestra memoria.
No vamos a olvidar la mano de Ivanna entregándonos un trozo de pan a cada una y en ese trozo de pan, en su textura, en su olor, entregándonos parte de nuestras historias personales: la infancia, la mesa, las pérdidas, la pobreza, los mandatos familiares, la alegría.
O las fotografías que armamos con los cuentos y éramos cocodrilo o perro o niña o lámpara o corazón.
Después, a la tardecita, fueron los Cuentos con flash, las historias que narró Ivanna, inventándose una genealogía de personajes maravillosos, un extraño álbum familiar.
Nos costó despedirnos, demorábamos la charla, el mate, parecía que queríamos quedarnos ahí, en ese espacio mágico de las palabras, donde cada vida es una buena historia para ser contada, donde vale aquello que dice García Márquez: Vivir para contarla, vivir para tener una historia que contar, una historia que otros cuenten a otros y esos a otros y a otros y todo vuelva a empezar siempre.
Eso sí, fuimos todas mujeres. Me pregunto: ¿Dónde están, en Dorrego, los hombres que quieren contar cuentos? ¿Y los que quieren que les cuenten cuentos? ¿Acaso los cuentos son cosas de mujeres? Ojalá vengan para la próxima. Todos invitados.
FOTOS: Gentileza Laura Forchetti
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