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"Las armas las carga el diablo". Columna del diario Río Negro

El tema de la seguridad ciudadana es complejo y merece un análisis profundo y detenido de su problemática, la que se debe estudiar en su conjunto y en el contexto de los tiempos que nos toca vivir.

Es, por otra parte, un tema tan importante para todos los ciudadanos que se lo debe tratar en forma responsable y nunca declarando conceptos vacíos de contenido ante la coyuntura de algún hecho trágico y doloroso para las personas.

En ese aspecto ya decía Henry F. Amiel que "la crítica convertida en sistema es la negación del conocimiento y de la verdadera estimación de las cosas".

Por otra parte, desde la época de los griegos Pitágoras expresaba: "Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres". Viene de muy vieja data y es necesario crear nuevos paradigmas para que su política sea satisfactoria en las comunidades de este nuevo siglo que trae con su política globalizadora y su desarrollo vertiginoso también grandes diferencias entre ricos y pobres, dejando afuera del sistema a millones de personas.

Uno de los temas más preocupantes de nuestra sociedad es el uso de las armas reglamentarias por parte de las fuerzas de seguridad.

Al respecto, en el libro "Paradigma de la seguridad", que tuve el gusto de prologar, el comisario inspector (R) Carlos Rodríguez dedica uno de sus capítulos al uso del arma reglamentaria que conviene transcribir por la riqueza de sus conceptos.

"Como autoridad encargada de hacer cumplir la ley, el hombre policía en el uso del arma reglamentaria tiene la enorme responsabilidad de estar debidamente adiestrado y capacitado en el manejo del arma que porta, tanto en lo emocional como en lo práctico, y saber de situaciones límites para obrar siempre conforme a derecho.

"La preparación intelectual y capacitación técnica de un policía se proyecta a lograr idoneidad en todo su accionar en la preservación del orden público y en hacer cumplir la ley y un sinnúmero de normas, las que también le imponen limitaciones, tanto como amparan su proceder. Es el desvelo de la institución, de que no existan abusos, negligencia e imprudencia en el uso de las armas por parte de los integrantes de la fuerza.

"El adiestramiento con armas en un sentido amplio se orienta a la debida capacitación en resolución límite de cuándo y cómo se debe usar el arma, es tópico al que se le impone especial énfasis, por lo que el novel oficial o agente debe adquirir plena confianza en sí mismo, el grado de peligrosidad que se expone, tomar conciencia de consecuencias jurídicas para repeler un ataque o esgrimirla en prevención a salvaguardar la vida de terceros y/o la propia.

"Reflexionando en este especial tema, se debe considerar negligencia de las autoridades que no adiestren o entrenen adecuadamente a su policía en el uso de las armas que el Estado les provee. En extensión, es negligencia e imprudencia personal, cuasi criminal, que un policía no se concientice del peligro latente, potencial; si desconoce el manipuleo de su arma o no se adiestra en forma responsable adquiriendo capacidad, idoneidad y solvencia práctica y jurídica.

"El policía, sus deberes, su observancia y apego a la ley, las normas de procedimiento, están explícitas en amparo a los derechos de terceros y de su propia investidura, todo ello asimilado por su experiencia, cursos de capacitación y perfeccionamiento, obteniendo con ello el marco práctico y jurídico en la resolución de potenciales conflictos, a los que estará sometido muchas veces".

Más delante Rodríguez expresa que "eventualmente nadie sabe cuándo será el momento de valerse de sus conocimientos, solvencia y habilidades adquiridas, pero debe estar preparado y alerta para salir airoso en el acontecer, máxime que un policía está en inferioridad de condiciones respecto a un delincuente armado, en que debe correr serio riesgo su vida o la de terceros para recién desenfundar, dar la voz de alto y disparar al aire, en tanto el delincuente temerario y audaz no respeta los códigos ni el sentido ético de preservar la vida de sus semejantes, lo deja fuera de combate. Prevalecen los derechos de quien hace de su vida una actividad disfuncional y violatoria de normas y se anteponen a los de quienes los protegen por mandato constitucional".

Finaliza diciendo que "por lo expresado se debe procurar tener presente entonces: evitar los excesos, el apresuramiento, la negligencia, impericia, pues se considera gravitante que por ser policía se es un profesional, que debe controlar situaciones y que todo su accionar debe estar legitimado y orientado como hecho propio a la optimización y excelencia en la función, para no caer en el descrédito y como contrapartida elevar el propio prestigio y con ello el reconocimiento de la sociedad hacia la institución policial".

Explayarse sobre otros tópicos de la seguridad ciudadana sin dudas excedería en mucho las finalidades del presente trabajo. (01.07.10)

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