Empecé a escuchar radio de muy chico. Lo hacía generalmente de noche con una Tonomac de mi viejo y para no asustarme con los ruidos que venían de afuera de casa. Ponía el aparato debajo de la almohada y el miedo pasaba, me sentía acompañado.
Eso sí, no quería escuchar música, quería que alguien hablara del otro lado. Fui creciendo y así, cambiando el dial, fui descubriendo programas, conductores y locutores que me marcaron a fuego.
Así, una vez, en Radio El Mundo, me topé con alguien que me hacía reír a carcajadas, como lo sigue haciendo ahora. Era Alejandro Dolina, y estaba de 1 a 3 de la madrugada. Lo acompañaban Adolfo Castello y el locutor de turno, Guillermo Stronati, quien se transformó en parte del staff estable del Negro, que después pasó por Continental, Rivadavia, la 10 y Nacional.
De esa manera también descubrí un programa al que le perdí el rastro e iba los sábados a la madrugada, no sé muy bien en qué radio. Se llamaba Naftalina, para que nadie se apolille. No puedo olvidar cuando me quedaba a dormir en la casa de mi abuelo paterno y él, a todo volumen, escuchaba, también en El Mundo, La noche con amigos, con Leonel Godoy, un programa a puro tango.
Al ladito de Radio Mitre, en Radio Oriental de Uruguay, los domingos a la noche, encontré Musicalísimo, con Abel Duarte. En esa radio relataba fútbol Carlos Muñoz, que ahora está en Rivadavia de nuestro país y que nos hizo emocionar en el último Mundial cuando la celeste avanzó a las semifinales derrotando a Ghana por penales con una nueva locura de Abreu.
De a poco fui extendiendo mi interés por la radio a otros horarios. A la mañana, en Rivadavia, escuchaba a Larrea con su Rapidísimo, donde brillaban las locutoras Rina Morán y Beba Vignola, y el Doctor Puerredón Arenales, personaje creado por Héctor Arriaga haciendo monólogos políticos.
En esa radio, los sábados a la tarde, no me perdía las largas transmisiones del fútbol de la B con los relatos de Jorge Bullrich. Y a la noche, desde el Luna Park, Osvaldo Caffarelli relataba boxeo secundado por Horacio García Blanco. Ya en domingo, el Gordo Muñoz y Dante Zavatarelli comandaban el partido central de la fecha en primera, pero al instante te enterabas de las novedades de otros cotejos. Sonaba un pip y sabías que había un grito en otra cancha. Muñoz preguntaba: “¿Gol de quien”? y el periodista respondía: “De Independiente, Antonio Alzamendi”. Cuando comenzaba la década del 80, como muchos argentinos, nos sorprendimos con un uruguayo que presagiaba el gol con un “ta, ta, ta, que sea, que sea”.
Y Diego, con la 10 de Boca, rompía las redes rivales. Y no puedo ocultar mi emoción cada vez que recuerdo la melodía que anunciaba El Rotativo del Aire de Radio Rivadavia.
También recuerdo con nostalgia las extensas tardes de verano de Radio Mar del Plata, que en temporada estival siempre contrataba a algún conductor estrella de la Capital Federal, como el muñeco Mateyko, Fito Casini o Velazco Ferrero.
Claro que en la querida y vigente L U 26 también seguía ciclos memorables, como el Tren de la hora 22. O los sábados, cuando hacía algún gol en las menores de Ferro, seguir atentamente el deportivo de la noche para que Luis Fernández me nombrara.
Y qué bronca me agarraba cuando no se escuchaba mi nombre porque seguro que el “botón del referí” le había dado el gol a un compañero. Los tangos que Godoy pasaba en el Mundo mi abuelo también los escuchaba con Pocho Majluf en Historias con sabor a tango, mientras la abuela Truche me preparaba el café con leche con las tostadas…
Hubo otros muchos programas y personas que hicieron grande a la radiodifusión argentina y dorreguense. Yo, simplemente, quise compartir mis sentimientos como oyente cuando la radio reinaba en los hogares y la tele sólo tenía los dos canales de Bahía.
A todos los hombres y mujeres de radio que me hicieron reír, emocionar, sufrir y gozar. Muchas gracias por estos 90 años. Porque hoy, la radio argentina cumple nueve décadas de magia. Porque a la radio, más que a ningún otro medio, la llevo bien adentro del corazón, porque es una amiga fiel que jamás me va a dejar solo.
Eso sí, no quería escuchar música, quería que alguien hablara del otro lado. Fui creciendo y así, cambiando el dial, fui descubriendo programas, conductores y locutores que me marcaron a fuego.
Así, una vez, en Radio El Mundo, me topé con alguien que me hacía reír a carcajadas, como lo sigue haciendo ahora. Era Alejandro Dolina, y estaba de 1 a 3 de la madrugada. Lo acompañaban Adolfo Castello y el locutor de turno, Guillermo Stronati, quien se transformó en parte del staff estable del Negro, que después pasó por Continental, Rivadavia, la 10 y Nacional.
De esa manera también descubrí un programa al que le perdí el rastro e iba los sábados a la madrugada, no sé muy bien en qué radio. Se llamaba Naftalina, para que nadie se apolille. No puedo olvidar cuando me quedaba a dormir en la casa de mi abuelo paterno y él, a todo volumen, escuchaba, también en El Mundo, La noche con amigos, con Leonel Godoy, un programa a puro tango.
Al ladito de Radio Mitre, en Radio Oriental de Uruguay, los domingos a la noche, encontré Musicalísimo, con Abel Duarte. En esa radio relataba fútbol Carlos Muñoz, que ahora está en Rivadavia de nuestro país y que nos hizo emocionar en el último Mundial cuando la celeste avanzó a las semifinales derrotando a Ghana por penales con una nueva locura de Abreu.
De a poco fui extendiendo mi interés por la radio a otros horarios. A la mañana, en Rivadavia, escuchaba a Larrea con su Rapidísimo, donde brillaban las locutoras Rina Morán y Beba Vignola, y el Doctor Puerredón Arenales, personaje creado por Héctor Arriaga haciendo monólogos políticos.
En esa radio, los sábados a la tarde, no me perdía las largas transmisiones del fútbol de la B con los relatos de Jorge Bullrich. Y a la noche, desde el Luna Park, Osvaldo Caffarelli relataba boxeo secundado por Horacio García Blanco. Ya en domingo, el Gordo Muñoz y Dante Zavatarelli comandaban el partido central de la fecha en primera, pero al instante te enterabas de las novedades de otros cotejos. Sonaba un pip y sabías que había un grito en otra cancha. Muñoz preguntaba: “¿Gol de quien”? y el periodista respondía: “De Independiente, Antonio Alzamendi”. Cuando comenzaba la década del 80, como muchos argentinos, nos sorprendimos con un uruguayo que presagiaba el gol con un “ta, ta, ta, que sea, que sea”.
Y Diego, con la 10 de Boca, rompía las redes rivales. Y no puedo ocultar mi emoción cada vez que recuerdo la melodía que anunciaba El Rotativo del Aire de Radio Rivadavia.
También recuerdo con nostalgia las extensas tardes de verano de Radio Mar del Plata, que en temporada estival siempre contrataba a algún conductor estrella de la Capital Federal, como el muñeco Mateyko, Fito Casini o Velazco Ferrero.
Claro que en la querida y vigente L U 26 también seguía ciclos memorables, como el Tren de la hora 22. O los sábados, cuando hacía algún gol en las menores de Ferro, seguir atentamente el deportivo de la noche para que Luis Fernández me nombrara.
Y qué bronca me agarraba cuando no se escuchaba mi nombre porque seguro que el “botón del referí” le había dado el gol a un compañero. Los tangos que Godoy pasaba en el Mundo mi abuelo también los escuchaba con Pocho Majluf en Historias con sabor a tango, mientras la abuela Truche me preparaba el café con leche con las tostadas…
Hubo otros muchos programas y personas que hicieron grande a la radiodifusión argentina y dorreguense. Yo, simplemente, quise compartir mis sentimientos como oyente cuando la radio reinaba en los hogares y la tele sólo tenía los dos canales de Bahía.
A todos los hombres y mujeres de radio que me hicieron reír, emocionar, sufrir y gozar. Muchas gracias por estos 90 años. Porque hoy, la radio argentina cumple nueve décadas de magia. Porque a la radio, más que a ningún otro medio, la llevo bien adentro del corazón, porque es una amiga fiel que jamás me va a dejar solo.
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