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"Rivas: vivir con (y por) coherencia". Por Pablo J Marcó para LA DORREGO



Nada más justo que el homenaje que recibió el diputado nacional del PS en Lomas de Zamora por el intendente, Martín Inzaurralde, y por los concejales locales, quienes presentaron el trámite para declararlo en el futuro “ciudadano ilustre”.

Antes, Rivas visitó el hospital Gandulfo, centro asistencial donde el dirigente socialista recibió las primeras atenciones médicas que le salvaron la vida cuando fue golpeado durante un asalto en noviembre de 2007.

Me gustaría reiterar algunos conceptos que pronuncié hace algunos meses sobre este ejemplo de vida, y de coherencia.

Jorge Rivas tiene 48 años. Es abogado. Está casado y tiene dos hijos. Milita en el socialismo desde la secundaria. Es especialista en derecho constitucional.

Presidente del Partido Socialista en la Provincia de Buenos Aires, fue el encargado de acercar a una fracción de esa fuerza al kirchnerismo unos meses antes de las elecciones presidenciales de octubre. En julio de 2007 fue nombrado vicejefe de Gabinete. Luego, fue elegido diputado.

A fines de ese año, después de cenar en el restorán La Picaza, en Lomas de Zamora, Rivas se subió a su Gol Country azul y condujo hasta la farmacia de Hipólito Yrigoyen y Oliden, donde iba a comprar medicamentos.

Eran poco después de la 1 y no pudo hacerlo: dos desconocidos lo atacaron (se supone que le pegaron con una manopla), le robaron el auto y lo dejaron tirado en el piso. Un vecino hizo la denuncia al 911. Rivas llegó al hospital inconsciente.

Fue internado en el Instituto Fleni el 13 de noviembre de 2007. Ese día, previo paso por un sanatorio de Avellaneda, los médicos informaron que había sufrido un "traumatismo de cráneo encefálico, asociado a hemorragia cerebral".

A partir de allí, inició un arduo trabajo de rehabilitación física, aunque apenas se mueve y no puede hablar.

Se comunica por medio de una notebook equipada con un moderno programa informático que muestra en la pantalla un teclado alfabético sobre el que se desplaza el cursor, guiado por los ojos. Elegida la letra, clickea con el mouse, y así va armando las frases. El interlocutor puede leer, o esperar que la máquina lo reproduzca con voz

Cuando un diario le ofreció una contratapa para escribir acerca del valor de la tarea política y su voluntad de volver a ella, dudó por temor a quedar “embretado en una maraña de malos recuerdos”.

Pero se decidió a hacerlo porque se trataba de otra oportunidad para tratar de superarlos. Y pensó en el relato homérico acerca de Sísifo, un hombre tan enamorado de la vida que desafió al dios de la muerte. Los dioses olímpicos lo condenaron a empujar una pesada roca cuesta arriba por la ladera de una montaña. Antes de alcanzar la cima, la roca volvía a caer. Sin darse por vencido, Sísifo recomenzaba una y otra vez su trabajo.

“Como el personaje del mito, quiero llevar la roca hasta arriba. En la política también hay una utopía, que no es otra que construir sociedades justas. Sabemos que es difícil, pero la esperanza es la que nos permite avanzar hacia la meta. Como en la rehabilitación, tenemos que valorar los pequeños avances que, concatenados, son artífices de los grandes cambios”, reflexionó Rivas.

Dice que proviene de una generación que militaba con orgullo, porque era la manera de demostrar que la realidad dolía y se quería cambiar. No se resigna a creer que las nuevas generaciones hayan sido ganadas por la frivolidad. Prefiere creer que experimentan la misma perturbación ante la injusta realidad que les ha tocado pero que lo manifiestan de una manera diferente. Sin embargo, aclara que también hay jóvenes que militan, desafiando la adversidad de un contexto hostil.

Pero más allá de la gran fortaleza anímica para superar las adversidades, lo más noble de Rivas es seguir viviendo con la misma firmeza ideológica que regía su vida política antes del ataque.

En una muy bien llevada entrevista televisiva hecha por Ernesto Tenembaun, que no apeló a los golpes bajos ni a la sensiblería berreta, el periodista le preguntó que pensaba sobre los autores de la agresión que lo dejó en silla de ruedas.

Rivas no pidió pena de muerte, ni sumar más policías a las calles, ni endurecer las leyes. Pidió, palabras más, palabras menos, que se cumpliera con la ley.

Y agregó: “Ellos son víctimas de la desigualdad social”. Calificó a sus victimarios como víctimas. Eso es tener convicciones. Y defenderlas hasta las últimas consecuencias. Porque la solidez ideológica le permite a Rivas comprender, sin desconocer la problemática de la inseguridad, que la solución de fondo para combatir este flagelo está ligada a medidas relacionadas con un modelo económico mas inclusivo e igualitario, como también a un Estado activo en el desarrollo de políticas de seguridad social, educación y trabajo. Y también al abordaje serio acerca del rol que cumplen o deben cumplir las fuerzas de seguridad.

Se llama Jorge Rivas, y sigue viviendo, como Sísifo, por amor a la vida. Pero también por coherencia.

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