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JUICIO A POLICÍAS DORREGUENSES: BRINDARON MÁS TESTIMONIOS

En la segunda jornada del juicio oral que se les sigue a dos policías acusados de torturar a cuatro cazadores, en Coronel Dorrego, nuevos testimonios comprometieron a los acusados, que ya habían sido identificados en el debate por uno de los denunciantes.

El Tribunal en lo Criminal Nº 2 escuchó en la víspera el testimonio de un cazador, ajeno al grupo afectado, que observó casi toda la secuencia y pensó que sus colegas habían sido fusilados, y los dichos de un médico de policía que confirmó que, aquella madrugada, una de las víctimas llegó a la comisaría esposada y herida de bala en una mano.

Hoy, los jueces Alejandro Salvador Cantaro, Claudia Cecilia Fortunatti y Gabriel Luis Rojas, escucharán los alegatos del fiscal Sebastián Foglia, el representante de los particulares damnificados, Eduardo Ducca y los defensores Leonardo Gómez Talamoni y Sebastián Martínez, por Damián Alejandro Sandobal (32), y Elisa Hospitaleche, quien asiste a Raúl Osvaldo Orellano (54).

Los otros dos policías sospechados, Walter Miguel Carabajal y Santiago Miguel Walter, serán juzgados más adelante, ya que su defensor, el abogado Miguel Angel Asad, no pudo representarlos en el debate por estar enfermo.

El lunes, Maximiliano Daniel Rodríguez, una de las víctimas, señaló en la sala a Sandobal y Orellano como dos de los cuatro policías que, sobre la 1 del 18 de mayo de 2007, en un camino vecinal, a casi 27 kilómetros de Irene, los torturaron.

Las circunstancias del hecho prácticamente fueron ratificadas por sus hermanos Claudio y Juan José y por Luciano Soto, integrante del grupo, quien resultó herido de bala en la mano derecha.
Ayer, en tanto, José Luis Rodríguez, un cazador ajeno a los denunciantes, que había estado charlando con éstos poco antes de la llegada de los efectivos, fue testigo del incidente, pese a que estaba a unos 200 metros del lugar.

Afirmó que primero llegó un móvil y después lo hizo el restante y que se sintieron tiros.
Por ese motivo, utilizó la mira telescópica de su arma para observar y vio a los damnificados tirados en el suelo y que, de inmediato, volvió a escuchar disparos que, en total, fueron entre cuatro y diez.

"Pensé que los iban a matar, que los habían fusilado", expresó José Luis Rodríguez, quien dijo que se retiró poco después "para no tener problemas".

Miguel Angel Rodríguez y Juan Antonio Lembi, acompañantes del testigo, corroboraron sus dichos y éste último dijo que las detonaciones fueron "no más de diez".

Disparo y fracturas

Por su parte, el médico de policía Mauro Sueldo, señaló ante los magistrados, que esa madrugada Soto llegó a la comisaría dorreguense esposado y con una bolsa de nylon cubriendo su mano derecha, de la cual emanaba sangre por una herida.

Dijo que dispuso el traslado del sujeto al hospital donde, por medio de radiografías, se determinó que presentaba una herida de bala, que le fracturó dos huesos y le provocó el estallido de otro.
En este sentido, recordó que la víctima le había dicho que, estando en el suelo, un policía disparó como para intimidarlo y, al mover su mano, recibió el impacto.

Sueldo también sostuvo que aquella madrugada, mientras examinaba a los tres aprehendidos en la seccional (salvo Soto, los restantes no presentaban), escuchó discusiones en una oficina contigua, advirtiendo que el entonces jefe de la repartición, subcomisario Marcelo Giussia, había levantado la voz, como recriminando a sus subordinados por lo ocurrido.

Finalmente, declaró Héctor Castillo, perito de la Policía Científica, quien inspeccionó el lugar del hecho.

Dijo que en el camino vecinal encontró cápsulas de calibre 9mm y manchas de sangre, existiendo en el suelo algunos orificios, aunque no halló plomos.

Sandobal y Orellano, además de torturas, están imputados de falsedad de instrumento público, ya que aparentemente inventaron una causa por resistencia a la autoridad contra los cazadores, que finalmente fueron sobreseidos.

En el acta mencionaron que se había producido una persecución y tiroteo que, finalmente, no fue tal.

El lunes, el perito balístico Juan Carlos Alfano, había asegurado que los impactos que presentaban los vehículos policiales, no eran de una carabina calibre 22 --como las que usaban los cazadores--, sino de 38 o 9mm.
FUENTE: La Nueva Provincia

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