Por artificio del destino, la suerte me trajo para este lado del sur del mundo.
Presente un mapa imaginario, con la yema de los dedos, puedo unir ambas distancias como si estuvieran amalgamadas unas a otras, de un lado mi pueblo, Coronel Dorrego, el almacén, el colegio y las tiendas de ropa y del otro la Gran Ciudad, Bahia Blanca, el Shopping, Mc Donald´s, la Universidad, y las luces artificiales.
Asentado desde el 2006, en otrora tiempo turista de lugares propios de elite, llegué con un sueño bajo el brazo, que cada vez más se acerca a sus postrimerías, buscar una identidad, ser alguien, y dejar de ser un extraño entre tanta gente desconocida, Jim Morrison se hace presente, en forma de frase: “cuando uno es un extraño, nadie conoce tu nombre” (“People are strange”-The Doors).
Tenía la estructura de un alfeñique, la timidez como estandarte, y la tristeza en el lado izquierdo del pecho, esos fueron los primeros días, después llegó la pérdida de tiempo, el tentempié y a empezar de nuevo. “Extraño, ser”, me dije con recelo.
Una cuadra, es una escuadra en una regla, caminar se hace pesado si es cuesta arriba, varios colectivos al son de un tarjebús me llevan de tour por toda la ciudad, tan sólo una combi me devuelve a casa.
El centro ofrece variedades, lugares nocturnos por doquier, los hospitales, que tan familiar me son, arrabales con nombre propio, y un parque inmenso para la distensión.
De vez en cuando me doy una vuelta por Olimpo, la cancha de Estudiantes, Palihue, si hay ganas de cursar, Galería Plaza que me queda de pasada, y Wal Mart, por si las dudas.
Más baqueano con el tiempo, ya no necesito brújula, puedo moverme de un lugar a otro con facilidad, los planetas parecen alienarse a mi favor, lo jurídico me atrae y ya me pertenece.
Nuevos amigos, también “exiliados” por el mismo sueño, me asisten de báculo de sostén.
Cuando todo parece tan perfecto, y creo haber encontrado mi identidad entre tantos extraños como yo, miro al horizonte donde se esconde el sol y pienso en la ruta, y el camino transcurrido, allí hay un pasado que atesora momentos, lugares y personas inigualables, que precisamente no habitan este territorio:
-Papá, Mamá, Virginia y Claribel: reducidos a contacto telefónico;
-el centro un tanto exiguo pero lleno de vida, creo que dejé parte de mí ahí;
-el cementerio: “Héctor te extraño”;
-la escuela: “gracias por todo”;
- muchos amigos: “espérenme ahí voy”; y tantas cosas más.
Hoy 2010, más asentado que ayer, 2006, Bahía Blanca, y el día y la noche presentes en mí, y lo sintetizo así:
Una indómita luz, evoluciona con el tiempo y sublimándose le da vida al sol.
Por la noche, desde el 7mo B puedo percibir, la Gran Ciudad iluminada por luces artificiales, su resplandor es tan brillante en mis ojos, como la lágrima que lentamente empieza a descender por mis mejillas, cuando pienso en Coronel Dorrego, mi pueblo.
Presente un mapa imaginario, con la yema de los dedos, puedo unir ambas distancias como si estuvieran amalgamadas unas a otras, de un lado mi pueblo, Coronel Dorrego, el almacén, el colegio y las tiendas de ropa y del otro la Gran Ciudad, Bahia Blanca, el Shopping, Mc Donald´s, la Universidad, y las luces artificiales.
Asentado desde el 2006, en otrora tiempo turista de lugares propios de elite, llegué con un sueño bajo el brazo, que cada vez más se acerca a sus postrimerías, buscar una identidad, ser alguien, y dejar de ser un extraño entre tanta gente desconocida, Jim Morrison se hace presente, en forma de frase: “cuando uno es un extraño, nadie conoce tu nombre” (“People are strange”-The Doors).
Tenía la estructura de un alfeñique, la timidez como estandarte, y la tristeza en el lado izquierdo del pecho, esos fueron los primeros días, después llegó la pérdida de tiempo, el tentempié y a empezar de nuevo. “Extraño, ser”, me dije con recelo.
Una cuadra, es una escuadra en una regla, caminar se hace pesado si es cuesta arriba, varios colectivos al son de un tarjebús me llevan de tour por toda la ciudad, tan sólo una combi me devuelve a casa.
El centro ofrece variedades, lugares nocturnos por doquier, los hospitales, que tan familiar me son, arrabales con nombre propio, y un parque inmenso para la distensión.
De vez en cuando me doy una vuelta por Olimpo, la cancha de Estudiantes, Palihue, si hay ganas de cursar, Galería Plaza que me queda de pasada, y Wal Mart, por si las dudas.
Más baqueano con el tiempo, ya no necesito brújula, puedo moverme de un lugar a otro con facilidad, los planetas parecen alienarse a mi favor, lo jurídico me atrae y ya me pertenece.
Nuevos amigos, también “exiliados” por el mismo sueño, me asisten de báculo de sostén.
Cuando todo parece tan perfecto, y creo haber encontrado mi identidad entre tantos extraños como yo, miro al horizonte donde se esconde el sol y pienso en la ruta, y el camino transcurrido, allí hay un pasado que atesora momentos, lugares y personas inigualables, que precisamente no habitan este territorio:
-Papá, Mamá, Virginia y Claribel: reducidos a contacto telefónico;
-el centro un tanto exiguo pero lleno de vida, creo que dejé parte de mí ahí;
-el cementerio: “Héctor te extraño”;
-la escuela: “gracias por todo”;
- muchos amigos: “espérenme ahí voy”; y tantas cosas más.
Hoy 2010, más asentado que ayer, 2006, Bahía Blanca, y el día y la noche presentes en mí, y lo sintetizo así:
Una indómita luz, evoluciona con el tiempo y sublimándose le da vida al sol.
Por la noche, desde el 7mo B puedo percibir, la Gran Ciudad iluminada por luces artificiales, su resplandor es tan brillante en mis ojos, como la lágrima que lentamente empieza a descender por mis mejillas, cuando pienso en Coronel Dorrego, mi pueblo.
1 comentario:
Muy buen relato, muy buena narración, te felicito Facu que tengas la habilidad de las palabras.
Aún recuerdo un mediodía en Bahía, en la esquina del café Muñiz cuando me sorprendí al verte pasar vestido de traje y corbata...
Excelente frase de Morrinson, me quedo escuchando el tema!
...When you're strage, no one remembers your name...
Saludos!
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