La humana tendencia de responsabilizar a los otros del destino personal, no nos invita a reflexionar sobre las causas de los sufrimientos sobre trabajos, destinos, amores, familias, amistades, ni siquiera la repetición de errores sobre un mismo tema. Consideramos en forma permanente como el momento más duro que no ha tocado vivir, nunca no has pasado.
Para reafirmar certezas nos afirmamos en la sentencia de que la mayoría de los seres que nos rodean, son malvados, pergeñan acciones en nuestra contra, con la sola intención de hacer mal a otro, cosa muy de hoy.
Acertado será también preguntarse, que mágica buenaventuranza propicia a algunas personas para que vivan en pacífico equilibrio sus lazos familiares, sociales o de trabajo ¿ son elegidas? ¿tienen suerte?
La lotería del buen vivir es una apuesta diaria en la que se invierte la mejor voluntad. Señalamos a los culpables, desde la esposa, el marido, los hijos hasta el jefe del trabajo, los compañeros del mismo, los empleados del negocio, los proveedores , derivando por supuesto en el intendente, el gobernador y la presidente.
Cargan, estos, con todas nuestras dolencias de espíritu y por supuesto con nuestra variada ventura. No alivia ni desahoga, por el contrario, nos descalifica ante quienes escuchan nuestras quejas, al razonar que solo recibimos lo que merecemos.
En un país propenso a dejar las culpas afuera, llegó la hora de que cada uno se haga cargo de sus desatinos, enumeremos cuánto de propia y exclusiva ineficiencia, desidia, distracción, negligencia o desinterés decide lo que nos ocurre.
No se trata de hechos puntuales, sino que abandonar un derrotero vital a la decisión ajena, revela cierto penoso descuido. Si las experiencias son intransferibles, aprovechemos las vividas para delinear nuestro presente.
En todo sentido reconocer la sensatez de nuestros defectos como nuestras virtudes, nos definirá como diseñadores absolutos de nuestras alegrías. Estas últimas las podemos construir, los problemas deberemos enfrentarlos. Los tiempos del hombre y los grupos humanos marcan un itinerario casi previsible.
A los veinte años todos ponemos nuestra fuerza en crecer y darle aire a nuestras metas y ambiciones y a quienes tenemos alrededor.
Después de un tiempo, nos hacemos ciertamente conservadores, no aceptamos innovación alguna, somos guardianes de todo lo hecho y conseguido. No permitimos que nadie cambie nada. El que lo pretende, (aquel joven como nosotros hace muchos años), subvierte y no respeta, (decimos), los valores establecidos por la sociedad, deberíamos hacer algo por restablecer esos valores.
Nos cuesta comprender a los jóvenes, hablo como sociedad, no aceptamos sus costumbres, sus códigos, su literatura, su música.
Paradójicamente , clamamos por renovación en todos los ámbitos , como si los años, muchos o pocos fuesen garantía de algo.
La fuerza que brinda la experiencia es necesaria siempre y cuándo, no consideremos eterno e intocable lo que hemos vivido.
Entre que la culpa siempre la tiene alguien, que nunca somos nosotros, más esta juventud que no piensa en nada y no sabe lo quiere, más en mis tiempos no pasaba, son todos unos delincuentes; vivimos el tormento diario de no intentar ser felices de ninguna manera.
Qué tal si empezamos hoy, estamos de fiesta , puede ser un buen día.
Para reafirmar certezas nos afirmamos en la sentencia de que la mayoría de los seres que nos rodean, son malvados, pergeñan acciones en nuestra contra, con la sola intención de hacer mal a otro, cosa muy de hoy.
Acertado será también preguntarse, que mágica buenaventuranza propicia a algunas personas para que vivan en pacífico equilibrio sus lazos familiares, sociales o de trabajo ¿ son elegidas? ¿tienen suerte?
La lotería del buen vivir es una apuesta diaria en la que se invierte la mejor voluntad. Señalamos a los culpables, desde la esposa, el marido, los hijos hasta el jefe del trabajo, los compañeros del mismo, los empleados del negocio, los proveedores , derivando por supuesto en el intendente, el gobernador y la presidente.
Cargan, estos, con todas nuestras dolencias de espíritu y por supuesto con nuestra variada ventura. No alivia ni desahoga, por el contrario, nos descalifica ante quienes escuchan nuestras quejas, al razonar que solo recibimos lo que merecemos.
En un país propenso a dejar las culpas afuera, llegó la hora de que cada uno se haga cargo de sus desatinos, enumeremos cuánto de propia y exclusiva ineficiencia, desidia, distracción, negligencia o desinterés decide lo que nos ocurre.
No se trata de hechos puntuales, sino que abandonar un derrotero vital a la decisión ajena, revela cierto penoso descuido. Si las experiencias son intransferibles, aprovechemos las vividas para delinear nuestro presente.
En todo sentido reconocer la sensatez de nuestros defectos como nuestras virtudes, nos definirá como diseñadores absolutos de nuestras alegrías. Estas últimas las podemos construir, los problemas deberemos enfrentarlos. Los tiempos del hombre y los grupos humanos marcan un itinerario casi previsible.
A los veinte años todos ponemos nuestra fuerza en crecer y darle aire a nuestras metas y ambiciones y a quienes tenemos alrededor.
Después de un tiempo, nos hacemos ciertamente conservadores, no aceptamos innovación alguna, somos guardianes de todo lo hecho y conseguido. No permitimos que nadie cambie nada. El que lo pretende, (aquel joven como nosotros hace muchos años), subvierte y no respeta, (decimos), los valores establecidos por la sociedad, deberíamos hacer algo por restablecer esos valores.
Nos cuesta comprender a los jóvenes, hablo como sociedad, no aceptamos sus costumbres, sus códigos, su literatura, su música.
Paradójicamente , clamamos por renovación en todos los ámbitos , como si los años, muchos o pocos fuesen garantía de algo.
La fuerza que brinda la experiencia es necesaria siempre y cuándo, no consideremos eterno e intocable lo que hemos vivido.
Entre que la culpa siempre la tiene alguien, que nunca somos nosotros, más esta juventud que no piensa en nada y no sabe lo quiere, más en mis tiempos no pasaba, son todos unos delincuentes; vivimos el tormento diario de no intentar ser felices de ninguna manera.
Qué tal si empezamos hoy, estamos de fiesta , puede ser un buen día.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario