Todos convivimos con pautas culturales internalizadas, la mayoría de ellas nos vienen desde la infancia, las otras las adquirimos con el correr del tiempo. Nos cepillamos los dientes porque de chicos nos enseñaron a hacerlo.
Y a veces creemos en verdades inmutables, que no son tales, pero que nos fueron impuestas por el pensamiento políticamente correcto de la sociedad en la que nos toca vivir.
Si espera leer algo sobre mamá Hebe, el cachetazo a Chile dándole refugio a Apablaza, la visita de Cristina a Alemania o el desconcertante discurso de K en Río Gallegos, abandone ya. No hay nada de eso. Dejo la coyuntura para otro día, y me dedico a un tema de fondo. Muy molesto.
Hechos. El 22 de junio 2008, en Coronel Dorrego, provincia de Buenos Aires, Mauro Emilio Schechtel (plomero, casado, una hija), violó a una nena de 10 años, luego la roció con combustible y le prendió fuego para no ser identificado. Milagrosamente, la nena sobrevivió.
Hechos. Schechtel, hoy de 30 años, después de ser evaluado por psiquiatras que confirman su “perfil sádico, pedófilo y perverso”, es condenado por el Tribunal Oral Criminal de Bahía Blanca a 40 años de cárcel, castigo máximo permitido por la ley argentina.
¡Bien por el Tribunal!, se hizo justicia. El tipo es un ser despreciable, indigno de pertenecer a la especie humana. El tipo es un ser joven y saludable que probablemente cumplirá los 40 años de cárcel, siempre y cuando un juez seudo “garantista” no encuentre alguna excusa para dejarlo en libertada antes de tiempo.
Ahora viene lo políticamente incorrecto. El tipo cometió un crimen atroz y el castigo, exceptuando la falta de libertad, recae en la sociedad que tiene que mantenerlo durante los próximos 40 años. No se entiende.
Durante los próximos 40 años estamos obligados a darle techo, comida y servicios esenciales. Debemos ser responsables de su salud.
Según la Asociación Civil Unidos por la Justicia, cada preso le cuesta al sistema penitenciario federal $6.329 por mes y a la provincia de Bs. As., $3086 (Infobae, 16/7/09). La reincidencia en el delito es abrumadora, la reinserción social casi inexistente. El sistema no funciona.
¿Por qué, cual es la razón por la cual un preso no trabaja para pagar su manutención? En los países del primer mundo lo hacen. Si los presos no tienen carrera u oficio, se les enseña en la cárcel, luego trabajan y se pagan su estadía en el establecimiento del estado.
Con nuestro sistema, al condenar al delincuente condenamos al mismo tiempo a los ciudadanos honestos a mantenerlo. Es una aberración. Lo hacemos en un país que hoy contabiliza en su capital a 15.523 personas en situación de calle (ONG Médicos del Mundo). A ellos no los mantenemos y no han atentado contra la sociedad.
Mantenemos a un alto costo asesinos, violadores, secuestradores, ladrones, rateros y cuanto delincuente llegue a pasar por la justicia (son pocos), pero vivimos en un país donde el INDEC reconoce 8 millones de pobres de los cuales 2 millones son indigentes. Representa el 20% de la población.
Es el último relevamiento del INDEC, especialista en dibujar números para dejar bien al régimen K. Además, reconoce que esta medición es diferente, ya que no se compara con ningún semestre anterior. Las mediciones privadas hablan de 10 millones de pobres. Lo que equivale a un 25% de la población.
Argentina hoy, tiene una lamentable educación pública, porque no alcanza la plata. Para los presos, alcanza. Decía Martín Caparrós el 8/3/09, en Crítica de la Argentina: “La educación pública ya no es para todos, ni para el que la elige; es para quien no tiene más remedio”.
Todo aquel que puede pagar una educación privada, la que sea, la elige. Entre el pésimo sistema de enseñanza, el contenido de las materias y las justificadas huelgas docentes pidiendo sueldos justos, sólo el que no tiene más remedio se conforma con la escuela pública. Pero mantenemos a los presos.
Hablar de salud pública es demasiado triste. Los hospitales no dan abasto, les falta hasta lo esencial. Las salitas en los barrios pobres carecen de médico, y no siempre hay enfermeras disponibles. Para los presos sí.
No tenemos controles en las rutas porque no invertimos en el cuidado de la vida de los ciudadanos (que mantenemos al gobierno con nuestros impuestos). No tenemos radares en las fronteras por donde pasa la droga alegremente, no se sabe si por falta de plata o por decisión política. Pero se gasta a nivel federal $6.329 por preso, al mes.
No entiendo de dónde sale el concepto, la idea, el pensamiento, la opinión, el juicio que tenemos sobre los presos. Ha de ser un pauta cultural internalizada, de esas que esta sociedad “solidaria”, “garantista” y seudo “buena”, nos ha impuesto en los últimos años.
Tanto la “solidaridad” como el “galantismo” o la seudo “bondad”, está direccionada hacia los delincuentes, nunca hacia los ciudadanos honestos que mantienen al gobierno… y a los delincuentes.
La Constitución Nacional artículo 18 dice que: “Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos”. No tengo la certeza de que sean sanas y limpias (deberían serlo), pero la CN no dice nada sobre el ocio o el trabajo de los presos.
Si los presos ocupan su día en trabajar, trabajos dignos y útiles, y con ese trabajo pagan su manutención, obtenemos dos beneficios:
1) Las personas ocupadas no tienen demasiado tiempo para tramar delitos (secuestros virtuales, robos, venta de drogas y todo aquello a lo que nos tienen acostumbrados).
2) no le pesan al erario nacional, o sea no terminamos pagando por ellos.
Piénselo, cambiar de concepto no es malo. Ser políticamente incorrecto a esta altura del populismo reinante, es muy saludable. Sería deseable que nuestros hijos y nietos heredaran un país más coherente que el que hemos destruido entre todos.
Que el dinero de nuestros impuestos vaya a parar donde realmente se lo necesita y que los que han delinquido paguen su deuda con la sociedad desde la cárcel, sin ser mantenidos por la misma sociedad a la que han agraviado. El cambio es posible, un futuro mejor que este desgraciado presente también es posible. De nosotros depende.
“Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida”. Woody Allen. (12.10.10)
Y a veces creemos en verdades inmutables, que no son tales, pero que nos fueron impuestas por el pensamiento políticamente correcto de la sociedad en la que nos toca vivir.
Si espera leer algo sobre mamá Hebe, el cachetazo a Chile dándole refugio a Apablaza, la visita de Cristina a Alemania o el desconcertante discurso de K en Río Gallegos, abandone ya. No hay nada de eso. Dejo la coyuntura para otro día, y me dedico a un tema de fondo. Muy molesto.
Hechos. El 22 de junio 2008, en Coronel Dorrego, provincia de Buenos Aires, Mauro Emilio Schechtel (plomero, casado, una hija), violó a una nena de 10 años, luego la roció con combustible y le prendió fuego para no ser identificado. Milagrosamente, la nena sobrevivió.
Hechos. Schechtel, hoy de 30 años, después de ser evaluado por psiquiatras que confirman su “perfil sádico, pedófilo y perverso”, es condenado por el Tribunal Oral Criminal de Bahía Blanca a 40 años de cárcel, castigo máximo permitido por la ley argentina.
¡Bien por el Tribunal!, se hizo justicia. El tipo es un ser despreciable, indigno de pertenecer a la especie humana. El tipo es un ser joven y saludable que probablemente cumplirá los 40 años de cárcel, siempre y cuando un juez seudo “garantista” no encuentre alguna excusa para dejarlo en libertada antes de tiempo.
Ahora viene lo políticamente incorrecto. El tipo cometió un crimen atroz y el castigo, exceptuando la falta de libertad, recae en la sociedad que tiene que mantenerlo durante los próximos 40 años. No se entiende.
Durante los próximos 40 años estamos obligados a darle techo, comida y servicios esenciales. Debemos ser responsables de su salud.
Según la Asociación Civil Unidos por la Justicia, cada preso le cuesta al sistema penitenciario federal $6.329 por mes y a la provincia de Bs. As., $3086 (Infobae, 16/7/09). La reincidencia en el delito es abrumadora, la reinserción social casi inexistente. El sistema no funciona.
¿Por qué, cual es la razón por la cual un preso no trabaja para pagar su manutención? En los países del primer mundo lo hacen. Si los presos no tienen carrera u oficio, se les enseña en la cárcel, luego trabajan y se pagan su estadía en el establecimiento del estado.
Con nuestro sistema, al condenar al delincuente condenamos al mismo tiempo a los ciudadanos honestos a mantenerlo. Es una aberración. Lo hacemos en un país que hoy contabiliza en su capital a 15.523 personas en situación de calle (ONG Médicos del Mundo). A ellos no los mantenemos y no han atentado contra la sociedad.
Mantenemos a un alto costo asesinos, violadores, secuestradores, ladrones, rateros y cuanto delincuente llegue a pasar por la justicia (son pocos), pero vivimos en un país donde el INDEC reconoce 8 millones de pobres de los cuales 2 millones son indigentes. Representa el 20% de la población.
Es el último relevamiento del INDEC, especialista en dibujar números para dejar bien al régimen K. Además, reconoce que esta medición es diferente, ya que no se compara con ningún semestre anterior. Las mediciones privadas hablan de 10 millones de pobres. Lo que equivale a un 25% de la población.
Argentina hoy, tiene una lamentable educación pública, porque no alcanza la plata. Para los presos, alcanza. Decía Martín Caparrós el 8/3/09, en Crítica de la Argentina: “La educación pública ya no es para todos, ni para el que la elige; es para quien no tiene más remedio”.
Todo aquel que puede pagar una educación privada, la que sea, la elige. Entre el pésimo sistema de enseñanza, el contenido de las materias y las justificadas huelgas docentes pidiendo sueldos justos, sólo el que no tiene más remedio se conforma con la escuela pública. Pero mantenemos a los presos.
Hablar de salud pública es demasiado triste. Los hospitales no dan abasto, les falta hasta lo esencial. Las salitas en los barrios pobres carecen de médico, y no siempre hay enfermeras disponibles. Para los presos sí.
No tenemos controles en las rutas porque no invertimos en el cuidado de la vida de los ciudadanos (que mantenemos al gobierno con nuestros impuestos). No tenemos radares en las fronteras por donde pasa la droga alegremente, no se sabe si por falta de plata o por decisión política. Pero se gasta a nivel federal $6.329 por preso, al mes.
No entiendo de dónde sale el concepto, la idea, el pensamiento, la opinión, el juicio que tenemos sobre los presos. Ha de ser un pauta cultural internalizada, de esas que esta sociedad “solidaria”, “garantista” y seudo “buena”, nos ha impuesto en los últimos años.
Tanto la “solidaridad” como el “galantismo” o la seudo “bondad”, está direccionada hacia los delincuentes, nunca hacia los ciudadanos honestos que mantienen al gobierno… y a los delincuentes.
La Constitución Nacional artículo 18 dice que: “Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos”. No tengo la certeza de que sean sanas y limpias (deberían serlo), pero la CN no dice nada sobre el ocio o el trabajo de los presos.
Si los presos ocupan su día en trabajar, trabajos dignos y útiles, y con ese trabajo pagan su manutención, obtenemos dos beneficios:
1) Las personas ocupadas no tienen demasiado tiempo para tramar delitos (secuestros virtuales, robos, venta de drogas y todo aquello a lo que nos tienen acostumbrados).
2) no le pesan al erario nacional, o sea no terminamos pagando por ellos.
Piénselo, cambiar de concepto no es malo. Ser políticamente incorrecto a esta altura del populismo reinante, es muy saludable. Sería deseable que nuestros hijos y nietos heredaran un país más coherente que el que hemos destruido entre todos.
Que el dinero de nuestros impuestos vaya a parar donde realmente se lo necesita y que los que han delinquido paguen su deuda con la sociedad desde la cárcel, sin ser mantenidos por la misma sociedad a la que han agraviado. El cambio es posible, un futuro mejor que este desgraciado presente también es posible. De nosotros depende.
“Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida”. Woody Allen. (12.10.10)
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