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"¿Qué significa ser protagonista de su destino?". Por Carlos Madera Murgui

Una masa crítica de ciudadanos bien informados, suficientemente numerosa y comprometida, molesta y entorpece el accionar de determinados grupos con autotitulación de superlativos doctos de la política pública, creídos de poseer un saber moral superior y sumos conocimientos específicos de lo que constituye el bien común.

Obedecer, pasivizarse , someterse, desalentar la participación, convertir la población en un rebaño ,conforman el libreto diario de creerse en supremos en eso de entender a la “gente”, arrogarse saber de lo que quiere hablar la sociedad, desalentar el protagonismo, la creatividad, la opinión , la diversificación, se debe dejar en manos “de los que pueden”, “ de los que saben”, “ de los que mandan”, sus grandes o pequeños problemas.

La participación es un instrumento privilegiado de la democracia, a la que reprimen los autoritarios, porque involucrarse es ser cotidianamente protagonista de su destino.

Quien participa en pleno estado de derecho desempeña un rol activo, piensa por sí mismo, crea, influye y desarrolla su responsabilidad.

¿Qué significa ser protagonista de su destino? Es la libre elección de sus gobernantes que se interesen en el gobierno individual de cada uno, el derecho primordial es el social, liderado por la inserción, como oportunidad.

Más allá del derecho a la subsistencia, procura dar forma al derecho a la utilidad social, considera individuos como ciudadanos activos y no asistidos a los que hay que auxiliar. No sólo vivir, sino vivir en sociedad.

Relegar o postergar la búsqueda de soluciones a los problemas más agudos que tienen sectores desposeídos es temerario, injusto e ideológico.

La errónea idea que la economía sea independiente de los conceptos y doctrinas de los distintos gobiernos , colisiona frontalmente, por lo que la pena recordar, que esos gobiernos son producto de la preferencia de los electores. Cuando menos gobierne el gobierno “mejor le irá al libre mercado”, la eficacia de este último se reduce cuando se intenta satisfacer la demanda social de la redistribución.

Está implícita la idea de considerar cualquier regulación del Estado vinculada a la búsqueda de la igualdad, como atentatoria de la libertad, de todas.

¿Por qué seguir acordándonos de cosas que pasaron hace varios años? La democracia heredó desigualdad, miseria, desaparecidos, analfabetos, oprimidos, silencios, muerte, marginación.

El sistema no lo ha conseguido revertir en su totalidad, también es cierto que no todos quienes gobernaron tuvieron la misma convicción sobre la inclusión. Se trata de haber reformulado la noción de igualdad social como capacidad contínua e igual de acceso a los servicios colectivos, ya se trate de vivienda, educación, transporte , salud, empleo.

La experimentación de nuevas formas de oferta pública de trabajo, son valederas en la búsqueda de un espacio intermedio hacia el salario seguro y permanente. Nada es fácil, cuando todavía existen preconceptos, discriminación, intolerancia y el convencimiento que las oportunidades de una vida mejor solo están reservadas para quienes se lo merecen. No se aclara quien determina esto último.

La convivencia y el debate por una sociedad más ecuánime en libertad con igualdad en democracia solo es capaz de defenderse a sí misma si incrementa sus capacidades de reducir la injusticia y por ende, la violencia.

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