Cuando comenzaba este programa, hace casi un año de ello, explicamos el por qué del título “testigos de privilegio”.
Sólo porque somos y fuimos testigos de históricos aconteceres, cambios, crisis, tristezas y alegrías, gozadas y sufridas por un pueblo, cambiante, inestable, incierto, que hoy llora o controvierte al hombre de la esperanza, cuando parecía que ni eso quedaba en pie.
Néstor Kirchner encontró el país al asumir la primera magistratura el 25 de mayo de 2003 al borde de la disgregación social, política y económica.
Cuando asistimos a la deserción de Menem para una segunda vuelta, con un poco más de dos puntos porcentuales de ventaja en una votación que sumió a todos los argentinos, en la primera interna abierta del partido justicialista en elecciones generales, apareció la figura del santacruceño, luego que cinco presidentes fuesen literalmente devorados por la crisis en tiempo record.
Su esperanzado mensaje de asunción, mostró a un hombre de temple político, militante, enjundioso, que se jactaba de leer las frustraciones generacionales de gran parte de los argentinos, que leyó ya sin duda, la historia de fracasos y se propuso no cometer al menos los mismos errores.
Habló del infierno, pero desde allí, concreta y básicamente desde la política, cuándo todos querían que se fueran todos, Kirchner se quedó, recreó y utilizó la política que todos despreciaban, para demostrar ante los responsables de todos los fárragos de los cuáles se tuvo que hacer cargo, que haría lo que no se podía, con autoridad avasallante y no autoritarismo, ya que no había lugar para débiles y endebles para hacerle frente a la oscuridad.
Lo políticamente correcto, no figuro nunca en su estilo, ni siquiera el diálogo y la consulta ante quienes pregonaban y hacen actualmente, lo mismo que llevaron la República al borde de la disolución.
Demostró ser la máxima autoridad del país, como constitucionalmente asumió esa responsabilidad. Restauró la autoridad política del país, la que elige la gente, le hizo frente a los poderes fácticos. Regeneró sus ideales primaverales setentistas, donde la utopía, figuraba en primer término. Demostró la desmesura de su personalidad obcecada, batalladora, personal, cerrada.
A su vez, no cometió los mismos errores, la prueba es que armó un país, que por primera vez no lo afectaron los remesones mundiales de la mayor crisis global en más de 70 años. Nadie puede discutir que dejó el país mejor que como lo tomó.
Asumió su mandato con un porcentaje de votos menor que el desempleo, 24 por ciento de trabajadores desocupados, se fue del gobierno con 8,7. Tuvo que enfrentar 54 % de pobreza, dejó su gobierno con 26.Cuando revoleaba el bastón presidencial en mayo del 2003, y comenzaba a ser criticado hasta por sus mocasines, el 27 % pasaba hambre bajo el nivel de indigencia, se retiró con 8,7. El Indec nada tiene que ver con estas cifras, y aunque así fuese y dejáramos de lado cifras y estadísticas, sería afrentoso no reconocer desde donde sea, la labor tranformadora de alguien que nos rescató del oprobio.
Molestó su inconmensurable compromiso militante, hizo todo desde la política, lo bueno y lo malo, enjuició con la ley a los responsables de la masacre de su generación, mantuvo firme su convicción de jamás reprimir el conflicto social, a pesar que su gobierno estuvo atravesado por la crisis social más profunda de la que se tenga memoria en la Argentina.
Le demostró , no siempre ganando , como se luchaba a una dirigencia pusilánime, que ve el legado de un proyecto democrático en el tiempo, que engloba a una población que vive y disfruta algo concreto, tratando de reafirmar la marcha de una conversión que los incluye.
Seguramente no escucharon nada nuevo ni original después de todo lo que se dijo por estos días, pero la aparición de Néstor Kirchner en el espectro político de decisión histórica del país, cuándo dijo que no dejaba las convicciones en la puerta de la Casa Rosada, nos compromete al menos a decir lo que pensamos y luchar por ello, así lo comprendió la juventud que lo acompaño en su despedida. Es casi medular vivir como uno piensa, y no pensar como uno vive.
Sólo porque somos y fuimos testigos de históricos aconteceres, cambios, crisis, tristezas y alegrías, gozadas y sufridas por un pueblo, cambiante, inestable, incierto, que hoy llora o controvierte al hombre de la esperanza, cuando parecía que ni eso quedaba en pie.
Néstor Kirchner encontró el país al asumir la primera magistratura el 25 de mayo de 2003 al borde de la disgregación social, política y económica.
Cuando asistimos a la deserción de Menem para una segunda vuelta, con un poco más de dos puntos porcentuales de ventaja en una votación que sumió a todos los argentinos, en la primera interna abierta del partido justicialista en elecciones generales, apareció la figura del santacruceño, luego que cinco presidentes fuesen literalmente devorados por la crisis en tiempo record.
Su esperanzado mensaje de asunción, mostró a un hombre de temple político, militante, enjundioso, que se jactaba de leer las frustraciones generacionales de gran parte de los argentinos, que leyó ya sin duda, la historia de fracasos y se propuso no cometer al menos los mismos errores.
Habló del infierno, pero desde allí, concreta y básicamente desde la política, cuándo todos querían que se fueran todos, Kirchner se quedó, recreó y utilizó la política que todos despreciaban, para demostrar ante los responsables de todos los fárragos de los cuáles se tuvo que hacer cargo, que haría lo que no se podía, con autoridad avasallante y no autoritarismo, ya que no había lugar para débiles y endebles para hacerle frente a la oscuridad.
Lo políticamente correcto, no figuro nunca en su estilo, ni siquiera el diálogo y la consulta ante quienes pregonaban y hacen actualmente, lo mismo que llevaron la República al borde de la disolución.
Demostró ser la máxima autoridad del país, como constitucionalmente asumió esa responsabilidad. Restauró la autoridad política del país, la que elige la gente, le hizo frente a los poderes fácticos. Regeneró sus ideales primaverales setentistas, donde la utopía, figuraba en primer término. Demostró la desmesura de su personalidad obcecada, batalladora, personal, cerrada.
A su vez, no cometió los mismos errores, la prueba es que armó un país, que por primera vez no lo afectaron los remesones mundiales de la mayor crisis global en más de 70 años. Nadie puede discutir que dejó el país mejor que como lo tomó.
Asumió su mandato con un porcentaje de votos menor que el desempleo, 24 por ciento de trabajadores desocupados, se fue del gobierno con 8,7. Tuvo que enfrentar 54 % de pobreza, dejó su gobierno con 26.Cuando revoleaba el bastón presidencial en mayo del 2003, y comenzaba a ser criticado hasta por sus mocasines, el 27 % pasaba hambre bajo el nivel de indigencia, se retiró con 8,7. El Indec nada tiene que ver con estas cifras, y aunque así fuese y dejáramos de lado cifras y estadísticas, sería afrentoso no reconocer desde donde sea, la labor tranformadora de alguien que nos rescató del oprobio.
Molestó su inconmensurable compromiso militante, hizo todo desde la política, lo bueno y lo malo, enjuició con la ley a los responsables de la masacre de su generación, mantuvo firme su convicción de jamás reprimir el conflicto social, a pesar que su gobierno estuvo atravesado por la crisis social más profunda de la que se tenga memoria en la Argentina.
Le demostró , no siempre ganando , como se luchaba a una dirigencia pusilánime, que ve el legado de un proyecto democrático en el tiempo, que engloba a una población que vive y disfruta algo concreto, tratando de reafirmar la marcha de una conversión que los incluye.
Seguramente no escucharon nada nuevo ni original después de todo lo que se dijo por estos días, pero la aparición de Néstor Kirchner en el espectro político de decisión histórica del país, cuándo dijo que no dejaba las convicciones en la puerta de la Casa Rosada, nos compromete al menos a decir lo que pensamos y luchar por ello, así lo comprendió la juventud que lo acompaño en su despedida. Es casi medular vivir como uno piensa, y no pensar como uno vive.
1 comentario:
CARLOS MADERA. Políticamente en la vereda de enfrente, productor agropecuario, posiblemente con alguna visión muy lejana en algunos aspectos al presente político del país. Sin embargo respetuoso y responsable a la hora de opinar. Rescatando lo que hay que rescatar. Haciendo un culto de la verdad... por lo menos de su propia verdad. Celebro y aplaudo la grandeza de su decir. Celebro y aplaudo la honestidad de su pensamiento. Sueño, seguramente al igual que Usted, un PAÍS donde el respeto y la verdad sean el primer mandamiento... el resto, seguramente, vendrá por añadidura.
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