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¿Sigue proyecto del OPDS de forestar área de dunas de Coronel Dorrego?

La costa atlántica de la provincia de Buenos Aires, particularmente su sistema de dunas costeras, se fue conformando a través de una larga sucesión de pequeños y constantes sucesos durante millones de años. Sin embargo, esta monumental y casi inconmensurable labor de la naturaleza, podría perderse en apenas un par de temporadas estivales. Estamos a punto de hacer desaparecer lo que aun queda de las dunas costeras del sudeste bonaerense.

Del norte, ya casi nada queda

El antiguo mar de arena que se extendía por la costa desde Punta Rasa hasta Mar Chiquita, y que ocupaba una franja de hasta 5 kilómetros de ancho con dunas que alcanzaban los 35 metros de altura, hoy casi no existe. Solo queda como mudo testigo la solitaria y sin vigilancia efectiva área protegida de la Reserva Faro Querandí, quizás creada más por vergüenza ante el desastre que por convicción.

El ambiente natural y ecosistema de la región naufragó en los últimos 80 años. Donde antes había grandes dunas hoy es forestación de especies invasoras, calles, avenidas y monumentales construcciones que arrojan sombra sobre el mar. Para intentar salvar los restos de aquel naufragio, agrupaciones de vecinos como la Red Ambiental Querandí, Asociación Refugio del Sudeste y Defensa del Médano Costero entre otras, aspiran hoy a detener o al menos morigerar la voracidad inmobiliaria.

En ese rumbo destructivo ya está encaminado, lamentablemente, el sector de costas que transcurre entre Mar del Plata y Necochea, donde aún quedan grandes espacios costeros libres pero altamente modificados. Lo alarmante, es que a las últimas dunas del sudeste en buen estado de conservación, que transcurren entre el río Quequén Salado y Pehuén Co, ya les han puesto precio.

No sabemos por qué, pero lo hacemos igual

Los conquistadores de América llegaron a estas tierras con dos premisas básicas; apropiarse y extraer. Apropiarse de la mayor cantidad del territorio considerado virgen, libre y sin dueño, para luego extraer de él todo lo que fuera posible. Hoy, la mayor parte de la sociedad actúa en nuestras playas de la misma manera que los conquistadores actuaron contra América; se apropia del espacio como si fuera propio y realiza en él las actividades que consideran más remunerativas o placenteras.

Desde la prepotente utilización de la playa como estacionamiento, vertido de residuos, construcciones ilegales, modificación arbitraria del paisaje y depredación de fauna y flora, hasta la supuestamente inocente diversión de transitar en camionetas, motos y cuatriciclos sobre dunas y playas. Los nuevos conquistadores, con bronceador en lugar de armadura, ya están arrasando lo que nos queda.

En el muy interesante trabajo publicado en el año 2009 denominado; “El neo-exclusivismo en el litoral marítimo bonaerense” de Facundo Martín Hernández del Centro de Estudios Históricos, Arquitectónicos y Urbanos de la Universidad Nacional de Mar del Plata, “...se analiza este proceso de “descubrimiento de la playa” que implicó la valorización del mercado de tierras costeras para el emplazamiento de localidades balnearias, iniciando cambios radicales en el uso del suelo de la playa y originando una relación dialéctica descubrimiento-destrucción del paisaje costero”.

Luego, el autor expresa conceptos que se ajustan perfectamente a la situación actual de las dunas costeras del sudeste bonaerense; “En el turismo, la “materia prima” son los paisajes naturales y culturales, que antes de ser puestos en “producción” son ambientes con niveles mínimos de transformación. Cuando estos son utilizados, sociabilizados e incorporados a la lógica de mercado para ponerlos en producción por sus cualidades escénicas, pierden las características por las cuales fueron valorizados”.

Luego de la forestación, el negocio inmobiliario

Es en este contexto que resulta preocupante la aparición y persistencia del proyecto oficial de forestar con especies invasoras el área de dunas de Coronel Dorrego. El citado proyecto es impulsado por el Organismo para el Desarrollo Sostenible de la Provincia de Buenos Aires.

La Fundación de Historia Natural Félix de Azara, expresa con referencia al tema en un reciente documento; “El proyecto de Forestación del Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS) tendrá, de concretarse, consecuencias ambientales extremadamente negativas, provocando en el área de inserción alteraciones en la biodiversidad local, en la dinámica hídrica, en los procesos de erosión edáfica y en la calidad del paisaje regional. Y finalmente desencadenará en la degradación y desaparición del área natural”.

Resulta además paradójico, porque mucho antes de la aparición de este proyecto forestal, había ingresado a la consideración de los legisladores provinciales el proyecto de creación de la Reserva Natural Costero – Marítima “Arroyo Los Gauchos” que, justamente, intenta proteger el último reducto de dunas costeras.

El razonable equilibrio

No se trata de prohibir, se trata de sostener el delicado equilibrio entre naturaleza y actividades humanas. Por lo tanto, urge definir ya mismo qué áreas costeras serán destinadas al desarrollo de las diversas actividades humanas sean estas vivienda, productivas o esparcimiento.

Al mismo tiempo, también definir cuáles áreas estarán destinadas exclusivamente a preservación de los ambientes, naturaleza y ecosistemas, y situar entre ellas amplias zonas de amortiguación donde se podrán realizar algunas actividades, claramente reguladas, y otras sencillamente no. Es hora de asumir que para acceder a algunos lugares y preservarlos, se deben caminar largas distancias y por espacios indicados por guardaparques.

Cabe señalar que con la esperada sanción de una ley, las áreas no quedan automáticamente protegidas. Sobrados ejemplos existen en Argentina y Uruguay de áreas protegidas solo formalmente, en el papel, y que en la práctica no conocen la presencia de un solo guardaparque y menos de gendarmería.

La sanción y promulgación de la ley que crea la reserva “Arroyo Los Gauchos” debe ser inmediatamente acompañada de la legislación catastral adecuada, el plan de manejo integral de las áreas protegidas y zonas aledañas, y fundamentalmente por una vigilancia efectiva, con poder de policía y medios disuasorios.

Tal como expresáramos en otro artículo, ninguna explicación que se quiera expresar o justificar ante este problema, por más convincente que sea, protegerá a la costa y dunas de la destrucción, solo los hechos concretos y verificables podrán hacerlo.

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