Elisa Maggiolo tiene treinta años, una personalidad sólida y una voz que se suelta rápido generando como una cadena de imágenes. Y una particularidad sumamente interesante, es ajedrecista.
Una ajedrecista para la cual el juego del ajedrez trasciende el mero hecho de sentarse al tablero, sino que hace de él un modo de vida, el hilo conductor de sus viajes, su desarrollo personal y su profesión.
Al comenzar a charlar, la pregunta fue inevitable.
- ¿Cómo comenzaste a jugar al ajedrez?
- A mover las piezas empecé desde muy chica y a los seis años jugué mi primer torneo. Después seguí clasificando y continué jugando a nivel profesional hasta el 2001. Ahí abandoné un poco, por un tiempo, y retomé hace un par de años.
Me entusiasmó la idea de una pequeña niña jugando con esas piezas que imaginaba se le harían grandes en su manito pequeña. Y en un contexto tan diferente al de Dorrego. ¿Cómo se empieza a jugar al ajedrez en una ciudad como Buenos Aires? ¿Cómo se inicia la vida del ajedrecista en Capital Federal?
¿Cómo empezó a vivir Elisa el juego del que jamás podrá desprenderse?
- Mis hermanos y yo íbamos a un club en Parque Patricios, cerca de Aeroparque. Mi mamá tenía esa idea de donde iba uno, teníamos que ir todos. Así que andaba para todos lados con los cuatro a la rastra.
En ese club, el club de Huracán, uno de mis hermanos iba a clases de gimnasia.
Antes de llegar al gimnasio estaba la sala de ajedrez. Resulta que mi hermano más grande, el que me sigue, que en ese momento tenía cuatro años y medio y yo tres - se queda pensando un breve instante en el aire- quería jugar con los caballitos que veía al pasar.
Mi mamá le decía que no, que eso no era para jugar, que era un juego serio. Finalmente, la convencí para que nos lleve a jugar y así empezamos a ir todos a la clase de ajedrez.
Un tiempo después, unos seis meses, porque empecé a ir a la sala de ajedrez a los tres y eso fue cuando tenía tres años y medio, antes de empezar la clase estábamos con mi mamá esperando que viniera el profe.
Y ahí fue cuando armé por primera vez el tablero. Acomodé las piezas como creía que iban, mi mamá sin saber que eso que hacía estaba bien.
Llega el profe y le dice a mi mamá: "Muy bien Tita, la acomodaste bien". A lo que mi mamá le contesta: "Fue la nena la que acomodo las piezas".
Y desde ahí de a poco me empezaron a enseñar los movimientos, las jugadas y así empecé a jugar. Y a los seis años jugué mi primer torneo.
Después empecé a representar a Boca Juniors, donde tiempo después empecé a dictar clases de ajedrez.
Imaginando de repente una niña de tres años la veo corriendo, saltando, con barro, con agua haciendo tortitas, con muñecas, con una cocinita de juguete. Lo que menos imagino es un cuerpito pequeño encima de un tablero, observando detenidamente la manera de amenazar un rival de caballos, torres y damas. Una niña con una manito pequeña intentando derribar un enemigo en forma de rey de madera.
- ¿Cómo hiciste con la escuela cuando empezaste a jugar en torneos y a viajar tanto?
Y la escuela me costaba mucho porque faltaba para jugar los torneos. Repetí un par de veces y finalmente la terminé de grande.
Calcula que jugaba el Nacional en Mendoza, el Sudamericano en Brasil y después el mundial en Hungría. "Me la pasaba viajando y se me complicaba para ir a la escuela".
-¿Viajaste mucho con el ajedrez?
Sí. Conocí muchos lugares que de otra manera hubiera sido más difícil. El ajedrez me dio un montón de cosas más allá del juego; conocí gente, viaje mucho, competí en muchos lugares diferentes.
En un momento abandoné el ajedrez un tiempo. En el 2001, tenía que viajar a Miami por el Mundial, tenía 21 años. Pensaba quedarme y no viajar pero llamé a una amiga que me dijo: " dale veníte, te podés quedar acá que yo te consigo trabajo". La cosa es que me fui para allá y me terminé quedando un año y medio.
Mi idea era trabajar dando clases de ajedrez pero es complicado allá, así que tuve otros trabajos en los que ganaba bien para la crisis que había acá.
¿Cómo habrá sido para Elisa la vida en un país tan diferente sin poder desarrollar la pasión que le había cambiado la vida?
De repente la niña de manitos pequeñas, se había transformado en una joven ajedrecista que vivía en Estados Unidos sin desarrollar lo que amaba, el ajedrez.
-¿Qué pasó cuando volviste a Argentina?
Cuando vuelvo a Argentina, me desconecto un poco de todo el ambiente del ajedrez y empiezo a trabajar haciendo otras cosas.
Pero tuve mis crisis porque me costaba mucho haber dejado el ajedrez. No me olvido más que estaba trabajando un día cualquiera y me largué a llorar, quería volver a jugar al ajedrez.
En otra oportunidad, estaba trabajando en un call center, ocho horas, y nos daban media hora para almorzar.
La encargada del lugar se paseaba con los tacos por el comedor y sentía tac tac tac. Encima que estas hablando con gente todo el tiempo, la media hora que tenés para comer querés estar tranquila.
Así que ahí renuncié al call center y con lo que me pagaron me fui a un torneo en Sierra de la Ventana.
Me habían invitado al torneo por ser la campeona más joven de Argentina, porque había ganado a nivel nacional con quince años. Me fuí a Sierra a jugar el torneo y empecé a conectarme con el ajedrez nuevamente.
Después, hace poco tiempo, me invitaron a jugar el torneo de las diez mejores jugadoras de ajedrez de Argentina, al que fui también.
Y así de a poco empecé de vuelta a jugar. Doy clases en Boca para los chicos y también en un proyecto que arme de vincular el ajedrez con el fútbol.
-¿De qué manera relacionás la pelota con las piezas de ajedrez?
La idea fue presentar un proyecto en el cual desde el ajedrez con sus tácticas y estratégicas del juego, se vinculen con el fúbol. Presenté el proyecto y prendió, les gustó la idea y lo estamos desarrollando.
Volver al ajedrez. Vivir con el ajedrez. Convivir con las piezas que ya serán sus íntimos amigos para Elisa.
Tal vez tenga más simpatía por la dama por una simple cuestión de género. O quizás, esté enamorada del Rey porque tantos partidos le costó conquistar. (26.12.10)
Una ajedrecista para la cual el juego del ajedrez trasciende el mero hecho de sentarse al tablero, sino que hace de él un modo de vida, el hilo conductor de sus viajes, su desarrollo personal y su profesión.
Al comenzar a charlar, la pregunta fue inevitable.
- ¿Cómo comenzaste a jugar al ajedrez?
- A mover las piezas empecé desde muy chica y a los seis años jugué mi primer torneo. Después seguí clasificando y continué jugando a nivel profesional hasta el 2001. Ahí abandoné un poco, por un tiempo, y retomé hace un par de años.
Me entusiasmó la idea de una pequeña niña jugando con esas piezas que imaginaba se le harían grandes en su manito pequeña. Y en un contexto tan diferente al de Dorrego. ¿Cómo se empieza a jugar al ajedrez en una ciudad como Buenos Aires? ¿Cómo se inicia la vida del ajedrecista en Capital Federal?
¿Cómo empezó a vivir Elisa el juego del que jamás podrá desprenderse?
- Mis hermanos y yo íbamos a un club en Parque Patricios, cerca de Aeroparque. Mi mamá tenía esa idea de donde iba uno, teníamos que ir todos. Así que andaba para todos lados con los cuatro a la rastra.
En ese club, el club de Huracán, uno de mis hermanos iba a clases de gimnasia.
Antes de llegar al gimnasio estaba la sala de ajedrez. Resulta que mi hermano más grande, el que me sigue, que en ese momento tenía cuatro años y medio y yo tres - se queda pensando un breve instante en el aire- quería jugar con los caballitos que veía al pasar.
Mi mamá le decía que no, que eso no era para jugar, que era un juego serio. Finalmente, la convencí para que nos lleve a jugar y así empezamos a ir todos a la clase de ajedrez.
Un tiempo después, unos seis meses, porque empecé a ir a la sala de ajedrez a los tres y eso fue cuando tenía tres años y medio, antes de empezar la clase estábamos con mi mamá esperando que viniera el profe.
Y ahí fue cuando armé por primera vez el tablero. Acomodé las piezas como creía que iban, mi mamá sin saber que eso que hacía estaba bien.
Llega el profe y le dice a mi mamá: "Muy bien Tita, la acomodaste bien". A lo que mi mamá le contesta: "Fue la nena la que acomodo las piezas".
Y desde ahí de a poco me empezaron a enseñar los movimientos, las jugadas y así empecé a jugar. Y a los seis años jugué mi primer torneo.
Después empecé a representar a Boca Juniors, donde tiempo después empecé a dictar clases de ajedrez.
Imaginando de repente una niña de tres años la veo corriendo, saltando, con barro, con agua haciendo tortitas, con muñecas, con una cocinita de juguete. Lo que menos imagino es un cuerpito pequeño encima de un tablero, observando detenidamente la manera de amenazar un rival de caballos, torres y damas. Una niña con una manito pequeña intentando derribar un enemigo en forma de rey de madera.
- ¿Cómo hiciste con la escuela cuando empezaste a jugar en torneos y a viajar tanto?
Y la escuela me costaba mucho porque faltaba para jugar los torneos. Repetí un par de veces y finalmente la terminé de grande.
Calcula que jugaba el Nacional en Mendoza, el Sudamericano en Brasil y después el mundial en Hungría. "Me la pasaba viajando y se me complicaba para ir a la escuela".
-¿Viajaste mucho con el ajedrez?
Sí. Conocí muchos lugares que de otra manera hubiera sido más difícil. El ajedrez me dio un montón de cosas más allá del juego; conocí gente, viaje mucho, competí en muchos lugares diferentes.
En un momento abandoné el ajedrez un tiempo. En el 2001, tenía que viajar a Miami por el Mundial, tenía 21 años. Pensaba quedarme y no viajar pero llamé a una amiga que me dijo: " dale veníte, te podés quedar acá que yo te consigo trabajo". La cosa es que me fui para allá y me terminé quedando un año y medio.
Mi idea era trabajar dando clases de ajedrez pero es complicado allá, así que tuve otros trabajos en los que ganaba bien para la crisis que había acá.
¿Cómo habrá sido para Elisa la vida en un país tan diferente sin poder desarrollar la pasión que le había cambiado la vida?
De repente la niña de manitos pequeñas, se había transformado en una joven ajedrecista que vivía en Estados Unidos sin desarrollar lo que amaba, el ajedrez.
-¿Qué pasó cuando volviste a Argentina?
Cuando vuelvo a Argentina, me desconecto un poco de todo el ambiente del ajedrez y empiezo a trabajar haciendo otras cosas.
Pero tuve mis crisis porque me costaba mucho haber dejado el ajedrez. No me olvido más que estaba trabajando un día cualquiera y me largué a llorar, quería volver a jugar al ajedrez.
En otra oportunidad, estaba trabajando en un call center, ocho horas, y nos daban media hora para almorzar.
La encargada del lugar se paseaba con los tacos por el comedor y sentía tac tac tac. Encima que estas hablando con gente todo el tiempo, la media hora que tenés para comer querés estar tranquila.
Así que ahí renuncié al call center y con lo que me pagaron me fui a un torneo en Sierra de la Ventana.
Me habían invitado al torneo por ser la campeona más joven de Argentina, porque había ganado a nivel nacional con quince años. Me fuí a Sierra a jugar el torneo y empecé a conectarme con el ajedrez nuevamente.
Después, hace poco tiempo, me invitaron a jugar el torneo de las diez mejores jugadoras de ajedrez de Argentina, al que fui también.
Y así de a poco empecé de vuelta a jugar. Doy clases en Boca para los chicos y también en un proyecto que arme de vincular el ajedrez con el fútbol.
-¿De qué manera relacionás la pelota con las piezas de ajedrez?
La idea fue presentar un proyecto en el cual desde el ajedrez con sus tácticas y estratégicas del juego, se vinculen con el fúbol. Presenté el proyecto y prendió, les gustó la idea y lo estamos desarrollando.
Volver al ajedrez. Vivir con el ajedrez. Convivir con las piezas que ya serán sus íntimos amigos para Elisa.
Tal vez tenga más simpatía por la dama por una simple cuestión de género. O quizás, esté enamorada del Rey porque tantos partidos le costó conquistar. (26.12.10)
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