Por su vida pasó casi toda la historia de Reta. Nacido cuando terminaba el primer cuarto del siglo XX, Marcelino Corral es la historia viva de una comunidad, hoy en plena expansión.
Es el referente de mayor edad de quien podemos obtener las referencias más plenas de vida, de aquellas anécdotas que construyen la historia verdadera de cualquier sociedad.
Hijo de don Fulgencio Corral y doña Manuela, Marcelino nació en la localidad de Guisasola, partido de Coronel Dorrego y con un año de vida, la familia se afincó en Copetonas.
"Le alquilábamos a uno de los nombres originales de Reta, don Avelino García, por quien conocimos el pueblo y todos los proyectos de trabajo que se maquinaban en el lugar. Al principio mi papá temía adentrarse en aquel desierto junto al mar, pero finalmente se convenció. García nos trajo las chapas y las maderas para construir nuestra casita, y una vez que mi papá la terminó nos mudamos con toda la familia. Parte de esa casa original es todavía hoy mi casa".
Recuerda con memoria prodigiosa y deliciosa frescura, aquellos primeros años en los que la
familia se fue asentando en aquel esbozo de sueño que, para aquella época, era el balneario Reta y donde empezó aquella aventura de vivir en una extensión casi sin árboles, con bajíos inundados y en una extensión amenazada desde todas las distancias.
Las vacas de don Martín Reta, dueño original de aquellas tierras, "nos proveían de la bosta seca que se necesitaba para quemar y calentarnos en invierno. Los únicos árboles de la zona, sacando algunos eucaliptos aislados, era el monte que se extendía más allá de la vieja colonia Mitre, donde también supimos vivir, porque mi papá fue quintero allí".
Otras de las tareas que llevó adelante en el pueblo tenían que ver con la fijación de médanos y limpieza de terrenos: "Cuando yo era chico ya se estaba construyendo el Hotel Playa, y en el resto del pueblo no había más de cinco o seis casas.
El único almacén era el de García y de noche no había más luz que la de los faroles a querosén que brillaban por las ventanas de las poquísimas casas del pueblo". Fue la empresa San Sebastián la que tomó las riendas de la expansión de Reta en los '40 y la primera que "proveyó de luz eléctrica, pero sólo a las calles que se iban abriendo.
Una de las pocas que existían en 1946 era la que hoy es la principal, la 48 -Los Claveles-, aún sin afirmar y por la que sólo se podía circular caminando, y la que pasa frente a mi casa, la 39, y desde donde se podía ver el mar".
Hoy, don Marcelino Corral hace sus mandados y visita a sus amigos, montado en su incansable bicicleta: "Para los habitantes de Reta -cuenta un vecino- Marcelino y su bicicleta son una parte integrante del paisaje".
Dueño de un carácter afable y de unos modos suaves, sus recuerdos no ofrecen tregua: "Para ir a Copetonas había que usar sulkys o villalongas o simplemente, usar los caballos que se tuvieran a mano. Eran épocas muy duras, especialmente para las mujeres. Mi mamá, ayudando a mi padre, hacía de todo: lavó ropa, tejió, partió leña, cultivó quintas... una vida dura pero sin rencores".
Como pago por el trabajo rudo, don Fulgencio falleció tempranamente en mayo del '54, mientras que Doña Manuela vivió casi hasta los cien años y supo también ser ella un personaje infaltable de las ocres calles retenses.
Y así, entre mate y mate, comienza a desprenderse de los ojos, que viajan plácidamente por el tiempo, la nieve lenta de los nombres: "García, los Herrera, Danilo Valdez, su guitarra y sus canciones, El Vasco Urgain, El Ruso Pedro, Horencio González, Miguel Paz". Y con esos nombres se le entretejen a Marcelino las anécdotas floridas, los datos precisos, las referencias tristes: todo se va entramando en su rostro con esa sabiduría espontánea que sólo conocen los hombres buenos, los hombres que están de acuerdo con la vida y que son los que, al fin, construyen la memoria válida de una comunidad. (03|01|11)
FUENTE: Diario La Voz del Pueblo
Es el referente de mayor edad de quien podemos obtener las referencias más plenas de vida, de aquellas anécdotas que construyen la historia verdadera de cualquier sociedad.
Hijo de don Fulgencio Corral y doña Manuela, Marcelino nació en la localidad de Guisasola, partido de Coronel Dorrego y con un año de vida, la familia se afincó en Copetonas.
"Le alquilábamos a uno de los nombres originales de Reta, don Avelino García, por quien conocimos el pueblo y todos los proyectos de trabajo que se maquinaban en el lugar. Al principio mi papá temía adentrarse en aquel desierto junto al mar, pero finalmente se convenció. García nos trajo las chapas y las maderas para construir nuestra casita, y una vez que mi papá la terminó nos mudamos con toda la familia. Parte de esa casa original es todavía hoy mi casa".
Recuerda con memoria prodigiosa y deliciosa frescura, aquellos primeros años en los que la
familia se fue asentando en aquel esbozo de sueño que, para aquella época, era el balneario Reta y donde empezó aquella aventura de vivir en una extensión casi sin árboles, con bajíos inundados y en una extensión amenazada desde todas las distancias.
Las vacas de don Martín Reta, dueño original de aquellas tierras, "nos proveían de la bosta seca que se necesitaba para quemar y calentarnos en invierno. Los únicos árboles de la zona, sacando algunos eucaliptos aislados, era el monte que se extendía más allá de la vieja colonia Mitre, donde también supimos vivir, porque mi papá fue quintero allí".
Otras de las tareas que llevó adelante en el pueblo tenían que ver con la fijación de médanos y limpieza de terrenos: "Cuando yo era chico ya se estaba construyendo el Hotel Playa, y en el resto del pueblo no había más de cinco o seis casas.
El único almacén era el de García y de noche no había más luz que la de los faroles a querosén que brillaban por las ventanas de las poquísimas casas del pueblo". Fue la empresa San Sebastián la que tomó las riendas de la expansión de Reta en los '40 y la primera que "proveyó de luz eléctrica, pero sólo a las calles que se iban abriendo.
Una de las pocas que existían en 1946 era la que hoy es la principal, la 48 -Los Claveles-, aún sin afirmar y por la que sólo se podía circular caminando, y la que pasa frente a mi casa, la 39, y desde donde se podía ver el mar".
Hoy, don Marcelino Corral hace sus mandados y visita a sus amigos, montado en su incansable bicicleta: "Para los habitantes de Reta -cuenta un vecino- Marcelino y su bicicleta son una parte integrante del paisaje".
Dueño de un carácter afable y de unos modos suaves, sus recuerdos no ofrecen tregua: "Para ir a Copetonas había que usar sulkys o villalongas o simplemente, usar los caballos que se tuvieran a mano. Eran épocas muy duras, especialmente para las mujeres. Mi mamá, ayudando a mi padre, hacía de todo: lavó ropa, tejió, partió leña, cultivó quintas... una vida dura pero sin rencores".
Como pago por el trabajo rudo, don Fulgencio falleció tempranamente en mayo del '54, mientras que Doña Manuela vivió casi hasta los cien años y supo también ser ella un personaje infaltable de las ocres calles retenses.
Y así, entre mate y mate, comienza a desprenderse de los ojos, que viajan plácidamente por el tiempo, la nieve lenta de los nombres: "García, los Herrera, Danilo Valdez, su guitarra y sus canciones, El Vasco Urgain, El Ruso Pedro, Horencio González, Miguel Paz". Y con esos nombres se le entretejen a Marcelino las anécdotas floridas, los datos precisos, las referencias tristes: todo se va entramando en su rostro con esa sabiduría espontánea que sólo conocen los hombres buenos, los hombres que están de acuerdo con la vida y que son los que, al fin, construyen la memoria válida de una comunidad. (03|01|11)
FUENTE: Diario La Voz del Pueblo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario