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Sobre los cambios nada progresistas del Gobierno K, por Pablo Marcó

Algunas decisiones, fundamentalmente políticas, y otras económicas, tomadas en los últimos meses por el gobierno nacional y el presidente del PJ motivaron el alejamiento de algunos dirigentes sociales y políticos del kirchnerismo.

Los casos más notorios son los del diputado, periodista y escritor Miguel Bonasso, la nieta recuperada, también diputada e integrante del Movimiento Libres del Sur, Victoria Donda y el también integrantes de este grupo Humberto Tumini, entre otros.

¿Cuál es el motivo del portazo? La “derechización” del gobierno. No es novedoso para nuestro país que gobiernos progresistas, cuando se empiezan a desgastar y a perder consenso social, como evidentemente ha sucedido con el actual gobierno, especialmente después del insoportable conflicto con el campo, empiecen a tomar decisiones política y económicas pragmáticas.

No soy de los que piensan que este gobierno y el de Néstor Kirchner hizo todo mal; es más, como dije más de una vez, en varios aspectos fue superador al neoliberalismo entreguista y corrupto del menemato y al neoliberalismo inepto de De la Rúa. No me olvido, por ejemplo, que en este país, hace menos de una década, hubo trueque. ¿Se acuerdan?

Para los que creemos que el mercado jamás va a resolver las injusticias sociales, este gobierno le devolvió al Estado alguna razón de ser después del desguace al que lo sometieron los citados gobiernos.

Los gobiernos K también renovaron positivamente la Corte Suprema de Justicia; que el máximo tribunal, actualmente, esté integrado por Zafaroni y no por Nazareno, es un avance cualitativo. Los gobiernos K rompieron las denigrantes relaciones carnales de las que se jactaban Menem y De la Rúa y comenzaron a relacionarse positivamente con países latinoamericanos comandados por gobiernos populares, nacionales y antiimperialistas, como Venezuela, Bolivia y Cuba.

También resulta ponderable la política de revisión del pasado y condena a la última dictadura de los gobiernos K. Que La Esma haya pasado a ser un museo de la memoria, es un paso adelante. También es elogiable la estatización de las AFJP o de Aerolíneas. O la eliminación de la tablita de Machinea. O no reprimir nunca con violencia las protestas, sea de piqueteros, ruralistas o trabajadores. Es decir, lo que para muchos son decisiones cuestionables, para mí son destacables, impensadas en los anteriores gobiernos.

Ahora bien, como se dijo al comienzo de estas líneas editoriales, en los últimos meses se produjo un evidente proceso de distorsión del proceso iniciado en 2003.
En lo político, el kircnherismo selló un acuerdo con los caciques justicialistas del Conurbano para asegurarse los servicios de los barones, con b larga, para octubre próximo; es decir, el kirchnerismo asociado con la vieja política.

Otra desafortunada acción fue la asociación con el ex carapintada y siempre antidemocrático Aldo Rico en el populoso distrito de San Miguel.
Hay otra determinaciones que ratifican el viraje K: el veto de la presidenta a la ley de protección de glaciares, el indisimulable cambio de postura sobre la pastera Botnia y la lucha de los asambleístas de Gualeguaychú.

Este gobierno debiera desistir de su proyecto de Tren Bala y reconstruir una red ferroviaria con desarrollo tecnológico propio y producción local; los recursos para este proyecto existen, si se recupera la renta petrolera y gasífera, como en Venezuela o Bolivia.
También este gobierno tiene una política minera que hace impune la contaminación con cianuro de aguas potables y el uso irresponsable de ese bien estratégico junto al saqueo de metales valiosos, una “riqueza que nos pertenece a todos los argentinos”.

También es criticable la ley de blanqueo de capitales y la anulación de los juicios por corrupción financiera o coimas: un favor que no beneficia precisamente a las clases populares.
O el decreto 125/05, que prorroga por diez años las concesiones a los grandes medios de comunicación que ahora, con razón, tanto se critican.

Poco han hecho los gobiernos K para garantizar una justa redistribución del ingreso o para empezar a evitar que en nuestro país se mueran ocho pibes por día y por desnutrición o causas evitables.

Ante la crisis global, la practicidad del gobierno se evidenció en un paquete de medidas anunciadas con bombos y platillos, que dejaron hasta ahora un saldo efectivo bastante magro. El plan de obras públicas, estaba referido en un 80 por ciento a obras ya decididas con anterioridad. Tampoco resultó muy eficaz hasta el momento lo que podríamos llamar el “Plan Garbarino” de compra de electrodomésticos, ni el que promueve el ascenso social hacia el cero kilómetro.

El disidente Bonasso escribió: “Sería deshonesto cargar a este gobierno, que hizo cosas buenas, con males que vienen de arrastre, pero se torna ineludible señalarle sus responsabilidades actuales”.

Insisto: antes las primeras señales de malhumor social, siempre tomando como parámetros el volátil estado de ánimo de la clase media, nuestros dirigentes políticos y gobiernos apelan a medidas pragmáticas, de derecha, muy distantes de lo que debiera ser un proyecto nacional y popular. Los gobiernos K, parecen ir en esa dirección.

Quizás, deberían probar con otras recetas. Los desenlaces de los gobiernos precedentes son un reciente y claro ejemplo. Porque este país no está como está justamente por haber sido gobernado por gobiernos de izquierda, sino por administraciones de derecha, sean éstas militares o democráticas.