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`Un 25 de mayo transcurrido con el sabor de un locro criollo, elaborado con el corazón´

El sol del 25 hacía un buen rato que había asomado, aportando su gratuito abrigo a cada uno de los que llegaban a la pequeña localidad de Calvo.

El castigado paisaje rural disimulaba su falta de colores, mientras que un arco iris de voluntades ponía tonos y matices diversos a la fecha patria.

Convocados por la docente y Directora de la Escuela 10, Flavia Speranza, los escasos habitantes del lugar y de establecimientos de campo cercanos, comenzaron a recibir la llegada de un buen caudal de refuerzos: ex alumnos, antiguos pobladores, ex docentes y algún colaborador espontáneo se sumaron en la cruzada del centenario próximo.

Fue entonces que motivados por la voluntariosa maestra, otra vez el viejo club recuperó su identidad con la conformación de su nueva Comisión Directiva.

A los pocos habitantes que permanecen en la zona, se sumaron un grupo de mujeres y hombres de familias tradicionales de la estación, los que tras desempolvar recuerdos decidieron ponerse nuevamente en marcha.

Como homenaje a los gestores de la idea institucional, surgida en la década del 30 y aportantes de los materiales para la construcción de la sede: Pedro Balda, Felipe Piñeiro, Jerónimo Alonso e Ignacio Cugui, las siguientes personas componen su cuadro dirigencial: Presidente: José Luís Cannel, Vicepresidente: Mariano Álvarez, Secretaria: Carla Larsen, Pro Secretaria: Estela Piñeiro, Tesorero: Marcelo Di Croce, Pro tesorero: Santiago Di Croce, Revisores de Cuentas: Pablo Such, Damián Lloret, Mirta Van Waarde, Vocales Titulares: Omar González, César González, Patricia Morel, Martín Oviedo, Vocales Suplentes: Evangelina Anderson, Martín Lloret, León Morel.

Asimismo la Comisión de Festejos de los 100 años, que preside Ubaldo Michelena fue nutriéndose de ideas y voluntades en el armado de un programa que contempla distintos hechos a lo largo de 2009.

Contradiciendo a la realidad, Calvo recuperó expresión y vida.

Nuevamente las entidades que son símbolo de su historia, se unieron con el compromiso de la memoria.

No quisieron que la fecha patria se convirtiera en un “obligado” acto protocolar, tampoco que se trastocara su fecha para aprovechar libremente el feriado.

Fue así que optaron por una apuesta grande: un 25 de Mayo distinto, con una convocatoria abierta y el atractivo gastronómico de un locro criollo.

El camino de tierra que separa a Calvo de la Ruta 3, quedó marcado de huellas de más de un centenar de vehículos marchando hacia el particular llamado.

La Escuelita 10 mostraba sus otoñales 99 calendarios, con un edificio cuidado y prolijo que guarda en los ladrillos y el cemento de su estructura, los recuerdos de la antigua construcción de chapa.

Los techos azules de “La Juamela” dejaban ver su belleza, mientras que un prolijo parque y su cancha de golf son atractivos extras en medio del campo.

El alambrado que la circunda sirvió de referencia para la colocación de los autos de los visitantes.

La sede del club pintada de blanco, estaba adornada por la bandera de la patria y la propia.

El negro y el rojo en bandas verticales flameaban con orgullo; volviendo en mí los gratos recuerdos cuando durante dos años integre su equipo en aquellos memorables torneos de fútbol que se disputaban los sábados.

Al ver a “Titi Larsen” o Carlitos Di Croce las imágenes del pasado volvieron nítidas: un improvisado vestuario, una cantina concurrida y emocionantes gritos de gol en tardes de tres y hasta cuatro cotejos por fecha.

La cancha solamente conserva sus arcos, el terreno que albergó pisadas, corridas y gambetas está cercado y forma parte de las actividades agropecuarias de la familia Álvarez Cantoni.

Una vez en el interior del salón principal, el público fue recibido por Andrea Such, Pablo Such y José Luís Cannel.

Antes del mediodía la concurrencia ya resultaba numerosa; en tanto todas las miradas se dirigían a un pequeño reducto de chapa: la cocina, donde Flavia tras los preparativos previos, había dejado al resto del equipo a cargo de la tentadora comida.

Carmen, Ivana, Mariano, Silvia, Mirta, Marcela y Beto ponían sus manos en enormes fuentones, revolvían salsas, agregaban sal y otros condimentos.

Un particular aroma ganaba espacio, mientras que el hervor de la cuantiosa mezcla ampliaba la expectativa.

Llegó entonces el momento del sencillo acto, apareciendo en escena los siete alumnos y su Directora.

Celia fue la encargada de presentar cada momento: primero las banderas, luego el sentido discurso del Presidente del Club (acompañado por toda la Comisión) y posteriormente una improvisada, pero didáctica referencia patria, a través de una magnifica pieza oratoria de Flavia Speranza.

La primera parte se cerró con el ritmo de una chacarera.

Marcelo, Titi y algunos de los que habían trabajado en la cocina, pasaron a desempeñar roles de cantineros.

Mientras que una legión de mozos, integrada por: Eva, María, César, Pablo, Lorena, Analía, Alejandra, Eugenia, Estela, Marisol, Andrea, Martín, Celia, Santiago, Omar, Natalia, Andrea, Marcelo, Fernando, Carla y Silvia comenzaron a desfilar con blancos y abundantes recipientes individuales que fueron entregando en cada mesa.

El locro mereció unánime aprobación al punto tal que algunos se atrevieron a repetir la voluminosa porción.

Antes del postre un momento imperdible, desopilante y emotivo: las actuaciones de ex alumnos.

Los mayores aplausos fueron para Nelly Di Croce, metida en la personalidad de un paisano de negros bigotes y enorme facón.

Con gran desenvoltura desarrolló un libreto “bien campero”, que incluyó un risueño monologo, relaciones y mensajes a un amor perdido.

“Gajito de Cedrón”, una vieja canción criolla y la milonga “El desafío” fueron los dos temas interpretados.

María Angélica Cannel, representó a una atractiva, como tímida “china”, mientras que el músico dorreguense Rodolfo Boggón musicalizó el cuadro.

Congratulado por “la mesa de San Román”, esta vez Osvaldo Poggio siguió atentamente la gran actuación de su esposa y hasta se permitió orgulloso, agradecer más de una felicitación.

Luego llegó el turno de “Tita y Coco Basualdo”, que como si tuvieran los veinte recién cumplidos, desplegaron toda su gracia, postura y coordinados movimientos en “La Cerrillana”.

A la lista de artistas se agregó Santos Guido Matelica, quien subió al escenario para entregar una canción y se bajó después de la tercera y de largos aplausos.

Guitarra y armónica se fusionaron en una zamba y una ranchera, mientras que le puso sentida expresión a una milonga campera.

El cierre congregó a ocho parejas, las que de la mano de “Coco” y “Tita” entregaron como regalo final: el Pericón Nacional.

Con Adalberto Suárez (Camarógrafo del Canal) nos despedimos de uno de los hermanos Ferreira, buenos paisanos que llegaron hace tiempo de la lejana Provincia de Santa Fe; llevando en nuestros odios la contagiosa risa de su compañera, la enfermera Hilda Barrios (la hija del “correntino”).

Nelly seguía recibiendo elogios, Alicia Santamarina había dado descanso al “click” constante de su cámara fotográfica, su hermana Rosita (Chola) seguía inmóvil en la mesa, comentando sobre las bondades de la propuesta gastronómica con Fernando Paz.

“El charro” Speranza que llegó desde La Plata, debió aceptar la prohibición de tomar vino (porque debía conducir 600 Km.) y a regañadientes debió acompañar el locro con gaseosa, ante la atenta mirada de su esposa y su mamá.

En animada charla pude observar en otra mesa a Inés Basterra (ex Directora de la Escuela 10), también a su esposo Roberto Vecchi, a Mary Beneyto, que se hizo representar en el Pericón Nacional por su esposo, a los Oviedo, a una barra de “valencianos” y también a Jorge Piscicelli departiendo con Álvarez Cantoni y sus respectivas esposas.

No vi a ningún Concejal, tampoco a funcionarios públicos: presencias que siempre resultan bienvenidas para las pequeñas localidades; no como un hecho político o de campaña, sino de acompañamiento institucional, algo que siempre se agradece y reconoce, especialmente en sitios donde las convocatorias masivas no resultan frecuentes.

Con la promesa de volver partimos de Calvo, llevando en el cuerpo “el calor de un apetitoso locro” y en el alma las caricias del afecto, la nostalgia y la emoción: esas pequeñas y simples cosas que también se necesitan.