Una docena fueron los hijos del matrimonio compuesto por Honoria y Eliseo, naciendo la mayoría de ellos en Bahía Blanca.
En el año 1.939 la numerosa familia decidió trasladarse a nuestra ciudad, registrándose la llegada el 23 de Agosto de hace 70 calendarios de uno de los cuatro varones.
La condición de policía del jefe de la casa, motivaron su posterior traslado a la localidad de Cabildo; pequeña población que con motivo de su Centenario, tuvo en el protagonista de esta historia al creador del Himno de tan sentido acontecimiento.
Corría 1.947 cuando nuevamente la familia optó por retornar a Coronel Dorrego y fue así que el niño aquel, que andaba por los 8 años comenzó a mostrar sus dotes de gran recitador en los actos de la escuela primaria.
No eran tiempos fáciles y de diversas formas había que contribuir con las necesidades de la casa, debiendo cumplir trabajos que permitieran brindar aportes a una mesa cotidianamente grande.
Pasiones diametralmente opuestas comenzaron a instalarse en su vida: danzas y poesía lo acercaron a las riquezas del folklore; guantes, fintas y golpes le permitieron la posibilidad de hacerse camino en el boxeo, un deporte donde uno de sus hermanos, fue consagrada figura profesional.
Los movimientos galanos y expresados con naturalidad, los pasos seguros y respondiendo armónicamente a los compases musicales, lo ubicaron en un sitial de privilegio en la danza tradicionalista.
Su estilizada figura surgía como un faro en las noches de escenarios diversos, mientras que acompasadamente sus pies dibujaban en el piso las mejores figuras de un zapateo bellamente entregado.
Fue el mítico Casquín que en los años sesenta recibió a la delegación de la Peña Nativista, dejando la marca de una actuación que suele rememorarse, de igual modo tener presente entre tantos, a sus más virtuosos bailarines: “Coco” y “el petiso Riesco”, ambos permanentemente citados cuando las páginas de ayer vuelven a abrirse para dar lugar a la nostalgia.
Pero también hubo días de sudor, prolongadas sesiones de entrenamiento y guanteos en una breve como positiva campaña pugilística en el campo amateur.
Expectativa lejana desde un barco en sus días de colimba y bronca contenida cuando un superior no le dejó escuchar el relato radial, de la memorable noche en que “Cacho”, fue semifondista en el Luna Park.
Durante muchos años resultó una sombra de Ernesto, colaborando como sparring, acompañando en la rutina de gimnasio o desde el rincón, actuando en la doble función de hermano y amigo.
Juntos estuvieron en la etapa en que fueron los responsables de organizar boxeo, donde toalla al hombro, esponja e instrucciones oficiaban de entrenadores de los púgiles locales en noches del viejo tinglado Español o el Teatro Italiano.
Volviendo al apego por las manifestaciones autóctonas, un día se produjo la partida del rancho de tradición que lo había cobijado y, quizás sin suponerlo, sin proponérselo, junto a un grupo de amigos crearon el 7 de Junio de 1.986, una entidad cuyas bases se asientan en los pilares de la amistad y nuestras tradiciones: la Agrupación Amigos del Folklore.
Con su esposa (Tita) y aunque no se sientan maestros, brindaron sus mejores conocimientos, conformando excelentes cuerpos de baile, dotados de una línea donde se respeta a ultranza la historia, donde el talento de sus integrantes se potencia a partir de los sabios y aleccionadores consejos de un matrimonio que hizo de la danza, “una verdadera escuela”.
Crearon también en muchos adultos amor por nuestros ritmos musicales, tanto en El Perdido (alguna vez), como desde hace tiempo en las Asistencias Técnicas municipales donde lograron conformar grupos que encontraron una alternativa para ocupar el tiempo libre, aceptando el desafío de sumar nuevos conocimientos, conquistando como premio grande el aplauso estimulador y amigo del público.
Además del boxeo, la poesía y la danza, hubo obligaciones paralelas que cumplir, desempañándose durante mucho tiempo en la Cooperativa Eléctrica, de donde se retiró hace algunos años, atendiendo en el presente la oficina del gremio, la cual está a unos pasitos de su casa, ubicada en el barrio Arquitectura.
El domicilio de Maciel y Ramos Ojeda fue quedando grande cuando partieron las hijas: Claudia y Andrea; encontrando motivos frecuentes para viajar a Tandil o Mar del Plata, donde varios nietos esperan la llegada de sus queridos abuelos.
Disponer de mayor tiempo posibilitó que su veta creativa surgiera a pleno y es así que se permitió rescatar papeles y escritos que estaban celosamente guardados, para quedar plasmados en un libro que contiene parte de sus trabajos literarios.
El destinatario de esta semblanza tiene nombre y apellido, Alberto “Coco” Basualdo: bailarín, poeta, recitador, ex boxeador, maestro de la danza, vecino y amigo.
Alberto “Coco” Basualdo: frases sentidas en la historia de un niño blanco y un niño negro, mensaje profundo desde la poesía, justa advertencia en la lucha contra la discriminación.
Alberto “Coco” Basualdo: relato profundo en tantos días del maestro, interpretando como pocos el poema de Landriscina, aquel que recuerda las luchas y el coraje de una maestra de campo, allá en Pampa del Indio, en el lejano Chaco.
Alberto “Coco” Basualdo, autor de “Ayer, hoy y mañana”, letra que contribuye a la memoria, que nombra a mujeres y hombres, que contribuyeron con sus aportes y trayectorias. Verdadero documento, que algunos guardamos y que logra emocionar cuando la voz y la guitarra de Juan Tear rememora a tantos que injustamente hemos olvidado.
Alberto “Coco” Basualdo: junto a los chicos de la Agrupación y los grandes de las asistencias. Con sus sueños a cuesta de poder terminar la casa propia de San Martín y Negrete, con fuerzas todavía a pesar de las ayudas que se resisten en llegar, de las promesas que no se cumplen y de la indiferencia que hace notar su letal impacto.
Alberto “Coco” Basualdo: ayer en televisión junto a su amigo Darío Lemos, uniendo voluntades y compromiso en “Dos por la tradición”; desde hace cinco años en la Dorrego, con “Se va la primera”, una hora y media de nuestra música que vuelve cada sábado en ritmos de zambas, gatos, milongas y chacareras.
Alberto “Coco” Basualdo: ciudadano de la clase 39, virtuoso danzarín llevando el gaucho adentro, vistiendo de gala cada actuación, recibiendo emocionado (como el último viernes) el aplauso respetuoso de su gente, el cariño inmenso de toda su familia..
Expresó Guarany en el homenaje convertido en canción, dedicado al gran Santiago Ayala:
“Lleva en el alma una zamba,
duerme el malambo con el
Y con una chacarera se besa en el alma,
No tiene mujer.
Salieron de sus mudanzas, claveles, rosas, jazmín
Y hoy volarán por el mundo,
Llevando el recuerdo del gran bailarín.”
Humildemente me permito señalar en reconocimiento a Alberto Basualdo, parafraseando con respeto a tan destacado autor:
“Se que entre mejores ha bailado
es que le gusta bailar,
En la pista le sobra mujer
“Tita” a su lado
Es una compañera sin par
a “Coco” le sobran motivos
y con admiración lo digo:
unidos los dos
Son una danza inmortal… “
En el año 1.939 la numerosa familia decidió trasladarse a nuestra ciudad, registrándose la llegada el 23 de Agosto de hace 70 calendarios de uno de los cuatro varones.
La condición de policía del jefe de la casa, motivaron su posterior traslado a la localidad de Cabildo; pequeña población que con motivo de su Centenario, tuvo en el protagonista de esta historia al creador del Himno de tan sentido acontecimiento.
Corría 1.947 cuando nuevamente la familia optó por retornar a Coronel Dorrego y fue así que el niño aquel, que andaba por los 8 años comenzó a mostrar sus dotes de gran recitador en los actos de la escuela primaria.
No eran tiempos fáciles y de diversas formas había que contribuir con las necesidades de la casa, debiendo cumplir trabajos que permitieran brindar aportes a una mesa cotidianamente grande.
Pasiones diametralmente opuestas comenzaron a instalarse en su vida: danzas y poesía lo acercaron a las riquezas del folklore; guantes, fintas y golpes le permitieron la posibilidad de hacerse camino en el boxeo, un deporte donde uno de sus hermanos, fue consagrada figura profesional.
Los movimientos galanos y expresados con naturalidad, los pasos seguros y respondiendo armónicamente a los compases musicales, lo ubicaron en un sitial de privilegio en la danza tradicionalista.
Su estilizada figura surgía como un faro en las noches de escenarios diversos, mientras que acompasadamente sus pies dibujaban en el piso las mejores figuras de un zapateo bellamente entregado.
Fue el mítico Casquín que en los años sesenta recibió a la delegación de la Peña Nativista, dejando la marca de una actuación que suele rememorarse, de igual modo tener presente entre tantos, a sus más virtuosos bailarines: “Coco” y “el petiso Riesco”, ambos permanentemente citados cuando las páginas de ayer vuelven a abrirse para dar lugar a la nostalgia.
Pero también hubo días de sudor, prolongadas sesiones de entrenamiento y guanteos en una breve como positiva campaña pugilística en el campo amateur.
Expectativa lejana desde un barco en sus días de colimba y bronca contenida cuando un superior no le dejó escuchar el relato radial, de la memorable noche en que “Cacho”, fue semifondista en el Luna Park.
Durante muchos años resultó una sombra de Ernesto, colaborando como sparring, acompañando en la rutina de gimnasio o desde el rincón, actuando en la doble función de hermano y amigo.
Juntos estuvieron en la etapa en que fueron los responsables de organizar boxeo, donde toalla al hombro, esponja e instrucciones oficiaban de entrenadores de los púgiles locales en noches del viejo tinglado Español o el Teatro Italiano.
Volviendo al apego por las manifestaciones autóctonas, un día se produjo la partida del rancho de tradición que lo había cobijado y, quizás sin suponerlo, sin proponérselo, junto a un grupo de amigos crearon el 7 de Junio de 1.986, una entidad cuyas bases se asientan en los pilares de la amistad y nuestras tradiciones: la Agrupación Amigos del Folklore.
Con su esposa (Tita) y aunque no se sientan maestros, brindaron sus mejores conocimientos, conformando excelentes cuerpos de baile, dotados de una línea donde se respeta a ultranza la historia, donde el talento de sus integrantes se potencia a partir de los sabios y aleccionadores consejos de un matrimonio que hizo de la danza, “una verdadera escuela”.
Crearon también en muchos adultos amor por nuestros ritmos musicales, tanto en El Perdido (alguna vez), como desde hace tiempo en las Asistencias Técnicas municipales donde lograron conformar grupos que encontraron una alternativa para ocupar el tiempo libre, aceptando el desafío de sumar nuevos conocimientos, conquistando como premio grande el aplauso estimulador y amigo del público.
Además del boxeo, la poesía y la danza, hubo obligaciones paralelas que cumplir, desempañándose durante mucho tiempo en la Cooperativa Eléctrica, de donde se retiró hace algunos años, atendiendo en el presente la oficina del gremio, la cual está a unos pasitos de su casa, ubicada en el barrio Arquitectura.
El domicilio de Maciel y Ramos Ojeda fue quedando grande cuando partieron las hijas: Claudia y Andrea; encontrando motivos frecuentes para viajar a Tandil o Mar del Plata, donde varios nietos esperan la llegada de sus queridos abuelos.
Disponer de mayor tiempo posibilitó que su veta creativa surgiera a pleno y es así que se permitió rescatar papeles y escritos que estaban celosamente guardados, para quedar plasmados en un libro que contiene parte de sus trabajos literarios.
El destinatario de esta semblanza tiene nombre y apellido, Alberto “Coco” Basualdo: bailarín, poeta, recitador, ex boxeador, maestro de la danza, vecino y amigo.
Alberto “Coco” Basualdo: frases sentidas en la historia de un niño blanco y un niño negro, mensaje profundo desde la poesía, justa advertencia en la lucha contra la discriminación.
Alberto “Coco” Basualdo: relato profundo en tantos días del maestro, interpretando como pocos el poema de Landriscina, aquel que recuerda las luchas y el coraje de una maestra de campo, allá en Pampa del Indio, en el lejano Chaco.
Alberto “Coco” Basualdo, autor de “Ayer, hoy y mañana”, letra que contribuye a la memoria, que nombra a mujeres y hombres, que contribuyeron con sus aportes y trayectorias. Verdadero documento, que algunos guardamos y que logra emocionar cuando la voz y la guitarra de Juan Tear rememora a tantos que injustamente hemos olvidado.
Alberto “Coco” Basualdo: junto a los chicos de la Agrupación y los grandes de las asistencias. Con sus sueños a cuesta de poder terminar la casa propia de San Martín y Negrete, con fuerzas todavía a pesar de las ayudas que se resisten en llegar, de las promesas que no se cumplen y de la indiferencia que hace notar su letal impacto.
Alberto “Coco” Basualdo: ayer en televisión junto a su amigo Darío Lemos, uniendo voluntades y compromiso en “Dos por la tradición”; desde hace cinco años en la Dorrego, con “Se va la primera”, una hora y media de nuestra música que vuelve cada sábado en ritmos de zambas, gatos, milongas y chacareras.
Alberto “Coco” Basualdo: ciudadano de la clase 39, virtuoso danzarín llevando el gaucho adentro, vistiendo de gala cada actuación, recibiendo emocionado (como el último viernes) el aplauso respetuoso de su gente, el cariño inmenso de toda su familia..
Expresó Guarany en el homenaje convertido en canción, dedicado al gran Santiago Ayala:
“Lleva en el alma una zamba,
duerme el malambo con el
Y con una chacarera se besa en el alma,
No tiene mujer.
Salieron de sus mudanzas, claveles, rosas, jazmín
Y hoy volarán por el mundo,
Llevando el recuerdo del gran bailarín.”
Humildemente me permito señalar en reconocimiento a Alberto Basualdo, parafraseando con respeto a tan destacado autor:
“Se que entre mejores ha bailado
es que le gusta bailar,
En la pista le sobra mujer
“Tita” a su lado
Es una compañera sin par
a “Coco” le sobran motivos
y con admiración lo digo:
unidos los dos
Son una danza inmortal… “