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`Casi noventa años de Radiodifusión en la Argentina´ Escribe Pablo Javier Marcó

Un día como hoy, pero hace 89 años, se concretaba la primera transmisión radial en el país, que para muchos fue la primera emisión de radio del mundo.

La proeza fue gestada por Enrique Susini, que tenía 25 años; su sobrino Miguel Mujica, de apenas 18 años; César Guerrico y Luis Romero Carranza (22 años).

Los unían varias cosas: eran jóvenes, vecinos de Barrio Norte, estudiantes de medicina los tres, médico recibido uno, niños bien de la época, hijos de familias acomodadas, apasionados por el arte en general y por la música culta en particular.

Además era fervientes enamorados de la radio, según recrea Carlos Ullanovsky en su libro “Días de Radio”.

A las 9 de la noche de ese histórico 27 de agosto de 1.920, desde el teatro Coliseo de Buenos Aires, se presentaba la obra Parsifal, de Ricardo Wagner.

Los llamaron "Los locos de la azotea" porque desde las terrazas buscaban obsesivamente la forma de que las voces y los sonidos atravesaran el éter y llegaran a la gente.

Aquella noche, con un micrófono para sordos (al que le habían agregado una bocina), en el paraíso del Coliseo, un transmisor de 5 vatios (que por lo precario parecía atado con alambres) en la azotea y una antena entre el teatro y la cúpula de la casa de Cerrito y Charcas, el milagro fue posible, y llegó a los pocos receptores a galena existentes en la ciudad.

El entonces presidente Hipólito Irigoyen dijo: "Cuando los jóvenes juegan a la ciencia es porque tienen el genio adentro".

Así nacía el medio más mágico y democrático de todos, el que sobrevivió a todos los avances teconológicos; llegó la tele, y la radio siguió sonando; y llegó Internet, y la radio siguió sonando. Y nos permitió a muchos de nosotros, a hacer lo que nos gusta y a ganarnos la vida.

Y me acuerdo del Rapidísimo de Héctor Larrea, y de La Vida y el Canto de Carrizo, de las transmisiones de fútbol del Gordo Muñoz, primero, y de Víctor Hugo, después. Y me acuerdo que una noche, haciendo zapping en el dial, buscando que alguien me hablara, como hacía siempre, descubrir, hace muchos años, al Negro Dolina con el recordado Castello en el Mundo haciendo Demasiado Tarde para lágrimas.

Y me acuerdo de los singles de LU 26 y LU 2. Y del Tren de la hora 22. Y de Coleffi, Santiago y Meschini formando el mejor trío de transmisiones radiales en basquet que recuerde. Me acuerdo de tantas cosas. Y le agradezco a mi viejo porque, sin pretenderlo, me legó este incondicional amor por la radio.

Por todo eso, y por muchas otras cosas, más, el eterno agradecimiento a Los locos de la azotea; y al Pulpo Barda, nuestro loco de la azotea, el que soñó con darle una radio de AM a su pueblo. Y lo consiguió. FELIZ DIA DE LA RADIODIFUSIÓN.