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"De estigmatizaciones, prejuicios y niños que crecen en medio de ellos". Escribe Sergio Segui

Ambos términos tienen en común que son tendencias a juzgar sin poseer información previa que lo justifique, pero se diferencian en la resistencia a ser modificados a la luz de nueva información contradictoria.

Entonces, el pre - juicio sería de caráter modificable, mientras que el prejuicio se caracterizaría por la resistencia al cambio. (Echebarría, 1.995: 29)

Es evidente que cada familia manda a su hijo a la escuela que quiere o le parece más conveniente, debido a que no hay ley que se lo prohíba, pero creo que hay que pensar en los fundamentos que llevan a tomar tal o cual resolución y cómo son asimiladas esas razones por el niño.

Isabel es una vecina de la ciudad que tiene una nena de cinco años y que el año que viene comenzará la escuela primaria. Frente a la elección del establecimiento al que debía enviar a su hija, recorrió las diferentes posibilidades que ofrece la ciudad y ahora deberá decidirse.

La mujer recorrió y habló con los directivos y maestros, por lo que la información sobre cada escuela la posee.

Esto dejará una enseñanza a esa nena: para elegir, es necesario conocer y no dejarnos llevar por lo que creemos.

Muchos coinciden en que los primeros seis años de la vida de un niño son basales en la adquisición de actitudes sociales y durante ese lapso conoce las palabras para categorizar o consignar grupos.

Esos vocablos tienen un carácter fundamentalmente emocional porque los aprende en la familia, con la signicación que ello conlleva.

Así, al escuchar a sus padres (o ser testigo de las razones -sean estas despectivas, injuriantes o apoyadas en pensamientos propios y no en conocimiento adquirido por contacto directo con el establecimiento - por las cuales concurre a determinada escuela y no a otra) generará en él una estructuración compleja de rearmar.

Dice la investigadora del Conicet, María de los Ángeles Sagastizábal, en una investigación sobre "Diversidad cultural y escuela: estereotipos y prejuicios", que para disminuir la intensidad del prejuicio es imprescindible un primer paso: el reconocimiento de su existencia.

"Está tan naturalizado -en el sentido de realidad percibida y vívida como natural sin tener conciencia de su construcción social e histórica - que el primer paso para su superación es la objetuvación del mismo".

Y va más allá: "si la escuela es el vehículo para la movilidad social, es también indiscutiblemente un insoslayable punto de partida".

La responsabilidad conforma la base de los cambios: ser cuidadosos en los que mostramos o decimos a nuestros hijos explicará que los prejuicios sigan existiendo y hagan a padecer a otros.