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"El hombre que bajó del Tren". Por Manuel Osvaldo Cuervo (*)



Estas líneas que tienes delante de tus ojos comprende parte de una historia, tal vez distorsionada por lo que poco sabemos de nuestra historia o por que fue llegando a nuestros oídos en distintos momentos o edades vividas por sus testigos y luego contadores de acontecimientos ocurridos que transmitieron en cada lugar donde vivimos cada uno.

Un ejemplo de esta afirmación es que en mi caso que nací y viví hasta los 50 años en un pueblo que en su mejor momento contaba con una población de unos 3.000 habitantes, es lo que voy a relatarles, primeramente con composición de lugar y luego el hecho histórico en sí.

Mi pueblo cumple años el 18 de Abril, puesto que en una fecha idéntica pero del año 1901 la Dirección de Ferrocarriles Roca, dispuso la creación de una estación ferroviaria que dentro de la línea que se conocía como: Constitución-Tandil-Bahía Blanca y que a partir de ese día los trenes de pasajeros hiciesen la parada por 10 minutos, los cuales eran empleados para bajar encomiendas y personas que llegaban o las que subían para viajar con destino e ilusiones desconocidas.

Derredor de esta estación ferroviaria comenzó a formarse una población, la que luego fue gratamente beneficiada con la concreción de un establecimiento escolar que llevo el Nº 4 y por nombre el de José de San Martín en 1905, con comunicación y educación, realmente solo faltaba la institución deportiva y social que agrupara a todos los pobladores por igual, sin diferencia de religión, política, sexo o edades, gracias a todos, esto ocurrió en 1918.

Mi club (el nombre y la ubicación geográfica la verán luego), comenzó de un desprendimiento de una agrupación anterior llamada “Los Invencibles”, formado en 1916 por un grupo de emigrantes holandeses con sus hijos, más algún visitante que había bajado en la nueva estación ferroviaria, vaya uno a saber de donde venía y que prontuario poseía, todo se había gestado en la “Fonda: Las Nuevas Flores”(Hoy sería un restaurante con algún dormitorio para los pasajeros del momento). Los Invencibles (local) y Fray Mocho de una localidad vecina son los más antiguos de la zona, que con otros nombres intentaban en 1921 la conformación de una unión de clubes de fútbol del partido, de la cual hasta 1933 no se tuvo más noticias, año este que nuevamente intentaron la formación de una Liga de Fútbol.

Los encuentros deportivos sobre todo fútbol comenzaron a realizarse con los pueblos y clubes vecinos en canchas adaptadas a tal momento en lugares llanos y con pasto natural al cual se demarcaba según las reglas del fútbol inglés, con arcos de parantes y travesaños de ramas de árboles que crecían en la zona y una red confeccionada con bolsas de arpillera abiertas y cocida unas con otras hasta conformar la superficie de la valla en cuestión.

Las líneas demarcatorias se realizaban con la colocación de algún hilo o piolín desde los puntos que se deseaban concordar para el marcado del perímetro de la cancha, el cual hacia de guía a la persona que se encargaba de ese menester (que bien podía ser algún jugador del equipo local), el mismo portando una azada o azadín acanalaba la tierra para ser luego marcada con cal, que con el agregado de agua, hervía y al enfriarse se podía usar para tal menester y a la que se le incluía hojas de plantas de tunas para su fijación o carburo usado por algún herrero o mecánico cuando soldaban hierros en sus talleres.

Los vestuarios eran simples carpas formadas por lonas prestada por alguna casa cerealera que además colaboraba con los trofeos que se ponían en juego ese día.

Los encuentros de estos campeonatos llamados “relámpagos” estaban conformados por casi siempre por cuatro equipos, que luego de un sorteo se disponía como se enfrentaban, casi siempre el local jugaba en primera hora (era porque de ganar debía jugar con el otro equipo ganador a última hora de la tarde y estar más descansados que este último).

Los árbitros y jueces de línea eran locales, ventaja en la mayoría de los casos para que el equipo local ganase el torneo, esto se veía muy a menudo, debido a este método ocurrieron casos muy grotescos y graciosos al ser contados hoy.

Hay un relato de personas que dicen haber estado en un encuentro en una localidad vecina, en que un hincha y dirigente del club local, se colocaba detrás del arco de su equipo y cuando el contrario atacaba o estaba cerca de convertir sacaba el revolver y apuntaba al jugador en cuestión el cual al verlo tiraba la pelota afuera o volvía hacia atrás y no hablemos si por casualidad se debía ejecutar un penal, más vale que era errado o a las manos del arquero.

La pelota con que se jugaba era de formato más grande que la de la actualidad y además era de cuero que cuando se mojaba o embarraba pesaba como una “tonelada” y el famoso tiento que cerraba una parte de la misma donde se encontraba un apéndice por el cual se inflaba y luego de atarse con un hilo se colocaba debajo de este tiento que forma de cocido cerraba la boca por la cual se había colocado la cámara de goma que conformaba la redondez de la pelota y la hacia que rebotara en el piso cuando se jugaba.

Los Linesmans eran meros ayudantes del árbitro marcando jugadas de pelotas afuera, decidiendo quien debía continuar el juego; luego de varias reformas a las reglas de confrontaciones, comenzaron a tener más participación en los partidos y a partir de 1921 el señor Chevallier Boutell, en un encuentro entre Uruguay y Argentina ingreso al estadio vestido con pantalones cortos, medias cortas y ¡ligas!, moda que luego de unos años comenzó a usarse en nuestro país.

Él árbitro se distinguía por su moda con pantalones largos en lo posible blanco, saco entallado, si era rayado mejor, casi siempre con gorra de paño o cuero con visera y de vuelo bien apreciable, zapatos con suela de goma o similar.

Los equipos poseían una formación diferente a la que se tiene hoy, se jugaba con: un arquero, dos zagueros, tres medios y cinco delanteros, con dos wines bien abiertos, un centrodelantero en el área y el insider derecho como ayuda del medio y llegando al arco contrario y el izquierdo (el famoso 10) formador de jugadas para todos los demás.

En mi pueblo (El Perdido. Estación José A. Guisasola), Partido de Coronel Dorrego, Provincia de Buenos Aires;el fútbol según nuestros historiadores ocasionaba más rechazos que adhesiones hasta que llegó a la localidad un visitante que decía llamarse Severino Barrientos, puesto que nadie sabía nada de él, solamente que había bajado del tren proveniente de Constitución-Tandil, ni como jugaba, puesto que no se lo había visto en una cancha, pero por comentarios de pueblo chico se lo creía que era el jugador que le faltaba a “Progreso” mi club.

Toda esta introducción llega a su fin el día en que en nuestra cancha que se encontraba en el mismo lugar donde esta hoy, solamente existe un cambio en aquel momento ya que se ubicaba en forma transversal a la actual, circundada por un hilo de alambre liso de acero, que determinaba él limite para los hinchas al ver los encuentros.

Los arcos con postes y travesaño de madera dura con cuatro caras iguales, las que lo hacían muy impredecibles y peligrosos en sus vértices (Por eso hoy son redondos) y las redes de alambre de acero tejido en forma romboidal.

Los vestuarios de ese momento eran dos camiones con sus cajas de carga cubiertas por lonas, uno para el local y otro para el visitante, un pilar con un grifo para el agua que se compartía por ambos, los baños o retretes construidos con chapas galvanizas de punta, ocultando un hoyo en el cual se realizaban las necesidades fisiológicas de todos sin excepción y no podía faltar una cantina en la cual se vendían choripanes, carne asada, empanadas, pasteles, etc, más vino o cerveza, donde siempre había algún parroquiano que compraba menos comestibles y más “combustible”, llegando al final del día con trabajo para los no más de tres agentes de policías que cubrían el espectáculo y lo llevaban al destacamento, que solía ser un vagón ferroviario por carecer de edificio policial o calabozos, hasta que se le pasara la alegría originada por el Dios “Baco”.

Todos estos torneos “relámpagos” se trataban de realizar en conmemoración de fechas patrias, debido en la mayoría de los casos a que los integrantes de los equipos que realizaban este mini campeonato eran trabajadores rurales y era muy notorio verlos llegar montados a caballo para comenzar a jugar, algunos tenían la suerte de que su patrón fuese directivo o colaborador del club que integraba y eran traídos en autos, camionetas o vehículos tracción a sangre, que luego formaban el contorno de la cancha como si fueran tribunas propias.

El torneo que voy a tratar de describir, se realizó un día 12 de Octubre de 1938 en conmemoración del “Día de Raza”, como era entonces, donde luego en horas ya nocturnas en la parte social de la institución se hacia entrega de los trofeos obtenidos y todo era acompañado con un baile popular amenizado por una orquesta que ofrecía música típica y característica, los integrantes de la misma eran de la zona.

Se jugó en la cancha de mi “Progreso”, con sus colores verde y negro bastoneados, con la participación de: Bernardino Rivadavia de la localidad vecina de Aparicio, de camisetas color azul con cuellos y puños blancos, el rival más empedernido de nuestro club; Independiente con indumentaria similar al de Avellaneda y Ferroviarios con casacas con bastones negros y amarillos, ambos de la ciudad Coronel Dorrego.

La programación decía que se debía jugar un partido en horario matutino, aproximadamente a las 11 horas y dos en la tarde uno a las catorce, de ambos se sacaba los ganadores y luego se jugaba la final.

El fixture determinó que: Progreso versus Bernardino Rivadavia en la mañana e Independiente versus Ferroviarios en la primera hora de la tarde.

A las 11.120 horas con el arbitraje del Sr. Mayordo y los linesmans: Acaoite y Saltierra y una concurrencia numerosa comenzó el primer encuentro del campeonato “relámpago” Día de la Raza con el trofeo “Comercios de El Perdido”, según los que me contaron el desarrollo de este encuentro, el equipo local estaba constituido por: Corral, Domínguez, Pastorino, A. Ferrer, F. Burgos, Beroiz, Gorrochategui, G. García, J. Morales, Montero, Stadelmann, entre otros.

Luego de unos minutos de estudio por parte de ambos equipos, Progreso logra abrir el marcador después de haber pasado un sofocón en su arco cuando el delantero contrario que luego de gambetear a varios de los defensores del equipo local no pudo con nuestro guardameta, que luego de tomar la pelota y enviarla al campo contrario con un fuerte shot cayó en los pies de Beroiz quien luego de un rápido centro al área contraria habilitó a Burgos que con su salto llegó antes que las manos del arquero rival y con un fuerte cabezazo puso a Progreso 1 a 0.

Este resultado siguió en todo el primer tiempo donde se jugaba en forma pareja por ambos lados y al comenzar la segunda parte los equipos realizaron algunos cambios ya que por la forma de confrontación se podían realizar hasta tres cambios y el arquero por partido.

El segundo tiempo resultaba jugado de la misma forma que en el primero, pero a los 30 minutos el defensor Domínguez de Progreso, ejecutó un tiro libre cerca de la línea del área grande hacia la derecha de una forma violenta y la incrustó la pelota en el arco de Rivadavia, poniendo al local con el partido a su favor por 2 a 0, luego de este gol el equipo contrario comenzó a pegar al rival cometiendo fules de forma poco deportiva y con clara intención de lastimar a nuestros jugadores en vez de jugar al fútbol y esto derivó con las lesiones de tres jugadores de Progreso quien debió hacer los cambios permitidos, pero a su vez disminuido en su plantel para el segundo partido, ya que este terminó con el resultado anteriormente dicho, además de dos expulsiones al equipo visitante por su mal comportamiento más la forma violenta de jugar, debido a que lesionaron a jugadores locales.

Una vez finalizado el encuentro los jugadores contrarios atacaron al arbitro y a los jueces de línea aduciendo que por su actuación habían perdido el partido, entre ellos apareció un dirigente del club visitante esgrimiendo un revolver calibre 38 amenazando a dichas autoridades pero la presta actuación policial solucionó el problema y el dirigente en cuestión quedo detenido en el Destacamento Policial local y el revolver paso a conformar el armamento de las autoridades policiales locales.

El segundo encuentro se realizó luego del asado a la criolla con que el equipo local agasajó a las demás instituciones y a las 14,30 horas comenzó el clásico de Coronel Dorrego que se jugó de una manera intensa y leal, donde sobresalieron él arbitro José Sosa y los lisnesman Cabello y Martínez por su manera correcta de dirigir el encuentro que finalizó empatado en 2 tantos por bando debiéndose ejecutar 5 penales por bando, por Independiente los ejecutó un tal Rubió (que era aclamado por la parcialidad de El Perdido, por ser conocido en la localidad como recibidor de cereales para la maltería y cervecería de Tres Arroyos que convirtió los 5 y por Ferroviarios lo hizo: Salvatierra que marro el último y con esto clasifico el equipo rojo.

Progreso había sufrido la baja de tres jugadores además de otros dos con fuertes dolores que no aseguraban su total participación en el encuentro final por lo que se vio con una formación acotada en su cantidad de elementos, causa de mucha preocupación de parte de los dirigentes locales, hasta que uno de ellos dijo en voz alta: ¡Hay que buscar Severino Barrientos!, el mismo se encontraba en el boliche del “Cara Sucia” según este dirigente que había pasado por el lugar en unos minutos atrás.

El dirigente en cuestión y el jugador Burgos salieron en la búsqueda de Barrientos, para que este reforzara el equipo local y demostrara todas las virtudes futbolísticas con que según el corrillo popular era de lo más completas, cuando ambos llegaron al boliche vieron al fondo del mismo a una persona sentada muy cerca de un aparato de radio que con dificultades alcanzaba a transmitir un encuentro de fútbol de Buenos Aires, no los vio llegar y al levantar la vista se encontró con dos personas delante de él, sorprendido pregunto ¿qué se les ofrecía?, por lo cual le hicieron saber las intenciones con que habían llegado, el motivo era solicitarle que integre el equipo local, por lo que Barrientos primeramente se negó aduciendo la falta de practica en los últimos días, pero ante la convincente solicitud de los enviados, Severino Barrientos aceptó y cuando fue a pagar su copa de caña consumida, “Cara Sucia” le informo que: “la casa paga”.

Cuando los asistentes que se encontraban en la cancha vieron la llegada de las tres personas se sintieron asombrados y a su vez comenzaron con comentarios en voz baja de lo visto y de la posible oportunidad de observar al forastero en un campo de juego, para luego comenzar a vitorear su nombre a lo que este personaje respondió levantando la mano en forma de saludo.

Luego de ingresar al lugar que oficiaba de vestuarios fue recibido de muy buena manera sin ninguna seña de rechazo o antipatía por parte de los demás jugadores, al observar esta actitud por parte de sus nuevos compañeros agradeció que haya sido invitado a complementar el equipo local y solicitó que se le fuera prestado botines y medias, por lo que uno de los lesionados fue presto en entregarle lo solicitado y comenzó con el rito del cambio de indumentaria sacándose la ropa que llevaba puesta como campera de cuero, camisa blanca abotonada, pañuelo negro de seda al cuello, bombacha a cuadritos negra y blanca que era sostenida por una faja de múltiples colores y botas de cuero negras bien lustradas, luego se colocó el equipo verde y negro cuya camiseta llevaba el místico Nº 10.

Cuando el señor Amestoy, que oficiaba de encargado del equipo le informó que iba a ocupar la franja izquierda del equipo a la altura de la media cancha hacia arriba, acepto con mucha firmeza dispuesto a responder con lo que se le pedía.

A las 16.45 horas el árbitro Sr. Dominella con los señores Álvarez y Saldivia (vestido al mejor estilo del francés Chevallier Boutell, llevándose todas las miradas socarronas del público) como linesmanes, dio por comenzado el partido final con el local Progreso e Independiente de Coronel Dorrego, ambos equipos eran alentados para que se jugara con mayor libertad y se creara un buen juego, ya que constaban con jugadores con condiciones que en forma festiva tenían la característica de la inspiración con la pelota tratada con amor
El primer tiempo fue de un juego como lo detallado anteriormente, donde el debutante Barrientos respondió a las expectativas de los hinchas y fue muy aplaudido por su empeño y calidad de juego, además con peligro para ambos arcos, donde los arqueros fueron figura en cada equipo, ya que no dejaron que los rivales concretaran todo lo muy bueno desarrollado en el campo de juego, como también el buen desempeño de los jueces.

A los pocos minutos del segundo tiempo, 14 exactamente, Progreso tubo su momento en la cancha y logro su consagración de su fútbol, pícaro, ordenado, con sacrificio y la muy inteligente jugada de Barrientos que se llevó la pelota hasta el fondo de la cancha y luego de gambetear a cuatro rivales le entrego el fútbol “redondito” al 9 Ferrer que con un furibundo remate dentro del área grande batió al arquero contrario ante el griterío ensordecedor de los hinchas locales; esto le infundió un toque de amor propio al equipo de Dorrego que comenzó a querer llevarse por delante al nuestro, pero hay futbolistas que tienen un don especial para este deporte, y este era Severino Barrientos, que se hizo cargo del equipo pidiendo la pelota ordenado el equipo y achicando al rival, a su vez arrancando el aliento ya ronco por la cantidad de gritos emocionados emitidos por los hinchas verdes y negros, todo esto se vio reflejado al final del encuentro, cuando este notable jugador tomo un tiro libre cerca del área grande desde la izquierda y ante una barrera de cinco jugadores rivales colocó la pelota en el ángulo que debía controlar el arquero, pero pegada la poste y travesaño, ya que varios presentes dicen haber escuchado cuando la de cuero rozaba en esas partes del arco y caía dentro de la valla poniendo el 2 a 0 para el local, esto fue la culminación exitosa de Severino Barrientos y Progreso, que dieron la vuelta olímpica con el aplauso de todos los concurrentes, locales y visitantes, con el destacado en hombros de un compañero para que fuese él quien recibiera primeramente dichas caricias de aclamación.

El árbitro y los linesmans se retiraron en forma armoniosa y con la elegancia con que habían ingresado después de haber cometido un muy buen trabajo arbitrario y fueron dignos de felicitaciones por parte de todos sin excepción (cosa inusual hoy tal vez)

Progreso tiene en este equipo de jugadores con grandeza en alma que no están en ninguna de esas zonas deportivas con dudas, porque no intervienen en ningún campeonato profesional.

Los futbolistas que peinan canas o están pelados, quienes llevan larga experiencia de la vida en sus cuerpos, especialmente detrás del alambrado o dentro de la cancha y los historiadores del fútbol que están en todas partes y suelen formar a sus ídolos para el recuerdo popular pusieron a Severino Barrientos en un lugar que luego pasó a ser el más notorio jugador que brilló en el fútbol de nuestro pueblo, con un solo partido jugado en nuestro club, pero un día en forma casi clandestina como había llegado subió al tren que partía rumbo a Buenos Aires y nunca más se supo de su vida; había pasado un gran jugador por la cancha de Progreso dejando su calidad futbolística y su incógnita de vida.

(*) La ilustración y la música fueron elegidas por el equipo de LA DORREGO. Colaboró Leticia Yezzi

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