lunes

`Muchos miedos han mutado a lo largo de la historia´ Por Carlos Madera

Muchos miedos han mutado a lo largo de la historia, mientras que otros perduran , pero en el trasfondo de la mayoría subyace el temor a la muerte.

La noche, el mar, las pestes, el hambre, el fuego, la brujería, las herejías fueron los miedos previos a la modernidad.

En el final del Medioevo la muerte violenta a manos de un conocido o no, la simple discusión entre vecinos en una fiesta popular o en una disputa no causaba sorpresa ni condena.

Una renovada sensibilidad frente al delito violento corono el entendimiento en los años posteriores. La consolidación de la burguesía urbana y el incremento en la esperanza de vida permitió pensar en extender el paso del individuo por la tierra, mientras que se revalorizaba la seguridad de los cuerpos y se tomaban las primeras medidas para proteger los bienes, se asistía al nacimiento de la industria moderna de los seguros.

No fue sólo una transformación de las mentalidades, sino que se las apuntalo técnicamente. El delito muto en sus formas y se instalo en las ciudades ; se escudo en el anonimato urbano y definitivamente se convirtió en un acto entre desconocidos, donde el cuerpo del otro era un obstáculo para obtener un bien deseado.

Luego de la revolución francesa comenzó a dirigirse a la potencial insurrección de los pobres. El crimen se transformo en argumento vicioso casi exclusivo ligado a la pobreza y la miseria severamente castigada, en violencia y robos contra la propiedad.

Las clases trabajadoras eran en el siglo 19 blanco de supuesta peligrosidad, menguado con el paso del tiempo y su organización . Esto trasmuto ya en el temor hacia una clase revolucionaria organizada , por la amenaza precisamente de su organización. El pensamiento general le otorgo un nuevo estatus al delito; Se convirtió en una enfermedad del cuerpo social pasando de una patología individual a una colectiva.

El paso de la guerra constituyo una disminución global del delito en los países centrales; coincidentemente la aparición del automóvil ,al ser un bien privado y de alto costo supuso un incremento de los robos.

No fue así hasta los años ochenta, donde el aumento del delito urbano y el sentimiento de inseguridad se convierte en un problema público. Procesos sociales diversos, con transformaciones semánticas llevan a la configuración actual frente al crimen. Inseguridad es un grado negativo de la seguridad , sino además es la expresión de la amenaza y la demanda insatisfecha. Procesos sociales como decía recién , enmarcados por sucesos políticos violentos no podrían haber derivado en cosa distinta.

El término inseguridad se refería no hace muchos años casi exclusivamente al ámbito laboral. La innovación tecnológica, la precariedad y la tan mentada flexibilización, triste recuerdo ya en nuestro suelo , pero no exclusivo, la apología del cambio y del riesgo, la polivalencia, sustituyen a la seguridad laboral. A medida que disminuye la preservación de la seguridad laboral crece la demanda de seguridad ciudadana. El miedo en manifestación casi exclusiva vuelve a la escena del pensamiento social.

El miedo igual que antes del Medioevo, Esta vez son niños casi, que no entienden al mundo, que no consiguen incorporarse a él, que se mueven en un terreno límite, el que le dejamos, muy acotado para sus intentos de supervivencia.

Lo violento de lo cotidiano claro, pero lo que en verdad asusta, es la discriminación, el acoso. ¿Dónde, sino en la infancia, se encuentra la violencia cruda de una sociedad resquebrajada? A nada debemos tenerle más miedo que a ese cruel abismo humano y monstruoso a la vez.

Hora de reflexión, ¿reflexionamos? pregunto. Cuántas conversaciones mantuvimos estos días en familia? ¿Urgamos en los residuos de la conciencia que siempre supimos arrojar al basural ajeno?

La tradición religiosa por antonomasia y el almanaque ponen en el candelero ciertos temas vinculados con nuestra conducta interior y con nuestra calidad de individuos , mas o menos responsables de nuestros actos y de los actos que propiciamos.

El sentimiento de culpa tiene un pariente muy cercano, se llama remordimiento. Además contribuye a que el sujeto bruto, necio, marginal, no lo sea tanto, a la vez que habilita al lúcido, sensible, educado, racional a serlo todavía más, a respetarse a si mismo, requisito esencial para reconocerle al prójimo los mismos derechos que uno disfruta.

A quienes lo hemos podido hacer, además de cenar bien, ¿el espíritu navideño nos habrá dejado algo más que la resaca?