La fuerte lluvia de esta mañana, la misma que convirtió las calles de nuestra ciudad en torrentosos cursos de agua, fue la causante del extraño fenómeno hidráulico que paso a relatarles:
Grandes cantidades de agua de lluvia, por algún capricho de la naturaleza aún no contemplado por la ley de Newton, sorpresivamente cambiaron de curso, ingresando por las cloacas, hasta inundar el mismísimo subsuelo del Centro Cívico donde funciona nuestra Biblioteca.
Un Tsunami de “maraños”, comenzó a brotar incontenible, de rejillas e inodoros anegando toda el área en pocos segundos.
Una cadena de llamados me puso sobre aviso y pude llegar hasta el Centro Cívico, apurándome como si fuera el José de la popular canción de Teresa Parodi. Y como en la tonada, el agua si que se vino.
Baldes y trapos se convirtieron en nuestros mejores aliados y a nuestro modesto grupo de cuatro socios, pronto se sumó también la colaboración de nuestro Presidente, quien concurrió con algunos elementos de refuerzo.
El agua y compañía no cedían terreno fácilmente y amenazaban con alcanzar los estantes más bajos con libros. ¡No hagan olas!... era la consigna del momento.
Cruzando los dedos, implorábamos que no se produjera un nuevo alud, si esto llegaba a ocurrir antes de desagotar las instalaciones, no hubiéramos podido evitar, que se produjeran consecuencias catastróficas.
El depósito, la Sala de Niños, la Sala de Lectura y la recepción, estaban cubiertas por cinco centímetros de aguas servidas.
Los diyuntores eléctricos habían saltado, había muy poca luz, pero sabíamos al menos que los equipos (computadoras y fotocopiadoras) estarían a resguardo.
A medida que el nivel general del agua iba bajando, notamos que por debajo de la puerta de la oficina que ocupa la Secretaria de Trabajo, continuaba fluyendo el líquido elemento.
Milagrosamente, el foso del nuevo ascensor, cambió de vocación y actuando como proverbial cisterna, logró retener en su interior una importante cantidad de agua.
El otrora considerado “peligroso agujero”, nos salvó de mayores contingencias y si ahora, alguien se cae en él, con medio metro de agua adentro, seguramente no sufrirá tanto la caída.
En fin, una prueba más para afirmar aquello de: “no hay mal que por bien no venga”.
Amigos, socios y compañeros, francamente no me importa dilucidar a quien le compete encontrar y ejecutar una solución a los recurrentes e históricos problemas de inundación del edificio. Problemas que ponen en permanente peligro, el patrimonio bibliográfico institucional. Menos aún me importa si alguien se siente ofendido por contarles esta REALIDAD.
Por eso he decidido compartir esta crónica con Uds., que aclaro desde el vamos, escribo en calidad de socio de la Biblioteca y vecino de esta ciudad y no compromete a nadie más que a mi mismo.
Todos sabemos que se están realizando importantes tareas de mantenimiento y recuperación edilicia en el Centro Cívico, financiados por el Gobierno Provincial.
También sabemos todos, que el subsuelo forma parte del edificio.
Pongámonos las pilas y si hay que laburar se labura y si no se sabe cómo solucionar algo, se pregunta.
Pero debemos encontrar una solución y terminar de una buena vez con este problema para no tener que lamentar en el futuro, alguna situación que concluya en un daño irreversible al patrimonio bibliográfico de nuestra comunidad.
Grandes cantidades de agua de lluvia, por algún capricho de la naturaleza aún no contemplado por la ley de Newton, sorpresivamente cambiaron de curso, ingresando por las cloacas, hasta inundar el mismísimo subsuelo del Centro Cívico donde funciona nuestra Biblioteca.
Un Tsunami de “maraños”, comenzó a brotar incontenible, de rejillas e inodoros anegando toda el área en pocos segundos.
Una cadena de llamados me puso sobre aviso y pude llegar hasta el Centro Cívico, apurándome como si fuera el José de la popular canción de Teresa Parodi. Y como en la tonada, el agua si que se vino.
Baldes y trapos se convirtieron en nuestros mejores aliados y a nuestro modesto grupo de cuatro socios, pronto se sumó también la colaboración de nuestro Presidente, quien concurrió con algunos elementos de refuerzo.
El agua y compañía no cedían terreno fácilmente y amenazaban con alcanzar los estantes más bajos con libros. ¡No hagan olas!... era la consigna del momento.
Cruzando los dedos, implorábamos que no se produjera un nuevo alud, si esto llegaba a ocurrir antes de desagotar las instalaciones, no hubiéramos podido evitar, que se produjeran consecuencias catastróficas.
El depósito, la Sala de Niños, la Sala de Lectura y la recepción, estaban cubiertas por cinco centímetros de aguas servidas.
Los diyuntores eléctricos habían saltado, había muy poca luz, pero sabíamos al menos que los equipos (computadoras y fotocopiadoras) estarían a resguardo.
A medida que el nivel general del agua iba bajando, notamos que por debajo de la puerta de la oficina que ocupa la Secretaria de Trabajo, continuaba fluyendo el líquido elemento.
Milagrosamente, el foso del nuevo ascensor, cambió de vocación y actuando como proverbial cisterna, logró retener en su interior una importante cantidad de agua.
El otrora considerado “peligroso agujero”, nos salvó de mayores contingencias y si ahora, alguien se cae en él, con medio metro de agua adentro, seguramente no sufrirá tanto la caída.
En fin, una prueba más para afirmar aquello de: “no hay mal que por bien no venga”.
Amigos, socios y compañeros, francamente no me importa dilucidar a quien le compete encontrar y ejecutar una solución a los recurrentes e históricos problemas de inundación del edificio. Problemas que ponen en permanente peligro, el patrimonio bibliográfico institucional. Menos aún me importa si alguien se siente ofendido por contarles esta REALIDAD.
Por eso he decidido compartir esta crónica con Uds., que aclaro desde el vamos, escribo en calidad de socio de la Biblioteca y vecino de esta ciudad y no compromete a nadie más que a mi mismo.
Todos sabemos que se están realizando importantes tareas de mantenimiento y recuperación edilicia en el Centro Cívico, financiados por el Gobierno Provincial.
También sabemos todos, que el subsuelo forma parte del edificio.
Pongámonos las pilas y si hay que laburar se labura y si no se sabe cómo solucionar algo, se pregunta.
Pero debemos encontrar una solución y terminar de una buena vez con este problema para no tener que lamentar en el futuro, alguna situación que concluya en un daño irreversible al patrimonio bibliográfico de nuestra comunidad.
1 comentario:
Hola.
Ok, no conozco las instalaciones así es que disculpen si meto la pata, pero ¿que tal una valvula de retención cloacal domiciliaria de 100 o 110?(o más, si la conexión del edificio es grande)
Otra: armar un pequeño pozo de bombeo en el subsuelo, y a través de él evacuar los liquidos de ese sector del edificio. Contra: mantenimiento, consumo eléctrico, costo de instalacion de la cisterna y bombita. De todas formas, no será un monto exorbitante.
Las dificultades de instalación estarán relacionadas con las caract del edificio, que, repito no conozco en detalle :(
Espero puedan resolverlo de alguna manera. Cualquier consulta, quedo a disposición.
Saludos
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