24 de marzo. Una fecha que ha quedado marcada en el recuerdo de todos los argentinos, y en particular mucho más en los que tenemos más de 40 años. Aquel 24 de marzo de 1976 se inició la etapa más oscura y cruel de nuestra historia contemporánea.
Cuando Sergio (Segui, de la redacción de la página de LA DORREGO) me pidió una reflexión sobre el 24 de marzo vinieron a mi memoria los días previos y posteriores al 24 de marzo de 1976.
A pesar de que era un adolescente recuerdo con mucha claridad los días previos y los posteriores al golpe militar, vivíamos un clima muy convulsionado, el gobierno de Isabel Martínez de Perón no acertaba a conducir el país y la dirigencia en general no encontraba respuestas para lograr la pacificación nacional.
Hubo excepciones como Ricardo Balbín que pedía llegar a las próximas elecciones aunque fuera “con muletas”. Se fue creando una conciencia de “necesidad de orden” que concluyó con una resignación del pueblo para aceptar el nuevo orden que prometía la junta militar.
Expreso este pensamiento porque considero imperioso conservar en nuestra memoria la absoluta convicción de que por más malo que nos parezca un gobierno, por más desacuerdos que tengamos con el mismo, NUNCA MÁS debemos desear, fomentar ni mucho menos aceptar una salida por fuera de las instituciones democráticas.
La REPÚBLICA, así, con mayúsculas, tiene en sus instituciones creadas por la constitución nacional, todas las respuestas. Y entonces siempre el poder político estará en manos de su único y legítimo dueño: el pueblo.
Los métodos violentos, la toma del poder por las armas, el terrorismo, los asesinatos, son siempre condenables, pero si además estos actos son ejercidos desde el estado es aberrante. Y muy bien calificados los delitos como de lesa humanidad.
Que el mantenimiento vivo de esta memoria sirva ya no para incrementar los odios, sino para crecer como nación en la tolerancia, el respeto por el derecho de los otros, la convivencia pacífica y el trabajo inclaudicable y comprometido por el crecimiento de un país en paz, que incluya a todos. (24.03.10)
Cuando Sergio (Segui, de la redacción de la página de LA DORREGO) me pidió una reflexión sobre el 24 de marzo vinieron a mi memoria los días previos y posteriores al 24 de marzo de 1976.
A pesar de que era un adolescente recuerdo con mucha claridad los días previos y los posteriores al golpe militar, vivíamos un clima muy convulsionado, el gobierno de Isabel Martínez de Perón no acertaba a conducir el país y la dirigencia en general no encontraba respuestas para lograr la pacificación nacional.
Hubo excepciones como Ricardo Balbín que pedía llegar a las próximas elecciones aunque fuera “con muletas”. Se fue creando una conciencia de “necesidad de orden” que concluyó con una resignación del pueblo para aceptar el nuevo orden que prometía la junta militar.
Expreso este pensamiento porque considero imperioso conservar en nuestra memoria la absoluta convicción de que por más malo que nos parezca un gobierno, por más desacuerdos que tengamos con el mismo, NUNCA MÁS debemos desear, fomentar ni mucho menos aceptar una salida por fuera de las instituciones democráticas.
La REPÚBLICA, así, con mayúsculas, tiene en sus instituciones creadas por la constitución nacional, todas las respuestas. Y entonces siempre el poder político estará en manos de su único y legítimo dueño: el pueblo.
Los métodos violentos, la toma del poder por las armas, el terrorismo, los asesinatos, son siempre condenables, pero si además estos actos son ejercidos desde el estado es aberrante. Y muy bien calificados los delitos como de lesa humanidad.
Que el mantenimiento vivo de esta memoria sirva ya no para incrementar los odios, sino para crecer como nación en la tolerancia, el respeto por el derecho de los otros, la convivencia pacífica y el trabajo inclaudicable y comprometido por el crecimiento de un país en paz, que incluya a todos. (24.03.10)
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