El 24 de marzo de 1976 se produjo un nuevo golpe militar que, lejos de ser un golpe más de la larga serie que se produjeron en la Argentina, marcó un quiebre en la fisonomía y el comportamiento de la sociedad.
Esta dictadura llevó a cabo una política de represión que traspasó todos los límites porque fue más allá de la muerte, intentando borrar la historia y la identidad de miles de ciudadanos argentinos.
Para ello instaló un plan sistemático de exterminio, planificado desde el Estado y llevado a cabo en la clandestinidad.
Este accionar no constituye hechos aislados o meros excesos. Nos encontramos por el contrario, frente a violaciones sistemáticas de los derechos humanos fundamentales como: la vida, la integridad física y psíquica, la dignidad, la libertad, la identidad y unidad familiar, la seguridad el respeto a las convicciones religiosas, filosóficas y políticas, el trabajo, los bienes, o simplemente ser sospechado, de cuestiones jamás probadas.
En su enorme mayoría , las personas fueron arrancadas de sus hogares, al que jamás volvieron, y a sus familiares se les quitó para siempre el derecho a conocer su destino final, ejecutadas por agentes del Estado, con autorización o bajo órdenes expresas de sus superiores, quienes están comprometidos a garantizar el secreto y la impunidad, encuadrada en un plan siniestro, aprobado por las más altas autoridades militares, con anterioridad a la apropiación del poder político,decisión ésta que formaba parte del proyecto en su conjunto.
De esta manera el Estado estableció una nueva categoría de personas:
«Los Desaparecidos». Dentro de ella, hasta el día de hoy, hay 30.000 seres humanos.
En tanto esto sucedía, en el seno de la misma dictadura hubo ciudadanos que no se quedaron de brazos cruzados e impidieron que esta experiencia límite vivida por la sociedad argentina fuese enterrada.
Como propone decir Paul Ricoeur: «el trabajo de la memoria y no el deber de la memoria» ¿y porque?, fundamentalmente porque el trabajo, el ejercicio continuo, vuelve viva nuestra memoria y la transforma en espacio de aprendizaje, y aprender con la memoria implica estar atentos a las circunstancias cotidianas, sociales y políticas para que los hechos sucedidos no se repitan, protegernos de la repetición de la historia, aún cuando llegue con otros disfraces.
Es por ello que muchos se agruparon en diferentes organismos de Derechos Humanos como:
* Liga Argentina por los Derechos del Hombre. Fundada 20 de diciembre de 1937
* Servicio de Paz y Justicia en América Latina, (SERPAJ). Fundada en Argentina en 1974, cuyo cordinador Adolfo Pérez Esquivel, recibe en 1980 el Premio Novel de la Paz.
* Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, (APDH). Fundada en diciembre de1975.
* Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, Fundada en febrero de 1976.
* Madres de Plaza de Mayo. Un grupo de 14 madres de hijos desaparecidos, que comienzan a a marchar alrededor de la Pirámide de dicha plaza los días jueves de cada semana desde fines de abril de 1977.
* Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas. Fundada a fines de 1976.
* Centro de Estudios Legales y Sociales. Surge en 1979 por iniciativa de un grupo de Abogados que participan de la APDH, cuyo objetivo fue asumir los casos de personas desaparecidas en los cuales hubiera pruebas de la participación de agentes de las Fuerzas Armadas y del Estado y llevar esas pruebas a la Justicia.
* Abuelas de Plaza de Mayo. Comienzan sus actividades en octubre 1983, exigiendo a los Tribunales de Menores y Federales, la investigación de todas las adopciones otorgadas desde 1976 y de los casos de niños con nombre desconocido que hubiesen pasado por la justicia en ese período. Estela Carlotto, una de las abuelas destaca que: «los niños también están desaparecidos, pero a diferencia de los adultos posiblemente estemos caminando alrededor de ellos y no los veamos».
En definitiva todos estos diferentes organismos de Derechos Humanos reclamaban saber que había sucedido con las víctimas de lo que se dio en llamar «terrorismo de estado».
Esto se consolidó en los últimos tiempos de la dictadura y más tarde, con la recuperación del orden democrático. De esta manera, la sociedad empezó a procesar el hecho de que el horror era parte constitutiva de su identidad. Esta tarea no ha concluido, atraviesa nuestro presente y, seguramente guiará nuestro futuro.
En la actualidad, la sociedad argentina tiene el desafío de apropiarse de la experiencia límite para que no vuelva a repetirse NUNCA MÁS. (24.03.10)
Esta dictadura llevó a cabo una política de represión que traspasó todos los límites porque fue más allá de la muerte, intentando borrar la historia y la identidad de miles de ciudadanos argentinos.
Para ello instaló un plan sistemático de exterminio, planificado desde el Estado y llevado a cabo en la clandestinidad.
Este accionar no constituye hechos aislados o meros excesos. Nos encontramos por el contrario, frente a violaciones sistemáticas de los derechos humanos fundamentales como: la vida, la integridad física y psíquica, la dignidad, la libertad, la identidad y unidad familiar, la seguridad el respeto a las convicciones religiosas, filosóficas y políticas, el trabajo, los bienes, o simplemente ser sospechado, de cuestiones jamás probadas.
En su enorme mayoría , las personas fueron arrancadas de sus hogares, al que jamás volvieron, y a sus familiares se les quitó para siempre el derecho a conocer su destino final, ejecutadas por agentes del Estado, con autorización o bajo órdenes expresas de sus superiores, quienes están comprometidos a garantizar el secreto y la impunidad, encuadrada en un plan siniestro, aprobado por las más altas autoridades militares, con anterioridad a la apropiación del poder político,decisión ésta que formaba parte del proyecto en su conjunto.
De esta manera el Estado estableció una nueva categoría de personas:
«Los Desaparecidos». Dentro de ella, hasta el día de hoy, hay 30.000 seres humanos.
En tanto esto sucedía, en el seno de la misma dictadura hubo ciudadanos que no se quedaron de brazos cruzados e impidieron que esta experiencia límite vivida por la sociedad argentina fuese enterrada.
Como propone decir Paul Ricoeur: «el trabajo de la memoria y no el deber de la memoria» ¿y porque?, fundamentalmente porque el trabajo, el ejercicio continuo, vuelve viva nuestra memoria y la transforma en espacio de aprendizaje, y aprender con la memoria implica estar atentos a las circunstancias cotidianas, sociales y políticas para que los hechos sucedidos no se repitan, protegernos de la repetición de la historia, aún cuando llegue con otros disfraces.
Es por ello que muchos se agruparon en diferentes organismos de Derechos Humanos como:
* Liga Argentina por los Derechos del Hombre. Fundada 20 de diciembre de 1937
* Servicio de Paz y Justicia en América Latina, (SERPAJ). Fundada en Argentina en 1974, cuyo cordinador Adolfo Pérez Esquivel, recibe en 1980 el Premio Novel de la Paz.
* Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, (APDH). Fundada en diciembre de1975.
* Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, Fundada en febrero de 1976.
* Madres de Plaza de Mayo. Un grupo de 14 madres de hijos desaparecidos, que comienzan a a marchar alrededor de la Pirámide de dicha plaza los días jueves de cada semana desde fines de abril de 1977.
* Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas. Fundada a fines de 1976.
* Centro de Estudios Legales y Sociales. Surge en 1979 por iniciativa de un grupo de Abogados que participan de la APDH, cuyo objetivo fue asumir los casos de personas desaparecidas en los cuales hubiera pruebas de la participación de agentes de las Fuerzas Armadas y del Estado y llevar esas pruebas a la Justicia.
* Abuelas de Plaza de Mayo. Comienzan sus actividades en octubre 1983, exigiendo a los Tribunales de Menores y Federales, la investigación de todas las adopciones otorgadas desde 1976 y de los casos de niños con nombre desconocido que hubiesen pasado por la justicia en ese período. Estela Carlotto, una de las abuelas destaca que: «los niños también están desaparecidos, pero a diferencia de los adultos posiblemente estemos caminando alrededor de ellos y no los veamos».
En definitiva todos estos diferentes organismos de Derechos Humanos reclamaban saber que había sucedido con las víctimas de lo que se dio en llamar «terrorismo de estado».
Esto se consolidó en los últimos tiempos de la dictadura y más tarde, con la recuperación del orden democrático. De esta manera, la sociedad empezó a procesar el hecho de que el horror era parte constitutiva de su identidad. Esta tarea no ha concluido, atraviesa nuestro presente y, seguramente guiará nuestro futuro.
En la actualidad, la sociedad argentina tiene el desafío de apropiarse de la experiencia límite para que no vuelva a repetirse NUNCA MÁS. (24.03.10)
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