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Viva el debate. Escribe Carlos Madera Murgui, especial para LA DORREGO

A uno de los hechos trascendentes, esencialmente durante y después de su presidencia, hacía mención permanentemente, el ex presidente Raúl Ricardo Alfonsín.

Se refería sin más, a la recuperación dentro de la democracia, del Estado de Derecho, de todo ciudadano que pise este bendito territorio de los argentinos.

La ciclópea lucha del líder radical, no fue en vano. Comprender la democracia, desde la sencillez, nada minúscula del poder elegir mediante el voto, parece insignificante comparándola con la vigencia plena de las libertades individuales integrales que gozan, reclaman y pelean metro por metro, letra por letra, ley por ley, día tras día, todos los habitantes, con sus situaciones inconclusas, pendientes, insatisfechas, indefinidas de cuanto obstáculo entorpezca el desarrollo individual de cada persona.

El Estado de derecho, sembró dentro de nuestra conciencia ciudadana, la forma de vivir en libertad y plena expansión del respeto por el otro.

Nuestras obligaciones y derechos, jamás serán nuevamente modificados por mezquinas mentes, que seguramente añoran épocas donde sus innegables elecciones de formas de vida, eran constantes regladas por sectores, (con lo excluyente que ya supone el adjetivo sector), con seccionamiento, fragmentación, parcelamiento, división.

El Estado como regulador, administrador, proveedor, prefecto, árbitro, mediador, controlador, impulsor, juez de todos, pero de todos, los habitantes iguales ante la ley, debe legislar para todos, pero para cada uno.

El mundo evoluciona, se desenvuelve al compás de sus actores, nuestras vidas se dilucidan adoptando nuevas formas, no todos por igual; eso es lo atractivo de la razón de vivir la vida tal cuál nos dicta la libertad que marca nuestra propia conciencia, no la de nadie más.

Eso es libertad, y los marcos de convivencia de cualquier sociedad, no afectarán de ninguna manera a quienes eligen otra cosa y no concienten otra posibilidad, de eso tenemos que estar plenamente seguros.

Los hechos públicos, de los últimos tiempos, vienen cimentando en el pensamiento colectivo distintos aspectos postergados en la discusión general, que molesta a muchos, inquieta a otros, entusiasma a los más, en una situación de debate de la sociedad misma, que no se ha visto en lo contemporáneo, sino en la decisión de unos pocos, representantes, elegidos legal y democráticamente, me refiero a los legisladores y gobernantes, también los medios de comunicación que adherimos o no, pero apunto esencialmente a la opinión persona a persona, habitante por habitante, que debate, polemiza sobre aspectos que en otras épocas y no en tan otras, otros opinaban por ellos.

Estructuras cerradas en sus ideologías, pensamientos conservadores, todos tienen la oportunidad de pronunciarse sobre cualquier tema, en pleno ejercicio de su elección y derecho, que de ninguna manera es absoluta, o categórica para el resto, que ahora sí, no por minoritario o enjundioso, ve la posibilidad cierta de tener leyes que aseguren elecciones de vida, y como ley solo regula una situación social preexistente.

Si fomentamos un principio o un ideal, ya sea político o religioso, al darle un status absolutista se vuelve inhumano.

Párrafo aparte;

Todas las miserias están ahí, y solo hay dos modos de reaccionar ante ellas; o entender que uno no tiene la culpa y por tanto encogerse de hombros y decir que no está en sus manos remediarlo – y esto es cierto– o bien asumir que, aún cuando no está en nuestras manos resolverlo, hay que comportarnos como si así lo fuera.

JOSÉ SARAMAGO.

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